Capítulo 1/Episodio 3: El principio del fin.
El día siguiente lo sorprendió agotado y deseando que aquel sueño no tuviera fin.
A ella
también. Ese sábado caluroso de octubre, llegó a su casa más tarde que de
costumbre. Pero no le importó. El hombre con el que convivía aún no había
llegado, eso la alivió. Se recostó con una sonrisa extraña. A la mañana
siguiente quiso que el tiempo transcurriera veloz para que por fin se hiciera
el primer martes de clase, más precisamente, que fuera el martes, a las 19
horas. Se sucedieron los días y un par de veces la sorprendieron pensativa con
una mueca difícil de descifrar. "En qué estarás pensando, vos..." se
animó a exclamar Francois, en un español afrancesado, en la cocinita del
instituto de idiomas para el que ambos trabajaban. Él obviamente enseñaba su
francés natal, y ella, inglés. —¡En nada, Fransuá! ¡En nada! —respondió por
acto reflejo mientras seguía batiendo estúpidamente el preparado que luego se
convertiría en café instantáneo. Nunca un alumno nuevo la había inquietado
tanto.
El martes
llegó finalmente. Llegó puntual. Tocó el portero eléctrico y esperó impaciente
a que bajara a abrirle la puerta de entrada al edificio. Esta vez no hubo
testigos. Un beso fugaz en la mejilla y la incomodidad de estar juntos y solos
en el ascensor podía percibirse en la atmósfera. La clase fluyó con normalidad,
es decir, nadie hubiese adivinado el torbellino que los invadía por dentro.
Luego de puntuales 60 minutos de clase y de frases con verbos auxiliares,
afirmaciones, negaciones e interrogaciones por fin se pudieron quitar los roles
de profe y alumno por un rato. —Bueno, esto es todo por hoy. Espero que puedas
hacer los ejercicios que te dejo y ya sabés que cualquier consulta que tengas
la podemos revisar la próxima clase. —Un silencio impertinente, incómodo, se
interpuso y él atinó a decirle "Gracias." Lo miró confundida y él
sólo lanzó un "gracias... te lo digo porque fuiste muy clara con la
primera lección y me gusta escucharte hablar, digo, me gusta cómo me hablás,
no, mejor dicho, me gusta cómo explicás las cosas que hasta hoy me parecían imposibles
de entender y sin embargo ahora veo que no es tan difícil solo es cuestión de
prestar un poco de atención y listo, la cosa es más clara cuando se presta
atención y... eso."
Sonrió, él
se sonrojó. Bajaron los siete pisos a la realidad en silencio, esquivándose las
miradas. —¿Te espero el sábado a la tarde? —, preguntó él tímidamente. —Sí.
Tratá de hacer los deberes, ¡eh! —, contestó. Se despidieron con un beso
peligroso, y la piel les quemó.
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