Que ya era tiempo de parar, que ya no quería seguir sufriendo más...
Mientras él permanecía inmóvil, todavía, sentado con la mirada fija en el suelo y un cigarrillo de ceniza entre los dedos de una mano, ella iba y venía juntándole sus cosas y metiéndolas en bolsitas de supermercado, en silencio, y con los ojos inflados de llorar.
Luego, él fue aceptando dócil la decena de bolsitas y fue y volvió las veces que le demandó llevarse todo lo que ella dictaminó que le pertenecía. Fue amontonándolas en el frente de la casa de sus padres que ya habían apagado las luces del living, lo que indicaba que estarían acostados mirando televisión o durmiendo.
Antes de irse, ella le pidió su copia de las llaves de la casa. Metió una mano en el bolsillo del jean y sacó las dos llaves unidas por una argolla metálica. Una era del candado de la puerta que daba a la calle y la otra de la puerta de entrada. Ella las tomó rápidamente y le dijo que no pasara a verla y que ella misma hablaría con la dueña de la casa para arreglar el término del contrato de alquiler.
Aquella noche se acostó en el medio de la cama de dos plazas, ocupando todo el espacio que su menudo cuerpo podía cubrir. Al cabo de un rato de quedarse mirando el cielorraso, así, desparramada a sus anchas y con un extraño sentimiento de liberación, respiró profundamente como si acabase de recargar energías para llevar a cabo una ardua tarea.
Encendió un velador, dispuso algunas almohadas contra la pared para que le sirvieran de respaldo; con un cigarrillo en los labios, tomó su agenda y una calculadora y un lápiz y comenzó a proyectar cuánto tiempo necesitaría para juntar la plata suficiente para mudarse. Pensó en pedirles a sus padres una garantía para el futuro nuevo contrato de alquiler, aunque también se le cruzó por la cabeza la posibilidad de volver a la casa paterna hasta tener lo suficiente para vivir sola pero de inmediato descartó la idea. Sintió que era retroceder innecesariamente.
Al cabo de un mes ya había juntado la plata, señado el departamento de dos ambientes y coordinado el flete para la mudanza de su heladera, su ropero y su cama de dos plazas, todo lo demás lo cargó en el auto rebatiéndole el asiento trasero.
Tramitó una línea telefónica y habilitó el servicio de gas que habían cortado por falta de pago. El departamento era más de lo que en realidad necesitaba para vivir cómodamente. Era una planta alta con vista a techos de tejas y arboledas desde el dormitorio. Finalmente se mudó con la ayuda de un fletero amigo de la familia y sus padres que celebraban el comienzo de una nueva vida para la hija, en apariencia, una vida algo mejor que la anterior.
La primera noche en su nuevo hogar fue una verdadera sorpresa. Las parejas vecinas de un costado y de la planta baja habían coincidido en rendirle homenaje al amor. Sí, gemidos, gritos y el vaivén de lo que supuso era una cama contra una de las paredes de su cuarto la desvelaron, decidió entonces dar una recorrida nocturna por el barrio.
Caminó hasta la plaza que quedaba a apenas dos cuadras de distancia y se detuvo a contemplar la Parroquia que se erguía al final. Cruzó la plaza y fue directo hasta la entrada del edificio. La puerta estaba abierta y entró. Dentro vio una imagen de una virgen y leyó "Stella Maris". Entró sin persignarse y tomó asiento en uno de los últimos bancos. Pensó en un momento que lamentaba un poco no estar bautizada y desconocer los rituales religiosos porque tal vez con ese conocimiento sabría qué se hace en la Casa de Dios.
Muchas veces había visitado Iglesias y Parroquias pero únicamente en casamientos y bautismos, nunca movilizada por la fe. Al cabo de un rato de estar ahí, contemplando la belleza de las vírgenes, se imaginó que los niños que tal vez estarían siendo engendrados por sus vecinos en ese preciso instante pasarían a ser hijos del señor al cabo de algún tiempo no muy lejano. Esa idea le causó gracia y decidió emprender el regreso. Salió del recinto y miró fijo al Cristo en la cruz y pensó: "si querés que crea en vos, haceme una señal."
Salió a la calle con una gran sonrisa dibujada en los labios.
Muy bueno!!! Seguí!!!
ResponderEliminarCada vez mejor, totalmente metido en esto. Me genera curiosidad. Saludos!
ResponderEliminarOK, ya estamos encarando la nueva etapa!!! Los miedos se traducen en sonrisas y el vaivén de incertidumbre-placer-alegría-bajón cíclicos ante lo nuevo e imprevisible nos va dando poco para aburrirnos... Muy buen relato!!! Se siente tal cual!!
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