sábado, 28 de julio de 2012

CAPÍTULO 22: "Polaco" no ama a mi marido.

14 de enero de 2016. 14 horas. CABA

Estacionó el auto a media cuadra de la dirección. El calor la abrazó en cuanto apoyó un pie en el asfalto caliente. Se identificó en el portero eléctrico y de inmediato se abrió la puerta de entrada. Subió los siete pisos intrigada por lo que iría a suceder consigo misma de ahí en más, pero dispuesta a mostrarse tal cual era.
Tocó el timbre y un hombre alto le dio la bienvenida con un gesto que le pareció una sonrisa discreta. Se sentó en un sillón frente al escritorio y observó el gran cuadro que colgaba de la pared blanca. Era una réplica del cuadro de Renoir Le Moulin de la Galette.



Se distrajo un instante en la pintura hasta que la mirada del terapeuta la trajo nuevamente a la realidad.

   ¿Le interesa el arte? —le preguntó el hombre, el Dr. Rubinstein, bastante tiempo después  de quedarse observándola luego de sentarse en su gran sillón ergonómico de cuero negro.

   Sí, en realidad siempre me atrajo el impresionismo y creo que Renoir es su mejor exponente. Esa pintura es una belleza por donde se la observe.

   Me alegra saber que la decoración de mi consultorio es de su agrado. ¿Desea beber algo? Tengo café espresso, té, infusiones o quizá prefiera algo fresco. El calor de estos días es realmente sofocante.

   Acepto un café, gracias.

Mientras el Dr. Rubinstein le servía café en una tacita de porcelana en el otro extremo del ambiente, ella lo observaba en el reflejo del vidrio que protegía la pintura frente suyo. Lo vio particularmente alto. Pensó que tal vez no era más que una ilusión óptica debido al ángulo del cuadro y su consecuente reflejo.

   ¿Azúcar natural o artificial? —le ofreció el terapeuta.

   Amargo, gracias. —contestó estrechándole las manos para recibir la tacita junto a su platito blanco.

   Me gustaría saber qué la trae a verme.

Hacía dos meses que había pedido turno con un terapeuta y el destino hizo que le fuera asignado un psiquiatra de renombre internacional. Especialista en esquizofrenias, personalidades múltiples, paranoias y un sinfín de patologías de la psiquis.

   Quiero resolver algo que sé que no está bien y pienso que la terapia podría ayudarme mucho en esto que me perturba... —dijo al tiempo que tomaba la tacita con una mano para beber el café. El amargor de la bebida la estremeció levemente. El sabor del café se instaló en su boca por un instante prolongado.

   ¿Qué la perturba? —disparó Rubinstein mientras escribía algo ininteligible con un lápiz óptico en su anotador táctil.

   Pufff... me perturba... mi vida... creo... mi vida pasada, en realidad... —dijo y bebió todo el resto que le quedaba del café. Un calor sofocante la invadió desde el centro del abdomen para luego irradiarse hacia todo el cuerpo. Sintió que las mejillas comenzaban a arderle. Buscó con la mirada alguna abertura y observó que la ventana balcón que daba a la calle estaba abierta y que frente a ella había un diván.

   Dr. ¿no le molesta si me recuesto en su diván?

   En absoluto. Para eso está allí, al servicio de quien quiera usarlo —le contestó con inesperada simpatía el hombre que no tendría más que, quizá, unos cincuenta años.

Se recostó y dejó caer sus suecos altos al piso, los cuales no hicieron el menor ruido al caer amortiguados por la mullida alfombra con arabescos hindúes. Se acomodó el vestido de bambula blanca con recortes y vistas en broderíes en sitios estratégicos para insinuar más de lo que dejaba ver.
Una brisa leve movía de tanto en tanto las cortinas blancas que descubrían un veraniego y limpio cielo lavanda. Se acomodó el largo cabello castaño hacia los costados y cruzó las manos sobre el vientre. Comenzó a respirar lenta y profundamente, quieta, mirando la pureza de un inmenso cielo ante sus ojos.

   ¿Quiere contarme qué es lo que la perturba de su vida? — una voz detrás suyo le preguntó gravemente pero con calidez en el tono.

   Es algo de mi pasado. De mi pasado, no tan pasado. Hay alguien de mi pasado que yo había dado por perdido... y que hace algún tiempo volvió a buscarme, y desde entonces que estoy algo... confundida...

   ..."perturbada" dijo usted antes.

   Sí, es alguien que me perturba. Aunque a decir verdad, hace cuatro años que no sé nada de él.

   ¿...y no saber de él es lo que la perturba?

   ¡Ja!... — dijo sorprendida por la rapidez mental del profesional. — Sí, es muy probable que el hecho de no saber nada, absolutamente nada de él me perturbe. Acaba de aclararme algo que no había tenido en cuenta... — se calló pensativa hundida en la clara profundidad del firmamento.

   ¿Y qué cree usted acerca de este descubrimiento que acaba de hacer? ¿Qué piensa?
   No pienso. Siento.

   ¿Qué siente al respecto?

   Siento un gran vacío. Un profundo vacío. Pero le tengo que contar la historia entera para que sepa de lo que estoy hablando.

   Eso facilitaría mucho las cosas — dijo el Dr. Rubinstein en un tono que pretendió sonar irónico.

   Bueno. Comenzando por el principio de todo. Después del Big Bang — se sonrió con picardía — yo lo conocí a él. A los 22 años comencé a enseñar inglés, a él lo conocí cuando la empresa para la que yo dictaba inglés a domicilio me lo asignó como alumno. Yo tenía 26 años y él, 33.

   Hace mucho tiempo de eso, ya.

   Ni que lo diga. Pasaron dieciocho años y todavía me estremece al recordar aquella calurosa tarde de octubre, cuando nos conocimos... el mundo cambió de rumbo.

   ...continúe por favor, la escucho...

   Con aquel alumno establecimos una relación amorosa al cabo de unos tres meses de conocernos. Fue la noche del 31 de diciembre de 1998 en que empezamos a salir... yo estaba en pareja con un hombre quince años mayor que yo. Era una relación densa que duró seis años. Lo conocí a mi alumno y me di cuenta de que aún tenía la juventud, la belleza y la capacidad de elegir. Pasé el primer fin de semana del 99 en el departamento de mi alumno. Cuando llegué a mi casa, dónde convivía con este hombre mayor que yo, lo dejé. Lo eché. Le pedí que se fuera a vivir con sus padres que estaban a media cuadra de distancia. Al cabo de un mes me fui a vivir sola a un departamento. La relación con mi alumno duró un año y medio. Un tiempo intenso. Hasta que lo tuve que dejar para no salir más lastimada... —los ojos se le humedecieron de tristeza.

   ¿Por qué iría a salir lastimada de esa relación? —preguntó Rubinstein mientras anotaba incansablemente en la pantalla luminosa.

   Porque desde el comienzo supe que era una relación que no prosperaría. Yo buscaba un hombre para formar una familia. Él buscaba una mujer... pero con quien no se comprometería, ni tendría hijos, ni se casaría, ni conviviría. Él buscaba una mujer sin esos deseos incorporados... Y yo precisamente quería todo eso que acabo de detallarle pero aun así aposté por esa relación con la ilusión de poder cambiar las cosas a mi antojo.

   Sí, una ilusión muy femenina... pero siga, cuénteme.

   Al cabo de unos meses, y a medida que fui dándome cuenta de que me enamoraba cada vez más de él comencé a montar escenas de celos. Celos rabiosos. Tal vez para provocar la ruptura.

   Digamos que es un recurso eficaz para justificar la ruptura. Se rompen lazos, se quiebra la confianza, se rompe el vidrio.

   ¡Exacto! Fue entonces que lo dejé. Lo dejé para probarlo, para probarme, para ver qué pasaba. Para ver si me iría a buscar o no. Hice lo posible para volver a él inmediatamente después de cortar pero no conseguí que alejarlo más. Hasta que nueve años después regresó.

   ¿Cómo la contactó después de tanto tiempo?

   Por mail.

   Ok. Continúe por favor.

   Cuando regresó me encontró en pareja, con un bebé de seis meses, alejada de las clases de inglés y muy convencida de que había conseguido lo que tanto había soñado toda mi vida.

   Y ¿él?

   Igual que siempre. Viajando por todo el mundo, viviendo solo, soltero, con mucho trabajo. Él es médico, anestesiólogo.

   Un detalle no menor la profesión. Continúe por favor.

   Durante dos años mantuvimos charlas vía mails, chat, teléfono... hasta que un día tomé valor y le propuse de vernos.

   ¿Él ya se lo había propuesto antes?

   Mil veces, pero nunca había accedido por miedo.

   ¿A qué? ¿A quién?

   Miedo de no soportar el impacto de reencontrarme de frente con mi pasado, miedo a ser descubierta por mi marido, miedo de que me rechazase luego de tanto tiempo, miedo al cambio.

   ¿Cómo fue ese encuentro?

   Maravilloso.

   Siga.

   Nos vimos y fue como si no hubiese transcurrido ni un sólo día de la última vez que habíamos sido felices juntos. Fue mejor que un sueño. Fue mágico. Pero sucedió algo que rompió esa mágica fantasía. Yo por entonces estaba intentando, o mejor dicho, deseando quedar embarazada para darle un hermanito a mi hijo que ya tenía dos años. Debido a esto nos separamos. Él enojado por mi repentino deseo de ser madre nuevamente.

   ¿Fue repentino ese deseo?

   No, siempre había fantaseado con tener dos hijos y cuando mi hijo cumplió los dos años se reactivó mi sueño de volver a ser madre. Nos distanciamos ese año por algunos meses hasta que yo me volví a contactar con él. Por ese entonces también se me había ocurrido crear un blog donde volcar esta historia que le cuento ahora.

   ¿Una autobiografía?

   No, una novela.

   Bien, siga.

   Lo contacté y nos volvimos a ver. Tuvimos algunos encuentros hasta que yo tuve un retraso que me alertó que estaba haciendo las cosas mal. Le comenté a él mi temor de estar embarazada de él y ahí fue cuando se vino todo abajo. Nos distanciamos para siempre. Por suerte hace tres años, para esta misma época me enteraba que estaba embarazada. Tuve una nena en agosto del 2013, Julia.

   ¿Alcanzó su objetivo?

   Sí. Tengo los dos hijos que quería, una pareja estable, un hogar... pero... sigo sintiendo que no tengo la vida completa.

   ¿Le falta él?

   Sí.

   ¿Qué siente por su marido?

   ¿Qué?

   ¿Qué siente por su marido?

   No sé.

   ¿Qué sentía antes de la aparición de este hombre de su pasado?

   Creía que lo amaba.

   ¿Y ahora?

   "Polaco" no ama a mi marido.

   ¿Quién es "Polaco"?

   "Polaco" soy la yo de antes. Mi hombre del pasado me había bautizado con ese apodo.

   Apodo extraño para una dama.

   Sí, lo sé.

   ...entonces...

   Entonces, desde que volvió mi ex del fondo de los tiempos... una parte de mí es "Polaco". Oiga, — dijo dándose vuelta para mirar a Rubinstein a la cara— no crea que tengo personalidad múltiple ni nada que se le parezca, ¡eh!

   Permítame decirle que eso lo evaluaré yo.

   Bueno, claro, como quiera — dijo esbozando una amplia sonrisa. — Usted me dirá si "Polaco" es o no, mi otra personalidad.

   Convengamos que para que se lo diga vino a verme...



viernes, 20 de julio de 2012

CAPÍTULO 21: Más que palabras. 3° parte.

3 de octubre 2018. 3:15 am


Ella abrió las piernas y él se metió en su cuerpo... hasta sus más tiernas profundidades... Más tarde, cansados, extasiados el uno por el otro se quedaron quietos, abrazados por el manto blanco de mil conejitos tibios. Se acomodaron para mirarse de frente.

   Polaco, nunca te lo pregunté pero siempre me intrigó ese afán tuyo de contar nuestra historia en un blog público. ¿Por qué lo hiciste? ¿Lo cerraste ya?

   Lo hice por una necesidad muy profunda de que algo tan privado, tan íntimo, tan intenso como lo que nos pasó,  viese de algún modo la luz. Me era insoportable ocultar lo que sentí por vos desde la primera vez que te vi en mi vida, el modo en que nos conocimos, tu regreso a mí, nuestros distanciamientos, el paso del tiempo voraz que se come todo lo que encuentra a su paso pero que, sin embargo, nos dio la posibilidad de reencontrarnos.

   De reencontrarnos a nosotros mismos más maduros y también de reencontrarnos nosotros mismos internamente... ¿querés decir eso?

   Sí. En el blog quise narrar una historia de amor. La historia que nos unió desde el siglo pasado. No cerré el blog, todavía. Tal vez deba cerrarlo... ahora que la historia ya tuvo un final. Por ahora ficticio.

   Vi que diste fin a la trama de una manera algo fantasiosa, pero está bien. No se podía esperar menos.

   Lo que vos significaste para mi desde la primera vez fue, y sigue siéndolo, tan grande, tan inmenso que si no lo ponía en alguna parte te juro que me hubiese vuelto loca.

   Algo loca ya estás, convengamos que no sos "normalita" —bromeó él y le besó suavemente la punta de la nariz.

   Tal vez por mi locura es que nunca me pudiste olvidar...

   No sé si por tu locura o por lo loco que me volviste siempre. Siempre tan guerrera, en todos los sentidos, siempre dispuesta, siempre presente. Y desde este último tiempo, más entregada que nunca.

   Bueno, eso en parte se debe a vos. Vos hiciste que me animara a hacer muchas cosas. Te lo dije mil veces. Hubo un antes y un después del "nosotros juntos". Con vos crecí mucho y sin vos el dolor me hizo fuerte para enfrentar lo que se presentara. Antes de conocerte yo me había condenado a una relación enferma que me quitaba más de lo que me ofrecía. Vos apareciste y todo cambió. Vi un panorama amplio. Vi que todavía podía elegir con quien estar. Llegaste con tanto para darme. Me contaste de lugares en el mundo que pude recorrer con vos en mi mente, llegaste con música, llegaste con las manos repletas de historias para contar y para compartir conmigo. Llegaste con una biblioteca, con la mismísima biblioteca de Babel con libros sin fin, historias eternas, palabras profundas, palabras calientes, palabras que me enseñaron a pensar. Llegaste para hacerme la mujer que hoy soy.

   No fui nunca tu salvador, no te confundas.

   Nunca dije que hayas sido mi salvador, solo dije que llegaste con mucho para darme. Yo estaba vacía, a los 26 años ya estaba vacía. Me habían quitado sueños, ganas, esperanzas. Después de vos viajé un poco, hice una carrera universitaria, me lancé a descubrir el mundo que me rodeaba. Ni más ni menos. Conocí a los hombres, buscándote.

   Ya habías intentado descubrir el mundo, tal vez yo solo te di un empujoncito no más...

   Con vos puedo ser yo misma. Con vos soy yo. Soy mi esencia. Con vos me siento vivir. Si fue o no tan solo un empujoncito, no lo sé, lo único que sé es que vos despertás mi verdadero yo. Con vos me siento pura, completa, entera.

   Me sorprendés con todo esto que me decís. Creía que solo me ocurría eso a mí, no sabía que también te pasaba a vos. Desde el principio de todo me generaste una suerte de ternura inexplicable. Cuando te conocí sentí que mi obligación era protegerte, cuidarte — pensó un momento en silencio absorto mirando en un punto fijo invisible a los ojos de ella — sí, es eso. Cuando te conocí supe que debía protegerte de vos misma. No sé cómo explicarlo pero algo me decía que tenías una tendencia natural a la autodestrucción. Yo solo quise amortiguar el impacto para que no salieras lastimada. No sé si resultó o no. Solo sé que no quise hacerte daño, por lo menos no más daño del que vos misma te hacías todo el tiempo. Pero insisto en esto: no fui tu salvador. No pude salvarte de tu propio destino. No pude evitar que te fueras de mí tras tus sueños.

   No lo pudiste evitar, como tampoco pudiste evitar que volviera a vos.

   No me buscaste.

   Ni lo hubiese hecho jamás. Acordate que no sabía lo que sentías por mí. No sabía que signifiqué algo en tu vida. Recién ahora lo sé.

   En cambio yo, no pude evitar buscarte. Polaco, no tenés idea de cómo te pensé en todas y cada una de las veces que nos distanciamos. No lo sabés.

   Decímelo entonces. No lo sé. Contámelo. Decime qué pasó por tu corazón, tu mente, tu cuerpo, tu alma cada vez que nos dejamos de ver por años. Decímelo. Necesito saber que no estuve sola todas las veces que pensé en vos. Toda vez que reviví en mis sueños, en mi mente  los momentos que pasamos juntos...

   No, no estuviste sola. Yo estuve ahí, con vos. Cuando recordaste el día que te regalé el libro por tu cumpleaños, o la vez que me pensaste remontándote a la maravillosa tarde de octubre, que nos conocimos y que todo cambió. Estuve con vos.

   Sos hermoso. Gracias por decirme todas estas palabras.

   No me agradezcas nada Polaco. Todo esto que te digo son más que palabras. Habla mi alma.