miércoles, 18 de abril de 2012

CAPÍTULO 18: Profundidades. 2° parte.



Llegaron a una cabaña frente al río. En alguna parte en la costanera norte de Buenos Aires. Dentro, una mesa servida frente a un ventanal con vista a un lejano muelle iluminado. Quesos, pancitos y dos copas de cristal.  Vino exquisito y un enorme sofá blanco sobre una mullida alfombra también blanca. Entraron y él la ayudó a quitarse el tapado petróleo. Se sentaron a la mesa dispuestos a disfrutar de la noche juntos.

   ¡Me sorprendiste con todo esto! —exclamó ella mientras examinaba detalladamente cada uno de los recipientes con quesos, arándanos, uvas, higos, panes y aderezos.

   ¡Vos te lo merecés! — le respondió él al tiempo que encendía desde una pantalla táctil el audio funcional, la iluminación y acondicionaba la temperatura del ambiente. También encendió los leños refractarios del hogar donde se encontraba el gran sofá blanco.

   Pero el agasajado ¡sos vos! ¡Es tu fiesta de cumpleaños! —respondió ella risueña.

   Vos sos mi mejor regalo —dijo él y le acarició fugazmente la mano sobre la mesa.

   ¿Qué es este lugar? — preguntó ella mientras le untaba un rulito de manteca en una rodaja de pan tostado a él.

   ¿Te acordás de Rolo? ¿Mi amigo Rolo? Fuimos a un cumpleaños en su casa una vez, ¿te acordás? — aceptó el pancito que ella le servía con una sonrisa amplia.

   ¡Sí! Claro que me acuerdo de Rolo. Me acuerdo de sus manos apretándome la cintura cuando bailé con él en su fiesta.

   Bueno —dijo y se reservó para sí lo que pensaba al respecto para no desviarse del tema— Rolo se separó y puso en venta esta cabaña y yo se la compré. Está bueno el lugar, ¿no? Ya hace tres años que la tengo y vengo casi todos los fines de semana. Este lugar me desconecta de todo, me traigo libros, música,...

   Mujeres — lo interrumpió ella pícaramente— No, bueno, sí pero no siempre — se disculpó por ser honesto.

   Estás en todo tu derecho de traer y llevar todas las mujeres que quieras a dónde quieras. Es tu vida y está perfecto que tengas alguna o algunas mujeres o una pareja estable... — trató de minimizar su interrupción, ella, simulando cierta despreocupación por el tema. — Sos libre, siempre lo fuiste — sentenció con una sonrisa triste.
   Sí, por supuesto que somos libres, Polaco. Los dos acá ahora juntos o por separado. Somos libres para elegir, fuimos libres para elegir... y esta noche nos volvemos a elegir como hace veinte años — en silencio él descorchó una botella de vino y sirvió en ambas copas. Ella aceptó el vino y sonrió con una felicidad inocultable.

   Brindemos — dijo él en tanto que se ponía de pie ceremonioso.

   Brindemos — repitió ella también poniéndose de pie.

   Por nosotros, por este momento y por seguir siendo inmortales como hasta ahora — alzó la copa él.

   Sí, por todo eso y por esto que tenemos entre los dos y que nos une para siempre — concluyó ella.

Rozaron las copas y bebieron mirándose a los ojos. Las dejaron vacías sobre la mesa y se condujeron hacia el hogar. 

Se sentaron juntos sobre el gran sofá blanco. Él la trajo contra su cuerpo, ella se dejó llevar rodeada por los brazos de él y un escalofrío le recorrió la espina dorsal. Se recostaron cómodos abrazados y fundieron sus bocas calientes en un largo beso...

Suspiraron y se miraron nuevamente a los ojos.

   Javier.

   ¿Qué? —dijo él sonriéndole contento por tenerla otra vez entre sus brazos.

   Te quiero, Javier —le confesó avergonzada al oír su propia voz diciendo aquellas palabras que la comprometían tanto.

   Yo también... —devolvió él.

   ¿Yo también qué? —insistió ella caprichosa.

   Yo también... eso. Yo también siento eso por vos...

   Pero yo te quiero más —dijo ella subiendo la apuesta.

   Pero yo te quiero antes — culminó él dando por ganado el juego.

   No lo sé. Tal vez sea así. Y por eso me fuiste a buscar en el 2009... Pero no volviste por mí nunca más... —entristeció ella.

   ...te estuve esperando. Sabía que tenía que esperar a que vos estuvieses preparada para esto. Estabas muy complicada por entonces. Estabas a full con tus cosas y yo era un estorbo. ¿O no era así? Estabas ocupada intentando formar una familia. Era eso lo que querías y yo sabía que no era el momento más oportuno para nosotros. Por suerte pudiste llegar a tu meta.

   Sí, es cierto. Quería agrandar la familia. Después de que Joaquín cumpliera los tres años quise darle un hermanito con quien compartir su vida... siempre creí que hubiese sido egoísta no darle la oportunidad de conocer lo que es tener un hermano. Un par para cuando los padres no estemos más. Y por fortuna llegó Julia y mi misión como madre fue encaminándose.

   ¿Y tu marido que opina de tus decisiones? ¿Él quería ser padre también? —la increpó con cierta frialdad en el tono.

   Mi marido se deja llevar... a veces no sé qué es lo que piensa ni lo que siente ni lo que le pasa. A veces es un desconocido... pero de todos modos, debo admitir que la llegada de Julia lo agarró en un buen momento. Lo encontró más seguro de sí, bah, no sé. Creo que lo encontró más maduro tal vez. Sí, es eso. Julia conoció a un padre con alguna experiencia de paternidad y con la voluntad de no repetir los mismos errores cometidos con Joaquín.

   Me alegra por vos, por tus hijos y, de rebote, por tu marido que me parece que todavía no se da cuenta de cuánto valés...

   ¿Por?

   Porque hiciste mucho para que la pareja funcionara —concluyó él abrazándola más fuerte de la cintura.

   En realidad hice mucho para no fracasar... —susurró ella como si lo hubiese pensado en voz alta.

   ¡No fracasaste, Polaco! Mirate. Joven, atractiva, madre aplicada, esposa, laburante, bella, in...

   ¡Basta! —Lo interrumpió abruptamente —Parece que estás leyendo un clasificado de ¡contactos! jajajaja —bromeó risueña.

   Es que sos valiosa y ¡no te enteraste todavía!


Sorpresivamente ella se puso de pie y fue a buscar su cartera; de ella extrajo un paquete rectangular envuelto en papel de regalo dorado con un moño en terciopelo rojo. —Feliz cumpleaños —y se arrodilló entre las piernas de él ofreciéndole el obsequio. — ¡Abrilo! ¡No te quedes mudo! ¡Decí algo! ¡Decí algo que esto es muy incómodo!

   ¡No sé qué decirte, Polaco! ¡Gracias! — y la tomó del cuello para besarla con toda la boca.

Abrió su regalo y se alegró como un chico al romper el ruidoso papel dorado. Dentro de la cajita rectangular un reloj con cuadrante plateado, fondo negro y agujas plateadas con malla también plateada.

   ¡Es hermoso, Polaco! ¡Muy hermoso! ¡Gracias! ¡Me sorprendiste, eh! —dijo poniéndoselo con la alegría instalada en la cara.

   ¿Te gusta? Lo vi y me encantó, era ideal para vos. No sé, pensé que te quedaría bárbaro —dijo ella satisfecha por haber acertado con su gusto.

   ¡Sacate todo! —le dijo él tomándola de la cintura para que se recostara sobre él.


Ella se recostó junto a él y se abrazaron fuertemente fundidos en un beso profundo, largo, húmedo y caliente...
La noche recién comenzaba... ella encima de él se subió la falda del vestido rojo hasta la cintura y abrió las piernas sobre la pelvis de él, en tanto que él la besaba cálida y profundamente. Con toda la lengua. Las manos de él le aferraban los muslos con firmeza, ella comenzaba a desabotonarle la camisa lentamente; él subió las manos recorriéndole el cuerpo por encima del vestido aterciopelado buscándole un cierre o botones para quitárselo, halló un cordón entramado en lo que resultó ser un corsé en la espalda. Tiró de una punta del cordón y  trató de aflojar el ceñido atuendo de ella, que colaboró para quitárselo fácilmente. Con dos movimientos de sus brazos se quitó por completo el vestido quedándose apenas cubierta por un soutien negro transparente y una prenda inferior diminuta que completaba el conjunto. Él la sostuvo por la cintura para contemplarla así, sentada sobre su masculinidad firme apenas cubierta por encajes negros. Se le hizo agua la boca al verla así, tan hermosa, tan sensual como siempre, como en sus recuerdos, como en sus sueños. Con firmeza la levantó y la puso de espaldas sobre el sofá. Le abrió las piernas y se ubicó encima de ella, aún vestido con la camisa blanca entreabierta y el pantalón que dejaba notar su total excitación. Ella abrió aún más las piernas y se acomodó de tal modo que el miembro de él le rozara su sexo totalmente húmedo y hambriento de él. Mientras se besaban y saboreaban excitados, ella se movía ondulante debajo de él, con la respiración audible y jadeante. Más se besaban y frotaban, más se deseaban y más incontenible se volvía la pulsión de sentirse desnudos por completo. Ella buscó con las manos el cinturón de él y en cuanto lo encontró lo desabrochó, bajó el cierre del pantalón y se lo quitó en un único movimiento junto al boxer de algodón negro. También se deshizo de la camisa dejándolo totalmente desnudo sobre su cuerpo ardiente. Él le quitó la ropa interior a ella y le liberó los pechos del soutien sin sacárselo, se tomó firmemente el miembro y se mojó la punta con la humedad que emergía de ella en tanto que no dejaba de besarla apasionadamente. Ella levantó las piernas rodeándolo por la cintura y lo rodeó con los brazos al cuello.

   Cogeme —le susurró al oído mientras abría aún más las piernas.

   Sí, mi amor, te voy a coger como nunca —le contestó él mientras sostenía el miembro con firmeza y comenzaba a sentirse devorado por el sexo de ella.

Él entró entero y se sintió desvanecer de placer, ella gimió sonoramente al sentirlo tan profundamente, tan caliente y firme dentro de su ser. En ese momento de total y absoluta armonía se estremecieron aún más al sentirse uno. Eran uno fundidos el uno en el otro. Se siguieron besando con pasión al tiempo que sus cuerpos coordinaban a la perfección sus movimientos rítmicamente ondulantes. Así fusionados el uno en el otro eran uno en el universo.  Se sentían las pieles del otro como propia. Más se sentían más se deseaban penetrar aún más. Ella endureció los músculos de las piernas y las fue cerrando lentamente. Un calambre profundo fue subiéndole por las pantorrillas hasta los muslos, los pezones ahora erectos se frotaban en el pecho de él, que no pudo resistir la tentación de besarlos alternadamente, recorrerlos ambos y mojarlos con su boca. Ella comenzó a sentir que una escalada de espasmos le nacía desde las entrañas, había comenzado a sentir que una marea de orgasmos se aproximaban salvajes. Él ya sentía las contracciones que le apretaban el miembro entero dentro de ella. Ya no podían aguantar más, ya no podían postergar más el deseo inescrupuloso de liberarse por entero. "Ahí viene" le advirtió ella en un hilo entrecortado de voz, "yo también" le contestó él jadeante. Él empujó un milímetro más dentro de ella y la sintió gemir desde el fondo de su cuerpo con las manos en su espalda llevándoselo consigo totalmente. Ambos se liberaron al unísono en un coro de placer, de profundo y primitivo placer, en un coro de pasión sanguínea, visceral, auténtica y profunda pasión. Se dejaron fluir uno dentro del otro al tiempo que seguían besándose profundamente, brutalmente, salvajemente... una y otra vez, y una y otra vez, y una y otra vez... hasta caer a la realidad del aquí y ahora exhaustos, sudados, con los corazones bombeando tanto como pudiesen para recuperar la respiración y equilibrar sus organismos cansinos...
Allí quedaron los dos, aún encerrados el uno en el otro, sintiéndose latir recíprocamente, sintiéndose vaciar el uno en el otro, como hacía veinte años, como hacía siete, como siempre que estuvieron uno en el otro, desde la historia de la humanidad. Desde el principio de todo.