"Mágico sería poder verte."
Esas palabras se le instalaron en la mente y, durante mucho tiempo, descartó toda posibilidad de encontrarlo personalmente.
Una voz interior le decía incansablemente que NO DEBÍA.
¿Para qué?
¿Qué podría suceder con ella?
¿Con él?
¿Con su marido?
¿Con su bebé?
¿Con su familia?
¿Cuánto alteraría el ordenamiento que había logrado construir con su vida?
¿Por qué arriesgar la estabilidad que había conseguido, por alguien del pasado?
¿Era ciertamente alguien del pasado?
Mil preguntas se arremolinaban en su mente, y ninguna respuesta que la tranquilizara. Ni una. Ni una sola respuesta que le aclarara lo que le estaba sucediendo. Ya nada volvería a ser igual a antes de la aparición de este amor antiguo.
No entendía por qué esta jugada demoníaca del destino, o de algún ser supremo que la ponía a prueba. ¿Por qué aparecía justo en este momento? ¿Por qué no apareció antes? ¿Por qué no apareció hace 5 ó 6 años? Cuándo estaba sola, entrando y saliendo de relaciones pasajeras. ¿Por qué justo debía surgir de la nada como una entidad fantasmal cuando tenía, creía, su vida bajo control? Por cada interrogante nacía un nuevo camino sin salida.
Cada chat era un viaje en el tiempo, una marea densa de recuerdos que le traía viejas emociones, sentimientos antiguos que se despertaban con un nuevo ímpetu y revivían en su ser.
Comenzó a sufrir un cambio en su humor, un notable cambio de ánimo cuando estaba con su esposo.
Empezó a comparar...
Su esposo no se parecía en nada a él. No era ni lo apasionado, ni lo locuaz, ni lo sensible, en apariencia al menos, que él era. No tenía el sentido del humor ni la picardía ni la capacidad analítica que él tenía. Sólo una única cosa los asemejaba. Ambos se habían fijado en ella por casi lo mismo y sospechaba que también por lo mismo terminarían alejándose de ella: Su cinismo.
Un escalofrío le recorrió el cuerpo. Por un momento, sintió miedo de perder a su marido, de perder la vida que se había erigido en torno a ella, la vida que la protegía de sí misma.
Encontrarse con el pasado no sería bueno. Sería arriesgarse del todo a quedarse sin nada. Sería arriesgarse a ser descubierta, arriesgarse a darse cuenta de que no dejó de amar jamás a ese hombre de hace una década. Sería arriesgarse a construir una vida paralela, y no tenía la menor idea de cómo podría hacer encajar ambas vidas, en un presente tan ajustado a los horarios y deberes que demandaba una familia.
Pasó el tiempo pero esos pensamientos no se borraron de su cabeza. Transcurrió un año entero de chats, llamados telefónicos, mensajes de texto clandestinos. De canciones dedicadas por cada uno al otro, de charlas telefónicas ardientes, de recuerdos que los erotizaba a ambos, de ganas de estar juntos otra vez... Comenzaba a desdoblarse en dos. Aún no se daba cuenta de lo que estaba naciendo en ella. En ella se estaba gestando una amante en potencia. Estaba preparando el terreno para salir de su refugio y enfrentar sus deseos. Se estaba armando de valor para hacer lo que le dictaba el corazón aun sabiendo que eso podría romper otros.
Toda vez que podían, se telefoneaban para escucharse las voces, voces que los transportaban en el tiempo. Durante todo ese año atravesaron muchos cambios en la relación a distancia. Infinidad de veces, se dijeron cuánto se habían extrañado, y también, infinidad de veces, se dijeron con ese mismo apasionamiento, cuánto deseaban no haber concretado ese primer nuevo contacto, luego de 10 años de historia.
En reiteradas oportunidades discutieron por chat, por teléfono o por mensaje de texto; y otras tantas, y pasadas algunas semanas, se reconciliaron amorosos por los mismos medios.
Estaban repitiendo la historia, su historia de amor. Ya antes habían experimentado este mismo ir y venir de ánimos.
Sólo una única cosa cambiaba ahora de cuando estuvieron juntos, hace una década.
Antes y ahora las provocaciones para la discusión eran unilaterales y provenían siempre de él. En el pasado, ella nunca pudo sostener una discusión y menos soportarla. En el pasado, cada vez que él le recriminaba algo ella se iba del conflicto. En el pasado, ella huía de la confrontación. En el pasado, literalmente tomaba sus cosas y partía sin decir una palabra y lo dejaba a él solo con su puñado de palabras hirientes.
En el pasado, ella se iba con un nudo en la garganta que no la dejaba decir nada, ni siquiera respirar, se iba con lágrimas abultadas en los ojos y dolor de panza. En el pasado, se iba a encerrar a su casa, a acostarse y a dormir hasta que se le pasara el malestar que le generaba la discusión.
En cambio ahora, diez años después, si bien todavía seguía detestando las discusiones, ahora, tenía las herramientas para quedarse en pie y enfrentar mirando a los ojos a cualquiera que la retase a una confrontación.
Ahora, era una mujer con argumentos. Ahora, era una mujer con respuesta para todo. Ahora, ante cada provocación respondía con otra nueva, y hasta con muchas otras tantas más.
Ahora, era una mujer.
Sorprendentemente la vida real tiene gustos agridulces que nos recuerdan cada minuto que nada es gratis... que para cada cosa buena que nos pasa, hay una enorme posibilidad de que algo malo equilibre nuevamente el Universo... Siento que este capítulo equilibra las cosas... ¿no? EXCELENTE...
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