A. es un escritor polémico, no pierde ocasión de manifestarse joven agrio y rebelde, típico representante de los llamados angry young men (jóvenes airados). Allí donde va o se representa una obra suya despierta extremadas polémicas. Trabaja de prisa. Ha escrito cinco obras de teatro y una adaptación de la novela de Carsons McCullers The Ballad of the Sad Cafe (La balada del café triste). Su única preocupación es la espontaneidad literaria. The Zoo Story (Historia del zoo) se estrenó en 1959. Es la confrontación violenta de dos posturas ante la vida; una pieza extremadamente simple y desconcertante a la vez. Sólo hay dos personajes y la obra es prácticamente un monólogo. Escribió después dos piezas cortas: The Death of Bessie Smith (La muerte de Bessie Smith) y The Sandbox (La caja de arena). Ambas son rnediocres por su construcción, aunque respiran una violencia expresiva y dramática muy propia de A. The American Dream (El sueño americano) es la más importante de sus obras. Algunos críticos le reprocharon un contenido «nihilista, inmoral y derrotado».
A. trata de denigrar el tema de Estados Unidos como baluarte de las libertades individuales. Su técnica es la caricatura. Toma los elementos tradicionales del «sueño americano» -la familia feliz, el héroe idealizado, el buen comprador- y los exhibe en forma distorsionada y grotesca. «Mi intención ha sido ofender», ha dicho A. acerca de esta pieza. En 1962 se estrenó en Nueva York Who's Afraid of Virginia Woolf? (¿Quién teme a Virginia Woolf?), la más conocida de sus obras, que ha tenido gran difusión merced a su adaptación cinematográfica. En escena sólo hay cuatro personajes. La intensidad del drama es tal que requirió para su estreno dos compañías distintas en sus representaciones de tarde y noche. A. ha conseguido en ¿Quién teme a Virginia Woolf? una obra larga de intelectualizada crítica. Ridiculiza el ambiente universitario, el amor matrimonial de dos parejas patológicas. Más que teatro rebelde es psicológico, en el que se manifiesta la frustración psicoanalítico de muchos matrimonios americanos. La obra dura tres horas de diálogo y polémica a veces morbosa.
A. trata de denigrar el tema de Estados Unidos como baluarte de las libertades individuales. Su técnica es la caricatura. Toma los elementos tradicionales del «sueño americano» -la familia feliz, el héroe idealizado, el buen comprador- y los exhibe en forma distorsionada y grotesca. «Mi intención ha sido ofender», ha dicho A. acerca de esta pieza. En 1962 se estrenó en Nueva York Who's Afraid of Virginia Woolf? (¿Quién teme a Virginia Woolf?), la más conocida de sus obras, que ha tenido gran difusión merced a su adaptación cinematográfica. En escena sólo hay cuatro personajes. La intensidad del drama es tal que requirió para su estreno dos compañías distintas en sus representaciones de tarde y noche. A. ha conseguido en ¿Quién teme a Virginia Woolf? una obra larga de intelectualizada crítica. Ridiculiza el ambiente universitario, el amor matrimonial de dos parejas patológicas. Más que teatro rebelde es psicológico, en el que se manifiesta la frustración psicoanalítico de muchos matrimonios americanos. La obra dura tres horas de diálogo y polémica a veces morbosa.
Hay una escuela de teatro que arranca con Arthur Miller y Tennessee Williams y continua en la actualidad con escritores como David Mamet. Son obras de teatro con un 'color local' muy norteamericano, intensas, con pequeños dramas cotidianos (en muchas ocasiones conyugales), y girando casi siempre en torno al éxito y el fracaso (fracaso como personas, como profesionales, como matrimonios, como padres o hijos...). Un tipo de teatro que se aleja mucho de las tendencias europeas pero no por eso deja de ser interesante.
Aunque la primera obra de Edward Albee (Historia del Zoo) tuvo que estrenarse en Berlín ante la negativa de los teatros de broadway a estrenarla, en '¿Quién teme a Virginia Woolf?' nos encontramos con una pieza que se inscribe a la perfección en el estilo antedicho y que incluso continúa, si bien con más profundidad y con diferentes matices, los temas tratados por Williams.
Un viejo matrimonio (Martha, una mujer de cincuenta años todavía atractiva e hija del rector de la universidad de Nueva Cartago, y George, profesor del departamento de historia de dicha facultad, un hombre apocado y 'fracasado') reciben, tras una fiesta, a una joven pareja en su casa; Nick, un joven atractivo, profesor de biología y nueva adquisición de la universidad, y Honey, su mujer, bonita y algo sosa. Durante toda la obra, con cinismo y cierto aire intelectual, se dedicarán a herirse y humillarse, involucrando en su órbita a la joven pareja. No dejarán trapo sucio por sacar, y los 'juegos' (humillar a los anfitriones, montar a la anfritiona, echar a los invitados, matar al hijo...) irán subiendo la tensión en el ambiente hasta la catarsis final. Una obra larga (que puede llegar a tres horas según el montaje) pero que, debido a la fuerza y a la calidad de sus diálogos, resulta corta tanto en el teatro, como en el cine.
Aunque no he visto la versión cinematográfica, todo el mundo la tiene por excelente. Razón de más para descubrir esta obra 'en las fuentes', y desazonarnos por las crueldades y el cinismo de este nuevo clásico universal.
Aunque la primera obra de Edward Albee (Historia del Zoo) tuvo que estrenarse en Berlín ante la negativa de los teatros de broadway a estrenarla, en '¿Quién teme a Virginia Woolf?' nos encontramos con una pieza que se inscribe a la perfección en el estilo antedicho y que incluso continúa, si bien con más profundidad y con diferentes matices, los temas tratados por Williams.
Un viejo matrimonio (Martha, una mujer de cincuenta años todavía atractiva e hija del rector de la universidad de Nueva Cartago, y George, profesor del departamento de historia de dicha facultad, un hombre apocado y 'fracasado') reciben, tras una fiesta, a una joven pareja en su casa; Nick, un joven atractivo, profesor de biología y nueva adquisición de la universidad, y Honey, su mujer, bonita y algo sosa. Durante toda la obra, con cinismo y cierto aire intelectual, se dedicarán a herirse y humillarse, involucrando en su órbita a la joven pareja. No dejarán trapo sucio por sacar, y los 'juegos' (humillar a los anfitriones, montar a la anfritiona, echar a los invitados, matar al hijo...) irán subiendo la tensión en el ambiente hasta la catarsis final. Una obra larga (que puede llegar a tres horas según el montaje) pero que, debido a la fuerza y a la calidad de sus diálogos, resulta corta tanto en el teatro, como en el cine.
Aunque no he visto la versión cinematográfica, todo el mundo la tiene por excelente. Razón de más para descubrir esta obra 'en las fuentes', y desazonarnos por las crueldades y el cinismo de este nuevo clásico universal.
Richard Burton y Elizabeth Taylor interpretan de forma soberbia a George, un profesor universitario, y a su amargada y psicótica mujer, Martha. Después de una fiesta con los colegas de George, el maduro matrimonio invita a una joven pareja a tomar una copa en su casa. | |
Crítica | |
Apasionante opera prima de Mike Nichols. Su puesta en escena es básicamente teatral, un escenario, cuatro actores... y una explosión de talento. Un guión magnífico y muy bien hurdido, el diálogo nunca cobró tanta fuerza como aquí, es inteligente, audaz, sorpendente y no deja respiro. La fotografía en blanco y negro es perfecta (se llevó un oscar) y la música de Alex North magnífica, pero lo mejor de la película lo ponen dos actores en absoluto estado de gracia. Elizabeth Taylor en la mejor actuación de su vida, con un personaje que es una "rara avis" en su carrera. He de decir que esta actriz no es santa de mi devoción... pero aqui estuvo inmensa (merecido Oscar). Ahora, el que se come la película y a sus tres compañeros de reparto, es un enorme Richard Burton que se merecía todos los premios del mundo (incomprensiblemente el Oscar se le escapó) por su magnífica composición de personaje. Espectacular en cada escena, va más alla del elogio. Toda la acción se produce en una noche, los diálogos absorven la película, verdades a la cara, reproches, insultos y miserias humanas. Todo bajo la dirección de un portentoso Mike Nichols que describiría aquí una de las relaciones de pareja (constante temática en su obra) más turbias y locas que ha dado el cine. Trece nominaciones al Oscar, aunque se llevó sólo cinco (el de mejor director llegaría el año siguiente por "El graduado"). El final es buenísimo. Imprescindible. |
Un clásico contemporáneo: "Yo siempre le he tenido temor a esta obra", dice Espert, "y no sólo porque es durísima para los intérpretes, lo más duro después de las tragedias griegas y algún Shakespeare. Sino por esa nebulosa que desprende su título...
Pero que no entienda mal el público, no se trata de la historia de una pareja destrozada, hoy. Ni siquiera es la versión cinematográfica que protagonizaron Elizabeth Taylor y Richard Burton (1966): un matrimonio que se odia y se insulta y se pega. "No, no es el melodrama de a ver quién mata a quién". Adolfo Marsillach, director y adaptador de la obra de Albee, además de protagonista, insiste: el lobo es la mismidad: "Cada vez es más difícil ser uno mismo en una sociedad que continuamente nos está robando, donde no somos nosotros mismos sino la imagen que de nosotros tienen; siempre ha pasado, pero con la televisión, la publicidad, el cine, todo se distorsiona. Tenemos miedo a la realidad, que nos hunde. El miedo obliga a estar continuamente jugando e inventando. Si con Sartre el infierno eran los otros, aquí el infierno son ellos mismos: su propia realidad". Será entonces que para sobrevivir en ese infierno, necesitamos la mentira.
Es la imaginación: es conseguir salirse de uno mismo para acercarse al otro, puesto que en la realidad cotidiana el acercamiento es doloroso y casi imposible.
Luego, cada vez más, el arte o la distorsión de la realidad será imprescindible. "¿Por qué un escritor escribe una novela o un músico compone una sinfonía?", se pregunta el dramaturgo. "¿Por qué nosotros vivimos de ser otros? Pues seguramente por una insuficiencia que cubrimos con otra realidad distinta. Cada ser humano lo resuelve a su manera; la nuestra es una manera cínica: hacemos de eso una profesión". También los protagonistas juegan a ser actores, ofreciendo la ilusión de un teatro de la vida dentro del teatro, porque "todos tenemos la necesidad de jugar a algo" (Marsillach). "No son actores, juegan a una historia de amor extraña, muy dura" (Espert). "Con grandes zonas de humor, ingrediente del teatro del absurdo, que produce hilaridad: cómo tratamos a la pareja de recién llegados" (Marsillach).
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