domingo, 27 de septiembre de 2020

Eclipse de lunas. Capítulo V: Juguetes del destino.

Capítulo V: Juguetes del destino. 

Martín lastimaba sin querer.

Sabía que lastimaba, pero no podía evitarlo.

Su ausencia lastimaba, a más de una mujer.

Pero aun sabiendo esto, prefería acurrucarse en su escondite a lamerse, solitario, sus propias heridas antes que exponerse; como si mostrarse golpeado emocionalmente le doliese tal como punza el reflejo del sol brillante en los ojos luego de haber estado por mucho tiempo en la oscuridad.

Martín se refugiaba en sí mismo, replegado.Luego de un agotador día de trabajo llegó a su casa; no se sorprendió el no hallar a nadie esperándolo. Se quitó el morral de cuero y lo arrojó en el futón donde estuvo durmiendo durante las últimas semanas.


Se quitó la campera de gabardina verde y los zapatos al mismo tiempo; descalzo fue a buscar un vaso de boca ancha a la barra del bar del pequeño living. Se sirvió dos medidas de whisky, encendió un cigarrillo rubio y el equipo de audio. 

Se recostó en el futón, con una mano sostenía el vaso y el cigarrillo entre los dedos y con la otra libre descorrió las cortinas de la ventana para ver la noche.

Cerró los ojos y recordó el culo de Dita, entregado, suave y redondo. Sonrió y siguió hurgando entre sus recuerdos buscando sus pechos, esos que pudo saborear y acariciar con ternura y sosiego.

Con los ojos cerrados, aspiró profundamente el cigarrillo y al cabo de un instante abrió los ojos para ver la bocanada de humo azul ascendente hacia la noche.

En ese instante pensó en el porqué del destino, en las coincidencias de conocer a esta mujer que le quitaba el aliento entre sábanas, en el preciso, fausto instante en el que buscaba un respiro.

¿Qué designio del universo había trazado el curso de los dos para encontrarse en este momento, en esta vida, a esta altura de las circunstancias? Justo cuando el tiempo comenzaba a ralear entre el trabajo, su vida amorosa, sus obligaciones familiares... ¿por qué?

A Martín siempre le resultó placentero caminar en contra del viento. Le encantaba sentir su propia corporeidad, su propio peso, su fuerza hacia alguna parte... pero ahora sentía que su vida estaba inmersa en un vendaval rabioso que lo hacía perder, por momentos, el curso de su vida, su cauce.

No se sentía preparado para enfrentar estos vientos de cambio, aun cuando supo anticipar oportunamente, que alguna vez este momento que atravesaba llegaría por fin. Se sentía desilusionado, una vez más, por no haber acertado antes con la mujer capaz de apreciar su amor heroico. Una vez más esperaba ordenar el caos de su mente para descubrir la puerta de salida del momento, pero no como una puerta de escape, sino como una puerta que le permitiese despresurizar el ambiente, para tomar aire, para tomar distancia, para alejarse y entender mejor el escenario que se le presentaba y pensar bien la próxima jugada del tablero de ajedrez de su vida.

Martín entendió entonces que tanto él como Dita no eran más que meros juguetes del destino. 

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