Capítulo II: El viaje.
Llegó a la
esquina donde se detenían los charters a recoger a sus pasajeros para llevarlos
de regreso a casa. Miró la hora, eran las 18:07. La Sra. Rachel, de la empresa
de charters que Jay había contratado le había indicado telefónicamente, que
esperara el charter de las 18 en aquella esquina. Lo reconocería porque tenía
impreso el nombre de la empresa de transporte en ambos lados del inmenso micro
de larga distancia. Por fin lo vio doblar en la esquina, tomó el comprobante
del pago electrónico para mostrárselo al chofer en cuanto se subiera al
vehíchulo. Dejó pasar a un par de señoras regordetas cargadas con carteras y
bolsas de boutique, un hombre mayor de traje oscuro le cedió el paso para que
subiera. Con una sonrisa amplia Jay aceptó la gentileza y subió. El chofer le
sonrió con simpatía y le preguntó si era pasajera eventual, ella le explicó
mostrándole el comprobante de pago que en realidad a partir de ese momento
sería pasajera habitual de ese horario en aquella parada. El chofer la invitó a
sentarse en el primer asiento, le indicó gentilmente que cuando recibiera el
abono mensual le asignarían un asiento fijo en ese coche. Jay se acomodó en la
mullida butaca aterciopelada. Se reclinó en el asiento y descansó la cabeza en
el confortable respaldo. Se puso los auriculares y encendió la música que la
transportaría a un mundo de sensaciones.
La
velocidad del charter, la oscuridad dentro y fuera del vehículo, el cansancio
por el primer día de trabajo, el perfume que emanaba la butaca, el maduro y
atractivo chofer que le sonreía desde el espejo retrovisor... la excitaban.
Para su
sorpresa, podía sentir en el cuerpo los movimientos, sutiles o no, del gigante
rodado como movimientos propios. Las frenadas suaves, los arranques, cada pase
de cambios, cada aceleración, cada curva, cada levísimo cambio en el andar del
charter le repercutían en el cuerpo. Los sentía como propios. Sentía como si el
chofer la estuviese conduciendo a ella en lugar del autobus. Volvió a cerrar
los ojos para hundirse en la profundidad de sensaciones que le despertaban
aquel viaje. La velocidad se incrementaba, la vibración sutil se le colaba por
entre las ropas, se sintió de pronto parte de esa mole de metales, combustible,
gases, relojes. Era ella quien se confundía con el resto de autos en la concurrida autopista. Era su viaje.
No hay comentarios:
Publicar un comentario