Enero 2011. Café de Caballito. 19 hrs.
Paula y Fernanda ya habían llegado a la cita puntualmente, esperaban a su amiga que hacía algún tiempo no veían. Ex compañeras de la facultad cada tanto se juntaban las tres a tomar algo para ponerse al día con la vida de cada una. Finalmente la vieron entrar, levantaron ambas las manos para avisarle dónde se ubicaban y con una sonrisa las saludó a la distancia.
— ¡Hola Pau! ¡Hola Fer!
— ¡Hola nena! Tanto tiempo boluda, estabas perdida —se apresuró a decir Paula mientras le hacía lugar junto a su silla.
Se acomodó junto a Paula y frente a Fernanda que llamó a la mesera para pedirle tres cartas de servicio. La mesera, una chica de unos diecinueve años acudió enseguida al llamado bamboleándose atractiva hacia la mesa. Paula y Fernanda pidieron chopps de cerveza, ella un gin tonic.
— ¿Qué contás nena? Estás muy linda, eh. Te pusiste las pilas parece, ¿no? ¿Cuánto bajaste?—preguntó sonriente Fernanda.
— Sí, por fin me pude sacar esos kilos de encima. Bajé unos ocho o nueve kilos, un montón. Es que después de cierta edad y de un embarazo es cuesta arriba mantener la línea de los ¡veinte!
— Sí, por eso yo ¡no pienso tener hijos!—soltó Fernanda irónica.
— Primero, para tener hijos tenés que conseguir ¡un padre que esté dispuesto a hacértelos!—la desafió Paula risueña.
Todas se rieron fuerte festejando el comentario.
— ¿En qué andan ustedes, che? Hace más de un año que no nos vemos, ¿no? Paula se apresuró en contestar: —Yo estoy por renunciar al laburo porque me tienen los ovarios al plato. Mi jefe es un forro. Me tiene de trapo de piso así que estoy teniendo entrevistas durante los almuerzos. Con Julián nos estamos tomando un tiempo para ver qué nos pasa, si es crisis o rutina...
— Chau, ¡ya fue esa relación! Si se toman un tiempo no vuelven más a estar juntos, ¡eh!—dijo mientras hacía lugar en la mesa para recibir su gin tonic.
— Sí, puede ser no sé —acotó Paula con cara de cierta preocupación —veremos qué onda, igual, hace poco que estamos en este in pass. Dos semanas.
— Dos semanas que no la llama quiere decir —lanzó Fernanda mientras sostenía su chopp helado en una mano.
— Uh, qué mal. ¿Lo extrañás mucho? —dijo la profe.
— Sí, bah, no en realidad, pero pasa que me preocupa que si se corta del todo con Julián me cueste empezar otra relación ¿entendés? Una se queda medio resentida después de una separación. Ya me pasó antes mil veces y no quiero repetir la historia y salir por salir con flacos para no estar sola. Es de "loser" eso.
— Bueno, pero no podés dejar de coger por no querer comprometerte con el primer salame que te de bola —dijo Fernanda mientras buscaba sus cigarrillos en la cartera.
— No pasa por coger o no coger, pasa por lo que buscas en un tipo, en el por qué empezás una relación con alguien. Coger puedo coger con quien quiera.
— Ah ¡bueh! ¡Se agrandó! ¿Quién te creés que sos? ¿Pamela Anderson? —lanzó entre carcajadas Fernanda.
— ¡Escuchala Fer! Paula tiene razón. Coger se puede coger con el primer idiota que te mire en la calle pero después ¿qué te queda? ¡Nada! Después querés que el tipo se convierta en consolador y ¡se calle! —dijo mientras rechazaba el cigarrillo que le ofrecía Fernanda.
— Sí, que se yo. Prefiero un consolador en ese caso —disparó Fernanda, pero enseguida se retractó: — No, mejor una pija. Sí, nada como una buena pija... Yo justamente ando en eso. ¡Buscando la pija de mi vida! Las tres soltaron una cascada de carcajadas y brindaron por "¡la pija de la vida de una!"
Siguieron charlando de ex novios, de trabajo, de cómo a veces la carrera elegida nada tiene que ver con la vocación hasta que Paula se detuvo para saber en qué andaba la ex profe de inglés que no contaba nada de su vida de esposa, madre y recientemente socióloga graduada.
— ¿Y vos? ¿En qué andás? —asomó intrigada la pregunta de Paula.
— ¡Puf! ¿Por dónde empiezo? Humm... A ver... En el 98 yo enseñaba inglés a domicilio. Y un día la empresa para la que laburaba, me asignó un alumno nuevo. Él: 33 años, soltero, médico y amante de los viajes y la buena vida. Yo: 26 años y con una relación de mierda con un tipo que era un hijo de puta. Me enamoré de mi alumno y él de mí. Empezamos a salir a la medianoche del fin de año del 98'. Dejé a mi pareja, me fui a vivir sola y salí con este flaco por un año y medio.
— ¿Por qué se pelearon? —preguntó curiosa Fernanda.
— Nos separamos porque queríamos cosas diferentes de la vida. Yo quería una familia. Esposo, hijos y la felicidad garantizada. Él no. Desde el primer momento me dejó muy en claro que el compromiso, el casamiento, los hijos, la convivencia no son cosas que le interesen en lo más mínimo ni es capaz de intentarlo siquiera. Están muy lejos de su concepción de la vida. Él nació para estar en pareja pero a la distancia, sin casamiento, sin hijos y sin convivencia.
— Bueno, tan mal no la debe pasar supongo —pensó en voz alta Fernanda.
— No sé si lo pasará mal o bien pero el tipo no es normal —concluyó Paula.
— La cuestión es que nos separamos en mayo del 2000 y en enero del 2009 reapareció.
— ¡NOOOOOO! —exclamaron al unísono las amigas oyentes de la historia.
— ¡Sí!
— ¿Para qué? —increpó Paula y agregó: — ¡Ya te perdió! ¡Que se joda ahora! "¡llegaste tarde, papi!"
— Mirá vos... diez años después te vuelve a buscar. Ese hombre te ama... —acotó Fernanda mientras miraba absorta una aureola de humo que había salido por casualidad de su cigarrillo.
— El tema es que hace dos años que venimos chateando, hablando por teléfono, discutiendo y reconciliándonos y bueno, quiero verlo.
— ¿Para qué, negra? Vos ya tenés una familia, un marido, un hijo, una carrera y si te pusieras las pilas hasta un laburo —la cuestionó Paula, la más racional de las tres.
— ¿Cómo para qué, Pau? Ese tipo es ¡la pija de la vida de esta mujer! —dijo Fernanda para bajarle la emotividad al momento. Las tres se sonrieron en silencio.
— Lo quiero ver. En estos dos años de comunicación siento que me volví a enamorar de él. O que nunca lo dejé de amar, y pienso que agradezco a la vida lo que tengo, un hijo maravilloso y hermoso y bueno y sano... y un marido que no es el marido del mes pero no me hace faltar nada.
— Nada material, querrás decir —sugirió Fernanda.
— Sí, ¡eso! No me hace faltar nada material, no es lo apasionado y amante que quisiera que fuera pero es lo que elegí. No lo fue antes, no lo es ahora, no lo será jamás. Aunque evolucionó bastante, no puedo dejar de decirlo. Antes era peor.
— Bueno, conformate con lo que tenés y ¡no te metas en quilombos, boluda! —le aconsejó Paula.
— ¡Andá a verlo, nena! No cualquier tipo vuelve después de una década a buscar a una mujer. Ese hombre está pelotudo de amor por vos. ¿Se quiere casar ahora? —preguntó Fernanda.
— ¡No! Sigue firme en su convicción de que nada que tenga que ver con la institución "Familia" le concierne.
— Mirá. Pensalo bien antes de tomar cualquier decisión. Podés poner en riesgo tu presente por la calentura de un pasado muy lejano, nena. ¡Tené cuidado! Tu marido te va a matar si se entera.
— No está en los planes de nadie que el marido se entere, ¡boluda! —soltó Fernanda con el cigarrillo en la boca mientras le mostraba el chopp vacío a la mesera que pasaba cerca.
— No sé qué carajos hacer ¿entienden? ¿Qué hago? Cuando hablo con él me transporta a otro tiempo, a otro espacio, a otro estado, me moviliza, escucharlo hablar por teléfono me encanta, escuchar su voz después de tanto tiempo hace que se me aflojen las rodillas, siento que lo nuestro permanece intacto a pesar del tiempo. Ojo, seguimos teniendo las mismas discusiones pelotudas de hace un siglo pero al mismo tiempo nos reconciliamos con esa misma ternura que nos envuelve en un estado de nirvana absoluto. Nos gusta mucho hablar. Nos disfrutamos mucho hablando y tanto nos conocemos en el pasado que ahora nos estamos redescubriendo más maduros. Pasaron diez años de esa loca historia de amor. Historia que estuvo predestinada a morir desde el comienzo. Y que ahora pareciera que están dadas las condiciones para continuar....
— ¡Claro! ¡Está perfecto! Vos ya no vas a esperar a que él sea el padre de tu hijo, ni que te proponga convivencia, ni matrimonio, ni nada porque eso ¡ya lo tenés! Él sólo te puede ofrecer su amor. Limpio, puro —razonó Fernanda.
— ¡Eso es una reverenda pelotudez, Fer! —Se enojó Paula— ¡no podés decir semejantes pelotudeces!
— ¡Pará boluda, eh! ¡A mí no me hablás así! —se defendió Fernanda.
— ¡Chicas! No discutan, por favor. A ver, Fernanda, lo que acabás de decir es exactamente algo que yo también pensé. En este momento en mi vida tengo lo que siempre quise... una familia.
— No creo que sea así, disculpame, pero si te interesa otra persona que no es tu marido entonces no tenés lo que querés sino que tenés parte de lo que querés y con la persona equivocada —racionalizó Paula.
— ¡Tal vez Pau tenga razón en esta, eh!—admitió Fernanda y atacó el platito con maníes pelados que acompañaba las cervezas.
— Sí. Es probable que sea así pero no voy a desarmar mi familia por un hombre que me movió el piso hace una década —concluyó y pidió otro gin tonic a la mesera que justo pasaba cerca de la mesa con una bandeja repleta de vasos vacíos.
— Mirá nena. Hacé lo que te dicte el corazón —sentenció Fernanda y le volvió a mostrar un chopp vacío a la mesera.
— No sé qué decirte, negra —reflexionó Paula mientras miraba absorta las mesas ocupadas por parejitas amorosas en la vereda del local— yo no me arriesgaría a perderlo todo por alguien del pasado.
— Pero que volvió después de ¡diez años! —Agregó Fernanda— el tipo tranquilamente te hubiese borrado del historial de su vida y a otra cosa mariposa, pero no, quedó enganchado con vos. Fuiste re importante en su vida, fuiste una historia grosa para él y volvió a buscarte porque siempre te tuvo presente. Eso es amor, ¡no me jodas! Ojalá a mí me pasara una cuarta parte de esa historia.
— Yo en cambio no quisiera estar ni un segundo en tus zapatos —Paula agregó con el entrecejo fruncido.
Terminaron sus tragos, pagaron la cuenta y salieron a pasear en el auto de la ex profe de inglés. De Caballito condujo sin pensarlo a Villa del Parque. No se dieron cuenta dónde estaban hasta que Fernanda preguntó si ese camino la dejaba a ella en su casa, en Villa Urquiza.
Paula entonces entendió lo que estaba sucediendo
— ¿Estamos en su territorio, no?
— Sí. —contestó ella.
— ¡Llevanos a ver dónde vive, negra! —lanzó Fernanda entusiasmada.
Dio un par de vueltas por el centro de Villa del Parque y se detuvo en una esquina. Miró hacia la derecha y les señaló un edificio alto y dijo quebrada por la nostalgia: —Es allá, 7mo piso, ahora esta calle es contramano. Yo siempre estacionaba allá en frente. Está todo cambiado ahora.
— ¿Le tocamos el timbre? —Bromeó Fernanda — ¡hacemos un rinraje!
Se rieron a carcajadas las tres festejando el chiste.
Luego emprendieron el viaje de regreso en silencio. Cada una reflexionando a su modo los ribetes y vueltas inexplicables que tiene la vida.
Osssssssoooooo!!!! Qué cierto es eso de ir boludeando con el auto y pasar cerca de... Especialmente cuando uno siente que está LEJOS DE...
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