La noche despoja las calles de vida y poco a poco se devora la ciudad. Sólo un par de autos estacionados aquí y más allá, un velo blanco sobre los parabrisas. Las luces de los alumbrados desnudan la lluvia que barniza los adoquines, uno a uno. El frío se suelda a las ventanas de los edificios, intenta entrar. Una inmensa moneda plateada se hunde en aquel cielo sin estrellas.
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