Releyó varias veces el mail, pero lo eliminó.
Esperó impaciente a que se hiciera de noche para dedicarse a escribir una nueva respuesta. Improvisó una excusa verosímil para quedarse sola frente a la computadora mientras el marido la llamaba desde la habitación para que se fuesen a dormir.
— Ya voy. Me llegó una oferta de laburo interesante, les mando un mail y voy. Dormite vos—, le dijo desde otra habitación tratando de no despertar al bebé que dormía plácidamente en su cuna en otro cuarto.
Ya tranquila frente al titilante cursor y la página en blanco fijó la mirada en el monitor, buscando palabras, buscando muchas palabras. Palabras que no la pusieran en evidencia del estado de shock por el que atravesaba.
Todavía no podía creer que una década después él se estuviera comunicando, después de diez años él volvía del pasado. Se preguntaba qué lo habría motivado a semejante decisión. Le creyó cuándo en el mensaje él le decía que había obtenido su dirección de correo electrónico algún tiempo antes de enviarle un mensaje. Lo reconocía como un hombre racional, apasionado, pero racional.
Sabía que habría meditado mucho las consecuencias de regresar después de tanto tiempo. O mejor dicho, de ir a buscarla. Estaba segura de que antes de clickear sobre enviar habría pensado en abortar toda esa absurda idea de aparecer luego de tanto tiempo, tantos años vividos sin saber nada el uno del otro... pero sin embargo esa misma idea lo habría alentado a contactarse de una buena vez. No tenía sentido seguir sin intentar un contacto. Un único e inocente contacto.
Meditó esto e imaginó un Alien evaluando las posibilidades de hacer contacto con la Tierra y sus múltiples consecuencias suponiendo que alguien pudiese interpretar algún mensaje enviado por una civilización desconocida. Pensó que era una estupidez al principio, pero luego decidió que no lo era tanto, después de todo, tanto él como ella no eran personas comunes y corrientes, por lo menos no lo eran el uno para el otro.
El latir del cursor en el espacio en blanco del mensaje empezó a molestarla, a presionarla a que dijera algo, entonces comenzó:
« ¡Hola! ¡Qué sorpresa tener noticias tuyas! La verdad es que no sé qué decirte. Me parece increíble recibir un mail tuyo después de una década entera de no saber nada de vos.
¿Seguís viviendo en Villa del Parque? Un par de veces que anduve por la zona me acordé de vos. Siempre me gustó ese barrio. Yo vivo cerca de Caseros. Ya hace unos dos años. Me gusta el barrio, es muy distinto al barrio de mi infancia pero me adapté rápido.
¿Seguís tocando el bajo? Me acabo de acordar de cuando practicabas en el living... Increíble cómo los recuerdos surgen de la nada con un simple nombre. Me dijiste Polaco y casi que me caigo de la silla. Qué loco que una única palabra dispare tantos recuerdos.
¿Vos cómo andás? ¿Seguís viajando por el mundo? Yo tuve la suerte de poder viajar a Estados Unidos dos veces en un mismo año, y lo mejor de todo es que fueron viajes que surgieron de la nada y relacionados con distintas actividades que tuve.
¿Te sigue gustando la lluvia? ¡Mirá de lo que me vengo a acordar! jajaja...
¿Cómo fue que se te ocurrió mandarme un mail? La verdad que fue una alegría inmensa recibir tu mail.
Honestamente me puso contenta. Contame de vos, ah, y ¿cómo conseguiste mi dirección?
Un beso grande.»
Releyó su respuesta una vez más y la envió, dudando si era lo correcto aceptar mantener ese contacto con parte de un pasado que tanto le había costado superar.
Estando a punto de empezar a cerrar los programas de su computadora recibió el aviso de que tenía un mensaje nuevo. Sí, era una respuesta de él.
excelente relato , la memoria no olvida lo que alguna vez hizo erizar la piel
ResponderEliminarSigue atrapando el relato de las emociones. Deseo y más deseo... ilusión. Siempre me quedo con ganas de más y saber qué pasará. Saludos!
ResponderEliminar=)
ResponderEliminarsigo sin expresión!! prometo q algún día m sale XD
mientras t recomiendo por google+ y el face XD