Aquella mañana del 2 de octubre de 2018 siguió la rutina diaria con total y absoluto dominio de sí. Se había propuesto no dar el menor indicio de nervios o ansiedad ante su familia. Durante el desayuno les contó a todos que esa noche iría a celebrar el cumpleaños de un viejo amigo del que hacía mucho tiempo no había tenido noticias. Fue entonces cuando Joaquín preguntó:
— ¿Es tu amigo que no iba a hacer fiesta?
— ¡Sí! Justamente ¡ése! —dijo ella mientras untaba queso crema en las galletas que devoraba Julia — ayer le mandé un mensaje por su cumpleaños y me contestó con la invitación a una reunión que hace en su casa por el acontecimiento. Un grupo reducido de amigos que nos conocemos de hace mucho tiempo.
— ¿A qué hora es? —preguntó su marido mientras pasaba con un movimiento de su mano los canales de televisión en la pared pantalla de la cocina.
— A las 22 así que salgo después de que ustedes cenen.
— ¡Ponete el vestido rojo, ma!—le sugirió Julia mientras se chupaba los dedos con queso.
— ¿Te parece Julia? ¿No es muy colorinche? —preguntó risueña festejándole la sugerencia a la pequeña.
— Bueno, vamos chicos que los llevo a la escuela, vayan terminando que nos vamos —dijo el padre levantándose de la mesa y dejando su taza dentro de la pileta lava vajillas.
— Julia, ¡andá a lavarte las manos y ponete el guardapolvos! —le dijo a la nena mientras su marido se colgaba al hombro el estuche con la computadora de trabajo. Se paró y miró a su hijo que tenía dulce de leche en una mejilla y le sugirió que hiciera lo mismo incluyendo la cara.
Los chicos y su marido la besaron y partieron a sus obligaciones dejándola sola con una marea densa de emociones que la recorrían por dentro. Otra vez sentía que el cuerpo se le estremecía de emoción. Una vez más se sentía vibrar por la certeza de volverlo a ver. Como antaño, como hacía veinte años, como hizo hace siete. Como siempre sucedía, nuevamente el cuerpo y la mente se conmocionaban por los nervios, la ansiedad, la alegría, la curiosidad, las mil sensaciones que eran la antesala al esperado reencuentro. Esta vez la carga emotiva era aún mayor que la última vez que se habían visto, ahora sentía que había llegado el momento perfecto para aquel encuentro. Esta vez no temía nada, ahora se sentía fortalecida por el paso del tiempo. Este encuentro sería pleno, lo intuía desde el fondo de su alma, también lo sentía a flor de piel, hasta en sus huesos. Había logrado una madurez mayor, por fin había alcanzado el punto exacto de sabiduría, experiencia y coraje necesarios para afrontar lo que ocurriese. Ahora se sentía capaz de enfrentar prácticamente todo lo que el destino tuviese preparado para ella.
Fue a buscar el vestido rojo. Se lo probó y se gustó. Se sintió rejuvenecida por dentro y fuera.
Luego de que llegaran sus hijos de la escuela, almorzó con ellos, los dejó jugar un rato con sus Tablet y los hizo hacer sus tareas. Se los llevó con ella a la peluquería y Joaquín se encargó de entretener a su hermana mientras que a ella le recortaban un poco las puntas y le hacían un peinado con cepillos y aparatos incandescentes. De regreso, se detuvo en un negocio de regalos mientras los chicos la esperaban mirando una película en la pantalla trasera del auto.
Más tarde merendaron, y más tarde ella se encargó de la cena. Llegó su marido y los dejó comiendo mientras se preparaba para salir.
Se puso el vestido rojo, unos aritos de brillantes, zapatos altos de taco fino, una cartera sobria y un abrigo entallado petróleo. Se miró al espejo una última vez, podía reconocerse como una mujer madura pero jovial, resplandecía de la emoción que la embargaba, la vieja Polaco comenzaba a tomar posesión de su ser, la comenzaba a sentir desde su interior que paulatinamente iba ocupando su lugar. Algo empezaba a transformarse en toda ella cambiando su actitud. Se miró fijamente a los ojos en su reflejo y fue así que la pudo ver en la profundidad del espejo, allí estaba ella. Vestida para matar o morir. Con esa actitud recuperada miró la hora. Ya eran las 21 y aún no había recibido la dirección del encuentro. Le escribió preguntándole si se había arrepentido de la cita y como respuesta le llegó la dirección del lugar. Se perfumó sutilmente, saludó cariñosamente a sus hijos y a su marido y salió a su cita.
Dejó el auto en un estacionamiento y lo llamó por teléfono; él enseguida le respondió.
— Estoy llegando, dame 5 minutos.
— Bueno, te espero en la esquina.
— Dale. Besos.
Al minuto y medio lo vio llegar, lo saludó con la mano de lejos y lo esperó sobre el cordón.
— Disculpame que te haya hecho esperar, Polaco, —dijo y se bajó del auto. La besó cálidamente en la mejilla, la tomó de la cintura, le abrió la puerta y la ayudó a sentarse dentro.
— ¿A dónde vamos? —le preguntó con una sonrisa amplia mientras lo miraba fijamente a la cara —Te queda muy bien el bigote con barba, nunca antes te había visto así —terminó de decir sonriente.
— ¿Te gusta? Decidí cambiar un poco —contestó acariciándose el mentón. —Vos estás bellísima, creo que jamás te había visto vestida de rojo. Te sienta muy bien, es más, creo que ese color te define. —Le acarició la falda a la altura del muslo observando en detalle el tono del vestido— es rojo carmín, rojo sangre y se siente aterciopelado como el pétalo de una rosa... Sí, este vestido sos vos. —Puso en marcha el auto y aceleró—Te voy a llevar a cenar a un lugar único, creo que te va a gustar mucho —y emprendieron el viaje hacia la profundidad de la noche.
Lindo relato de una historia de amor. En esta tercera parte observo algo que me chocó y tuve que volver atrás. Me encontré (en 2º) con "Bueno, mandame por sms la dire del restaurante". En esta tercera parte, ella llega, estaciona (¿en el parking del restó?) y cuando él llega, le abre la puerta del auto y se la lleva a otro lugar. Algo no me cierra, quizá sea yo o quizá faltan detalles. ¡Saludos!
ResponderEliminarEstaciona en un estacionamiento de la dire que él le pasó por mensaje. Ella no sabe adonde la va a llevar. Leé el cap 18 primera parte. Gracias por comentar!! =)
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