La Jupia era una mujer misteriosamente hermosa. Los cabellos castaños le llegaban hasta donde se podía adivinar un par de suaves pechos carnosos. Callada, de paso aletargado y felino, se paseaba en plena tarde bajo el sol abrasador, con un inexplicable aire de frescura. Los hombres se detenían a observarla pasar todas las tardes, quedándose paralizados y con un gesto libidinoso, buscándole la mirada. La Jupia no hablaba. Vivía en una casita blanca, apartada, camino entre el bosque y el Valle.
Aunque era deseada por todos, ningún hombre jamás se había atrevido a proponérsele porque tenían miedo de que la leyenda fuese verdad. La leyenda de las brujas en la República Dominicana es una herencia de Europa. Se creía que la Jupia era hija de un mortal y una bruja. Un híbrido sin humanidad. De noche, se podía oír, si uno prestaba la suficiente atención, jadeos perdidos en el bosque. Alaridos de hombres entregados al placer.
Alberto era un recién llegado e inexperto en los quehaceres de la conquista y las costumbres locales. Un joven corpulento y viril. Nuestras brujas son seres de la noche, mujeres de aspecto envejecido y tétrico, de alma perversa. Como en la vieja tradición, las brujas vuelan en escobas, aunque aqui prefieren convertirse en aves de buen tamaño y revolotear sobre las casas, emitiendo graznidos espantosos.
Aseguran, que las brujas se quitan la piel antes de volar, que la ponen en remojo en una tinaja, y que luego alzan el vuelo diciendo ¡Sin Dios ni Santa Maria! para acceder a las fuerzas mas oscuras. Cuenta la gente que cuando vuelan, emiten risas y cantos incomprensibles, cuando no resoplan al viento un claro fo-fo-fo, que utilizan también para ahuyentar a los que las descubren.
Dicen los campesinos que cuando las brujas no vuelan por las noches, descansan bajo las matas de plátano de los conucos. Las brujas succionan la sangre de los niños, y la extraen directamente del ombligo o del dedo gordo del pie, a través del pecíolo hueco de una hoja de higuereta Ricinus comunis, o del de una hoja de lechosa, Papaya carica.
Se cree que las brujas no atacan a los hijos de sus compadres, ni a los mellizos o gemelos. En todas las comunidades rurales hay historias de brujas que fueron descubiertas en pleno vuelo. El proceso de atrapar a una bruja se conoce como "tumbar a una bruja", y los "tumbadores" son personas con cierto poder, que conocen las oraciones y los rituales especiales para este fin. Dicen que cuando se atrapa a una bruja hay que esperar el amanecer, pues cuando sale el sol el encantamiento se rompe y se puede descubrir la identidad de la maligna mujer. Aseguran que cuando llueve y hace sol, en algún lugar escondido se esta casando una bruja...
No hay comentarios:
Publicar un comentario