Capítulo III:Dr. Rubinstein.
Una semana
después de acostarse con Martín, Dita concurrió a su cita con el Dr. Rubinstein
como hace cada miércoles de los últimos dos años. El consultorio del terapeuta
está en el antiguo caserón que Rubinstein tiene en Belgrano. A Dita le encanta
recostarse en el diván que da al ventanal con vista a la calle. Es mullido,
suave, cómodo.
—¿Cómo
está? —le preguntó Rubinstein mientras se acomodaba en su gran sillón
ergonómico de cuero negro.
—Bien.
Estoy bien.
—¿Algo de
lo que quiera hablar hoy? ¿Le pasó algo interesante durante esta semana? —Rubinstein
ya había encontrado en su gran tablet el archivo de su paciente con el registro
de todas sus anotaciones sesión por sesión.
—Hummm...
no, nada—respondió Dita con la mirada fija en un punto invisible en la calle.
Desde su ubicación podía observar los jardines y patios de las casas vecinas
del otro lado de la calle. Un perro callejero olfateaba la vereda de enfrente
persiguiendo el rastro, tal vez, de un bocado que saciara su hambre —En
realidad sí quiero hablar de algo—exclamó sorpresivamente—quiero hablar de
Martín—El terapeuta levantó la vista para observar a Dita que seguía con la
vista clavada en algún sitio del exterior, pero Rubinstein sabía que en
realidad su concentración estaba enfocada hurgando pensamientos en el fondo de
su mente.
—¿Quién es
Martín? —preguntó el hombre con curiosidad —Nunca lo había mencionado antes que
yo recuerde.
—Martín es
nuevo—respondió Dita volviendo la vista hacia el terapeuta y con una sonrisa
que le iluminó el rostro por completo.
—Y... ¿de
dónde salió este tal Martín?—preguntó Rubinstein mientras tipeaba el nombre
Martín en su tablet.
— Lo conocí
en un sitio de contactos.
—Ah... como
los otros...—comentó el terapeuta.
—Sí, como
todos los demás, pero éste es diferente.
—¿Qué lo
hace diferente?
—Martín es
profundo, complejo.
—¿Ya hubo
sexo entre ustedes?
—¿Ya? —preguntó
Dita levantando un poco la voz al tiempo que se le arqueaba una ceja como un
signo de interrogación.
—Sí. ¿Ya
hubo sexo entre usted y este tal Martín? —insistió Rubinstein.
—Sí.
—¿Y?
—Maravilloso.
—¿Qué más?
—¿Qué pasa
doctor? ¿Quiere que le dé detalles?
—Solo si
usted lo encuentra necesario... como en otras ocasiones con otros hombres con
los que mantuvo relaciones sexuales.
—¡Touché! —respondió
Dita con una sonrisa sarcástica.
—¿Qué tal
este Martín en la cama? ¿Qué edad tiene? ¿Es dotado? —preguntó el terapeuta.
—Muy bien
todo y no voy a entrar en detalles—respondió ella convencida de que tal
interrogatorio por parte de Rubinstein no era más que una provocación montada
más que un interrogatorio real —Martín es apenas unos meses mayor que yo y por
lo demás no tengo reproches por su miembro y el uso que hizo de él dentro de
mí—contestó con simpatía.
—Bien. ¿De
qué quiere hablar sobre Martín entonces? Sabemos que es profundo y complejo,
¿qué más?
—Es
inquietante.
—Siga.
Cuénteme qué la inquieta de Martín, por favor.
—Bueno —suspiró—
Martín es complejo, habla con metáforas, analogías; habla desde el
discernimiento entre lo correcto del pensamiento crítico y lo inmoral en los
hechos concretos. Martín entiende y sabe lo que es el amor heroico porque lo
conoce y hasta me atrevo a decir que en más de una ocasión lo habrá sabido
llevar a cabo. Martín sabe de amores no correspondidos y penas perpetuas,
eternas, sinfín. Él como pocos conoce el dolor, el sufrir, la agonía de perder
lo que se quiere en el aquí y ahora de los tiempos y aún así reconoce que el
amor legítimo es el que deja libre al ser amado, el que deja libre por siempre
corriendo el riesgo de pagar con el olvido tal libertad—los ojos de Dita se
inundaron de tristeza—, el precio más alto que una persona pueda llegar a
pagar, incluso, el precio del desprecio.
—¿Cuándo
vuelve a encontrarse con Martín? —preguntó intrigado Rubinstein.
—No lo sé.
Nadie lo sabe.
—¿Por qué
dice eso?
—Porque
Martín desapareció.
—¿Cómo lo
sabe?
—Hace una
semana que no sé absolutamente nada de él. Es el precio, doctor, es el precio. —Dita
volvió a quedarse quieta, hundida en sus propios pensamientos con la mirada
fija en algún punto del otro lado de la calle....
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