sábado, 31 de diciembre de 2011

CAPÍTULO 14: Frente a frente.



Esperó escuchar las llaves de la puerta de entrada para darse vuelta. Cuando lo hizo lo tenía frente a sí invitándola a pasar. Sí. Era él. Diez años después seguía siendo él mismo. El verde de sus ojos seguía inalterado. No pudo decir una palabra; él tampoco. Sólo se permitieron sonreír y darse un beso nervioso en la mejilla.

La condujo al ascensor y ella sólo se animó a decir que no podía hablar porque tenía un caramelo en la boca. Él se sonrió. Llegaron al segundo piso. Se abrió la puerta y ya estaban en su departamento.

Entraron en silencio y él se apresuró a subir apenas el volumen del equipo de audio. Ella se quitó la camperita de jean, dejó la cartera a un costado y se acomodó tanto como pudo en uno de los sofás. Se miraron en silencio y se rieron nerviosos de la circunstancia.



   Hola —dijo ella con una mueca de sonrisa.



   Hola...—contestó él visiblemente nervioso sentado en otro cuerpo del sofá blanco.



   ¿Y la cena? ¿Y el lomo? ¿La mesa? —preguntó simpáticamente hundida en su asiento.



   ¿Vos tenés hambre? Porque yo no pude comer nada en todo el día y tampoco tengo hambre en este momento—se confesó él, tenso.



   Ni yo... —agregó ella.

D   Ni yo... —agregó ella.



   Hola... —le dijo acercándole la cara y mirándole la boca.



   Hola —le contestó él y la abrazó fuertemente besándola con pasión. Se besaron y viajaron en el tiempo. Cerraron los ojos y se transportaron al fin de año de 1998, frente al río. Ambos sintieron los fuegos artificiales en su interior. Revivieron aquel beso apasionado de cuando llegaron al viejo departamento, sobre el sofá azul con la complicidad de Robert Miles.



De pronto se detuvieron para mirarse a los ojos.



   Tu boca —dijo él en un suspiro audible —sigue siendo como la recordaba. Estás tan hermosa como hace diez años, o no, más hermosa que entonces, ahora tenés una madurez física mucho más atractiva que antes.



Ella le agradeció el cumplido con otro beso profundo y apasionado y se le subió encima y lo abrazó con todo el cuerpo.  Sentían que el deseo los envolvía, les quemaba en la piel. Seguían siendo los mismos de antaño pero más fogosos de lo que ambos se recordaban, y eso los enloquecía aún más.

La tomó por la cintura y se puso de pie con ella encima. La llevó al dormitorio sin dejar de besarla. La dejó parada sobre la cama y la siguió besando con la altura equiparada ahora. Ella le comenzó a desabotonar la camisa y él la tomó de las nalgas fuertemente. En un momento dejó de besarla para mirarla de cuerpo entero.



   Estás muy buena Polaco.



   ¡Vos me ponés buena! —le contestó ella tirándose de espaldas en la cama y llevándoselo consigo a él abrazado por el cuello.

A partir de ese momento se dejaron llevar por las emociones, se desvistieron y se recorrieron enteros. Él le descubrió el piercing que ella llevaba en el ombligo y lo besó. Siguió bajando con la boca y llegó al sexo húmedo de ella que se entregaba por completo. Se detuvo a besarla allí donde muchas veces antes había estado. La saboreó lentamente, la abrió y se hundió en su profundidad mientras ella gemía despacio de placer. No podían dejar de tocarse, recorrerse, saborearse como hacía diez años pero ahora algo era distinto. Ahora los dos habían alcanzado una madurez sexual, emocional y mental que los llevaba a un estadio superior. La torpeza de la juventud era un recuerdo del pasado, ahora eran dos adultos experimentados que disfrutaban al máximo el cuerpo del otro y del propio.

Sorpresivamente le pidió que se masturbara para ella, él prefirió que lo hiciera ella misma tal como solía hacerlo, le sostuvo una mano con firmeza y se la llevó al miembro erecto. Ella sonrió y así lo hizo con la mano y con la boca. Él deseaba cerrar los ojos para un goce mayor pero al mismo tiempo no podía dejar de mirarla ahí, entre sus piernas, asomándole por detrás de la cabeza, un culo redondo y más allá sus hermosos pies.
Al cabo de un rato él no pudo aguantar más y repentinamente la tomó por la cintura y la acostó de espalda, le abrió las piernas y la penetró lentamente, profundamente con fuerza y con precisión. Ella gimió desde la profundidad de su cuerpo y se abrazaron fuertemente mientras se besaban con las bocas enteras. En un momento fueron uno. Los dos fusionados latiendo rítmicamente al unísono. Llegaron al clímax y acabaron en un orgasmo profundo y lento, profundo y pasional, y lento, y lleno, y cálido, e intenso. Terminaron. Ella suspiró cansada aflojando todos y cada uno de los músculos del cuerpo. Él se recostó a su lado empapado en sudor y respirando profundamente. Se quedaron así juntos, abrazados, con los ojos cerrados y besándose suavemente el cuello, los labios, el mentón, las orejas, la nariz, los ojos.
Compartían esa felicidad inexplicable que solo los amantes parecieran conocer.


viernes, 30 de diciembre de 2011

Relato creado para Twitter. #CuentoG23

Presente imperfecto. Otra historia de amor, de @MyNameIs_Dita

El relato fue publicado en Twitter desde el 1° hasta el 23 de diciembre. Cinco tuits diarios recreando el tradicional folletín por su publicación periódica pero con la novedosa variante de un hashtag #CuentoG23 dentro del tuit de hasta 140 caracteres. Un desafío personal más allá de un concurso difícil de ganar. El jurado lo encabeza Pacho O' Donnel, Reynaldo Sietecase y Claudia Piñeyro y fue organizado por Grupo 23. 
El siguiente es un relato ficcional y cualquier semejanza con la realidad es mera coincidencia.
***

Hola” la saludó un día un remitente desconocido en su casilla de mail. Previsualizó el mensaje intrigada: “¿Cómo andás? Hace tiempo conseguí tu mail pero recién ahora me animo a escribirte. Quería saber de vos. Te googleé y te ubiqué enseguida. Espero que estés muy bien. Te mando un beso grande. Alex” terminó de leer sin saber de quién se trataba. No reconoció el apodo.
De todos modos, Julia respondió el mail: “¡Hola Alex! ¡Qué sorpresa! ¡Tanto tiempo! Yo estoy en pareja ¡y soy mamá de una nena! ¿Te casaste? Ojalá estés muy bien. Cariños” contestó y olvidó enseguida el asunto. Pronto su vida daría un vuelco inesperado.
Julia había tenido muchos amores antes de Martín. Atractiva e inteligente conseguía siempre lo que se propusiera. Martín había tenido muy pocas parejas y antes de Julia sólo había convivido con una chica por unos 6 años. La dejó por infiel. A Julia también la habían traicionado y tal vez esa coincidencia hizo que ambos se sintieran seguros uno del otro. Se creían.
Llevaban 5 años de convivencia. Él, comerciante. Ella, ama de casa y madre full time.
Se conocieron en una página web de contactos. Se atrajeron de inmediato. A él le gustó su verborragia, y a ella, su simpleza. A la semana de conocerse, empezaron a salir. A los 6 meses a convivir. A los 3 años, fueron padres.
Julia había sido asistente ejecutiva en una multinacional, se embarazó a días de renunciar. Se sintió completa por primera vez.
A Martín lo satisfacía el sueño de formar una familia como lo empujaba el mandato familiar. Tenía que ser padre como el suyo. Se llevaban bien, pero la rutina los había convertido en personas solas que compartían un techo.
Julia quería charlar; él no.
Martín era escritor aficionado, pero un racimo de trofeos, placas, diplomas y medallas lo destacaban en concursos literarios.
RE:re: Hola” del tal Alex en su correo. Previsualizó: “¡No cambias más! No tenés una puta idea de quién soy y sin embargo... ¡contestaste! Te juro que tu respuesta fue una puerta abierta en el pozo de los recuerdos. Creí que no iría a resultar el mail. Firmé Alex pero en realidad soy Alejandra, ¡Tana! ¡Sí! ¡Tu pequeña Alejandra! ¡Qué adrenalina esto! ¡Hace 20 años que no te veo!”
Los ojos se le inundaron de recuerdos. Los besos protegidos de la lluvia bajo el toldo de chapa de la escuela la estremecieron. ¡Era la primera vez en 20 años que le decían Tana! Ni su esposo sabía del apodo, solo Alejandra le decía así por lo calentona.
Con Alejandra había compartido la militancia del amor, la que golpea el pecho y enciende las pieles al mero tacto. Nadie como ella. Le pareció increíble que reapareciera desde el fondo del pasado luego de cuatro lustros. No pudo borrarla de su cuerpo.
Esperó a que se durmieran todos para sentarse a responder aquel mail. No era sencillo empujar la puerta que le habían puesto.
¡Hola! ¡Cuánta emoción Alejandra! ¡No sé qué decirte! ¿Qué es de tu vida? Ay, ¡no lo puedo creer todavía! ¿En qué andás ahora?”
La respuesta llegó rápido: “¡Tana! Estoy en el msn, agregame! Es este mismo mail. Quiero hablarte, lo necesito.” Julia la agregó.
¡Hola, Tana! ¿Cómo estás? ¡Así que te casaste y tenés una nena! Yo también me casé y tengo un nene de diez y una nena de ocho.
Hola Alejandra. No lo puedo creer todavía. No creí que llegaríamos a contactarnos después de todo lo que pasó entre nosotras.
Sí, éramos chicas y jugábamos, ya pasó. ¡Ahora somos señoras! En un mes cumplo ¡cuarenta! Y vos el 15 de octubre ¡cumpliste 39!
Cómo se nos escurre el tiempo es increíble. ¿Qué se te dio por buscarme? Yo no me hubiese animado, te soy sincera.
Sin embargo yo siempre guardé la esperanza de que me buscaras. No sé. Una fantasía tal vez. Te busqué porque extraño. Es así.
¿Cómo es eso de que extrañás?
Sí. Desde que tengo noción de finitud tengo ganas de verte de nuevo. Nunca me volví a reír tan fuerte como con vos.
Ja, ja, ja. Seguís siendo tan ocurrente. ¿De dónde sacás esas cosas? ¡No cambiás más, Alejandra! No podés decir que ¡no te reís!
Me río, pero sin ganas. Por pose. Obligada. Porque debo reirme, pero no porque quiera. Y así con la casa, mi marido, el sexo.
Bueno, no sé qué decirte. Me dejás helada. A mí en cambio me gusta mi vida. Me río mucho con mi hija. Jugamos todo el tiempo.
Lamento decirte que eso no cuenta. Para una madre que deseó con el alma tener hijos, ellos llegan con la bendición de la risa.
¿Por qué me decís eso? Con Martín nos reímos mucho. Bueno, de cosas distintas ahora que lo pienso... pero nos reímos bastante.
O lo suficiente para que parezca que la cosa funciona. Todo bien, no te juzgo. Si creés que la vida es eso, te felicito.
¿Tan mal casada estás? Lo lamento mucho Alejandra. Y sacándote de tema, ¿cómo estás vos? ¿Seguís pelicorta? Recuerdo tu pelito.
Sí, sigo con el pelo cortito. Me gusta cómo me veo. Y vos, ¿mandame una foto tuya, tana! —aceptó el archivo que le envió Julia.
¡Sos una hija de puta! —exclamó enseguida.
¿Por qué? se sobresaltó Julia.
¡Porque estás infernal! Te queda muy bien ese color de pelo, ¿te lo teñís?lanzó pícaramente. Julia divertida aceptó su foto.
¿De cuándo es la foto que me mandaste Alejandra? Julia sintió un cosquilleo que la incomodó.
De este verano. Fuimos a la costa en familia. Esa foto me la sacaron justo cuando rompía la ola y ¡se me voló el corpiño! jaja
¡Sos tremenda! Jiji... Ale, te tengo que dejar. Ya es muy tarde y mañana me levanto temprano. Un placer hablar con vos. Besos.
Cuando quieras llamame:154-567-890. Besos, ¡tana! —y Julia fingió que en cuanto pudiese la estaría llamando, lo dijo por cumplir.
Se sucedieron los días y Julia sentía que algo estaba alterado en su interior. Pensó en su hija y en que ojalá ella fuera feliz. Pensó en lo sabia y maravillosa que es la vida que nos pone a prueba en todo momento. Justo cuando sentía que las cosas no eran como ella quisiera, aparecía Alejandra y toda su locura junta. Decidió llamarla. Ya no podía dejar de pensarla.
Hola Alejandra, soy Julia —del otro lado se oyó un suspiro profundo— Tana, bancá que me siento... si no caigo redonda al piso.
La charla por teléfono se extendió por horas y recién se interrumpió por la llegada de Martín con Paulita que volvían del parque.
Me gustaría verte. No lo pienses. Véamonos. Mi marido está de viaje y mis hijos están de vacaciones en Entre Ríos. ¿Te espero? Construyamos nuevos recuerdos. Llegando a la mitad de la vida, me sé mortal Tana. Y no quiero morir sin antes verte. Un café.
Alejandra la hizo dudar de su presente imperfecto, de su insatisfacción mansa. Deseó recuperar esa energía de juventud y aceptó. Inventó una reunión de ex compañeros de secundario, dejó la casa organizada. Fue al encuentro con su pasado oculto. Resplandecía. Tocó el timbre y las piernas se le aflojaron. Alejandra abrió la puerta sonriente y la recibió con un abrazo profundo y quieto.
Cenaron, bebieron, rieron, se emocionaron, se embriagaron de pasado, se entristecieron, se miraron, se consolaron, se abrazaron. Con sus copas de vino se acomodaron en un gran sofá negro.
¿Te acordás cuando subíamos al ático de mi casa, Tana? disparó.
Sí, claro que me acuerdo que subimos muchas veces. Julia se sintió extraña. Sintió miedo. Temió no vivir intensamente. Morir.
Pero algunas cosas preferí olvidarlas, Alejandra. Cometimos muchas estupideces, ¿no? —Julia sorbió un trago lento, miró el suelo.
¿Cómo me decís eso? Me siento afortunada de no poder olvidar nada, ¿para qué vivir si no? Me alimenta la vida. Recuerdo las cosas que se hablan, y las que no. Recuerdo todo, Tana. Soy la Sra. Funes si querés. ¿Te acordás cuando leíamos? Era maravilloso cerrar los ojos y escucharte leer. En los diálogos cambiabas la voz. Yo te escuchaba y veía la película.
Julia sentía que ese pasado ya no le pertenecía. No había sido la que un día la cubrió de pétalos de rosas el cuerpo desnudo.
¿De qué me sirve recordar? Recuerdo lo que puedo y eso me basta.
¿Qué te pasó, Tana? ¿todo te da lo mismo?
No, no me da lo mismo pero lo que yo hoy recuerde de vos o de nosotras no aporta a mi presente, no soy aquella. Y creo que vos te merecés recordar a aquella Tana.
No creas que eso sea un merecimiento. Ni quiero recordar lo que ya no es ni volverá a ser hasta que muramos. Volví para saber de vos porque me importabas. Pero no hay caso, te recluís en una ironía que ni te ocupás en pulir...
Es que pasó tanto tiempo y tan rápido que no tengo noción de lo que fuimos hasta ahora.
O de lo que somos, Tana. El tiempo. Uno sabe la velocidad del auto por ver cómo pasan los árboles de rápido, no por como va de rápido el asiento en que vamos.
Traducido en femenino sería que ¿una se da cuenta de cómo envejeció por los recuerdos de los demás y no por su propia imagen?
¿Tana, estás deprimida?
¿Qué es estar deprimido?
Que todo te chupe un huevo, que te dé lo mismo, que la tristeza te meta sólo en lugares seguros.
No. No estoy deprimida ni hago filosofía de revista de baño. No me da lo mismo celeste, azul claro o lavanda.
¿Sos feliz, Tana? Porque yo no. Tengo un marido, hijos sanos e inteligentes, pero eso no me hace feliz. ¿Sos feliz vos?
Julia enmudeció sorprendida por la inesperada pregunta.
Alejandra siguió: Amo a mis hijos pero me he convertido en madre, la mujer que soy mueve el piecito esperando a que me pase algo, ¿entendés? ¿Viste la película Revolutionary Road? Kate Winslet reniega de su vida, dejó sus sueños de lado por formar una familia.
No siempre se renuncia a los sueños por concretar otros acotó Julia.
Dame un ejemplo concreto en tu vida, Tana.
Bueno, no sé ahora.
Si lo tenés que pensar es porque estás frustrada. Listo. A punto de llegar a la mitad de mi vida me permito la libertad de decidir sobre mi vida y cuerpo a mi antojo sin rendir cuentas. Por eso te busqué, Tana. Sabelo.
Alejandra, ¡yo también soy libre! alzó la voz y se puso de pie sorpresivamente—, libertad es tener la puerta abierta de la celda y elegir no salir.
Pero no deja de ser una celda, ¡Tana! Me hago cargo de lo que digo con un marido y dos hijos. La familia es un invento con fallas de origen. Es como la oveja Dolly: parece perfecta, tiene lana, crece, hace todo lo que su clon... pero aparece artrosis, envejecimiento prematuro, tumores, problemas inmunitarios. El experimento resultó un desastre, aunque parezca un gran logro.
Julia aceptó el cigarrillo de Alejandra, a 4 años sin fumar.
Si somos conscientes de que vivimos una gran mentira, entonces lo mejor es empezar a disfrutarla agregó Alejandra irónica.
Pensá lo que quieras, para mi hija la vida es bella. Como la película.
¿Un campo de concentración? preguntó Alejandra.
Bueno, la hago vivir como un gran juego hasta que se de cuenta...
Tana, cuando se entiende que se está haciendo un paso de comedia, una farsa, uno está consintiendo a ser una farsa.
Eso es espantoso, Alejandra. ¿Cómo decís eso siendo madre?
¿Cómo me atrevo, decís? Porque lo veo todos los días, en la sociedad, en los medios, en los libros y hasta en mí. Soy crítica.
¡Sos cruel!
Tanita calentona; llegué a un punto en mi vida que entiendo todo. El paso de comedia es lo inevitable de esta civilización. En el reino salvaje el ciclo vital consiste en nacer, crecer, reproducirse y morir. En el humano es: ir al colegio, terminar el secundario, conseguir pareja heterosexual, estudiar, casarse con el hetero, trabajar, tener hijos con ese hetero, trabajar, jubilarse y aceptar dignamente que se vivió la mitad de la vida una vida que no repetiríamos.
Julia pidió otro pucho.
Alejandra, ¿para qué volviste? ¿Para cagarme la existencia? ¿Para cuestionarme eso mismo que sos vos? la increpó Julia.
Volví a buscarte porque recuerdo todo de vos. No olvidé tu cuerpo, ni tus rechazos cuando dudabas de lo que nos estaba pasando. Yo bajando a abrirte y tu sonrisa triste. Las dos en el sillón en el ático en un verano que llovió como nunca más. Tu risa. El día que lloraste... y puedo seguir mucho más.
Julia la miró con una tímida sonrisa y pensó en voz alta: Parece un poema.
Pero es un recuerdo la corrigió Alejandra.
En silencio se acercaron despacio, volvieron a instalarse en el gran sofá negro. Alejandra le acarició el pelo y Julia se abrazó fuertemente a ella. Cerró los ojos y apoyó la cabeza sobre el pecho de Alejandra. Escuchaba el galopar de ese corazón inquieto y también pudo recordar los besos protegidos de la lluvia bajo el techo de chapa de la escuela, y de los otros en el ático. Le acercó los labios a la boca y la besó lentamente. Sintió que el pecho le explotaría de emoción. Tantos sueños presos del tiempo eran liberados ahora. Se recorrieron los cuerpos con las manos reconociendo de memoria las curvas viejas y descubriendo las nuevas. Se volvieron a decir cuánto se habían necesitado en esos veinte años de vidas separadas. Se amaron ahora como mujeres adultas, sin pudores, desnudándose y mostrándose tal cual son. Libres las dos para elegirse.
Julia, ya de regreso a casa, recibió un mensaje en el celular: “Somos las mismas de hace mil años. Vos estás hermosa. Muy hermosa. Estás madura, muy madura. Y tuve otra noche para no olvidar. Como hace 20 años ...(y no es una despedida, todo lo contrario). Un beso grande. Cuidate mucho, Tana.
Pero ese no fue el último mensaje: “Fue bárbaro estar juntas otra vez, cada vez estás más linda que la anterior. Te mando todos los besos que no pude darte hoy.
No pensé que podrías ser más linda, sensual y cariñosa de lo que ya eras (incluyendo los últimos 20 años) Una tarde inolvidable.
Algunos meses después de aquel primer encuentro llamaron a la puerta de la casa de Julia, que en ese momento se terminaba de bañar, y Martín fue a atender la puerta con Paula dormida en sus brazos.
Un mujer muy elegante con lentes oscuros, muy hermosa y bien maquillada lo sorprendió a Martín.
¡Hola! Vos debés ser Martín y esta gordita preciosa tiene que ser Paulita. ¿Está Julia? dijo en el momento que Julia aparecía desde el living.
Yo soy Alejandra.

FIN

lunes, 26 de diciembre de 2011

CAPÍTULO 13: Reencuentro. 3° parte.


Apenas pudo dormir algunas horas, la ansiedad la tomaba por la cintura en forma de cosquilleo impaciente. Se despertó antes de las 7 am, se duchó y preparó el desayuno de su hijo y su marido. Cargó el lavarropas y lo dejó funcionando mientras desayunaba unos mates. Su marido se levantó y se sorprendió al ver su desayuno servido en la mesa.

   Buen día —dijo ella risueña.

   Hola. ¿Qué te pasó que te caíste de la cama? —le respondió el marido recién salido del baño y con olor a dentífrico.

   Nada. Hace calor para seguir acostados. ¡Tomate rápido el café con leche que se te enfría!

   Bueno. ¿No viste dónde dejé los anteojos?

   Están en la mesa del comedor —le indicó ella con el mate en la mano.

   Ah, qué boludo. Los dejé ahí anoche.

Mientras el marido empezaba a tomar su desayuno ella esperaba el momento para decirle que esa noche iría a salir.

   Ah, ¡me olvidé de decirte! ¡Esta noche es la reunión con las chicas por el cumple de Fer! —dijo y sorbió enseguida el mate que tenía en la mano.

   ¿Qué Fer?

   Fernanda. Mi amiga de la facultad.

   ¡Pero si vos no cursás más!

   Ya sé que no curso más, pero eso no significa que no veo más a mis amigas de la facu...

   ¿Y a qué hora te vas?

   Tipo nueve y media más o menos.

   ¿Dónde es? — preguntó intrigado el marido sin saber quién era esa tal Fernanda que no lograba recordar.

   Es en Villa Urquiza.

   Ah... ¡ya sé! — el marido recordó por fin a Fernanda.

   ¿Te acordaste de Fer?

   Sí. La flacucha de ojos claros con cara de pájaro.

   ¡No tiene cara de pájaro! ¿A qué pájaro se parece? —preguntó curiosa.

   ¡A un gorrión!

   No tenés idea de lo que estás diciendo. Bueno, como sea, esta noche salgo y vuelvo tarde, muy tarde. Vamos a ser todas mujeres que hace mucho que no nos vemos y vamos a hablar mucho y comer mucho también  —largó de corrido para cerrar posibles nuevos interrogantes.

   Bueno, me voy al laburo —el marido se levantó, tomó su cartera, alzó el celular y le dio un beso fugaz en los labios.

Se quedó sentada a la mesa con el mate en una mano y una sonrisa en los labios. Había llegado por fin el día tan esperado y empezaba sin sobresaltos.
Luego de darle el desayuno a su hijo fueron ambos al supermercado, ella con una inocultable cara de felicidad.
De regreso ordenó y limpió la casa, cocinó el almuerzo y preparó lo que resultaría ser la cena de los hombres  para esa noche: croquetas de pollo rellenas con jamón y queso.
El día transcurría lento. Muy lento. Llegó la hora del almuerzo y apenas pudo probar bocado. El marido llegó del trabajo un poco más tarde que lo acostumbrado por ser sábado, que trabajaba hasta las 13. Eran casi las tres de la tarde y no sabía qué ropa iba a ponerse. Quería verse bien y sentirse de veinte años otra vez. Aprovechando la siesta de los varones investigó qué tenía en el placard.
Finalmente dejó varias mudas distintas de ropa para decidirse después por alguna de ellas. Pasadas las 7 de la tarde y un rato después de intentar merendar algo decidió llevar a su hijo a jugar a la plaza. Necesitaba salir de la casa, cambiar de ambiente para tranquilizarse. Sentada sobre una hamaca mientras su pequeño corría de aquí para allá, le envió un mensaje de texto:


   ¡Hola! Todavía no busqué tu dirección en la guía. ¿No me la vas a mandar?

   Hola. No. Si querés llegar tenés que buscarla vos.

   Jajaja... Mi sexto sentido me dice que estás todo cagado.

   ¡Acertaste!

   Ok. La busco y a las 22 me tenés ahí. Besos.

   Es lo que temo. Besos.

Guardó el celular y miró la hora una vez más. En apenas dos horas se volverían a ver después de diez años de distancia. Un escalofrío le recorrió la espalda.
Regresaron a la casa, preparó una ensalada y calentó las croquetas unos minutos en el horno. Comenzó a prepararse para el encuentro. Buscó la dirección en la guía online y la memorizó fácilmente.
Se bañó con agua muy caliente. Necesitaba relajarse de alguna manera. Mientras el marido y su hijo disfrutaban de la cena ella se decidió por la ropa.
Un jean, sus zapatos de plataforma y una remera ajustada. Volvió a sentirse la Polaco de antaño.
Apenas se maquilló con máscara para pestañas y brillo en los labios. Se perfumó, se puso un par de aritos diminutos, tomó su cartera, saludó a su marido y a su hijo con un cálido beso y subió al auto.
Lo puso en marcha y sintió que se le secaba la boca. Buscó un paquete de caramelos ácidos en la cartera y emprendió el viaje hacia la cita.
A medida de que se fue acercando a Villa del Parque el pulso comenzó a acelerarse cada vez más. Tomó por Avenida Nogoyá y mil recuerdos le inundaron la mente. Recordó las veces que tomaba ese camino para ir al departamento anterior de él. La nostalgia le inundaba los ojos de emoción. Cruzó Avenida Nazca, giró unas cuadras a la derecha, otras a la izquierda hasta que alcanzó la dirección.
Estacionó a unos metros de la entrada del edificio y el corazón le latía en todo el cuerpo. Bajó del auto y sintió otra vez la boca llena de nervios. Sacó otro caramelo ácido y se lo puso en la boca. Las glándulas salivales hicieron su trabajo y la estremeció el ácido en el paladar. Llegó a la puerta de entrada, miró la hora: 21:58 hrs. Tocó el portero eléctrico.


   ¿Hola?

   Soy Polaco.

   Bajo.

Se apoyó contra la pared del edificio y miró el cielo. Una enorme luna plateada la contemplaba desde el fondo del espacio. Se sintió viajar en el tiempo. Se abrió la puerta del ascensor...