domingo, 25 de diciembre de 2011

CAPÍTULO 12: Ella. Partida. 2° parte.


Hacía ya algunos meses que había vuelto a vivir con sus padres y la contención familiar fue fundamental para no encerrarse en una depresión sin fin. Volver al barrio de la infancia después de algunos años de ausencia la ayudó a recuperar viejas amistades y a reencontrarse con amigos de la infancia que hacía mucho tiempo no veía. Con la mudanza de barrio se vio obligada a cambiar de mecánico de auto, casualmente un muchacho que le había gustado de adolescente y que por cosas de la vida, nunca pudo entablar amistad alguna. Lo fue a ver con el auto para que le revisara una pérdida pequeña y constante de aceite.







El mecánico tenía su misma edad y le gustaba fanfarronear con su auto toda vez que podía. La hizo pasar a su garaje para mostrárselo. Lo tenía preparado para correr con tacómetro, doble árbol de leva, llantas de titanio, vidrios polarizados, el motor cromado y un enorme equipo de audio en el baúl. Adentro, un barcito con una heladerita que mantenía algunas petacas de alcohol y hasta un pack de 4 cervezas bien frías gracias a una conexión a una batería extra escondida debajo de uno de los asientos. El interior, minimalista y refinado con butacas de cuero negro y un tablero sobrio. La invitó con entusiasmo a salir esa misma noche al picódromo de Esteban Echeverría. Él le recordó que solía ir a ver las carreras en el Gálvez con el hermano mayor de ella, cuando aún era muy chica para que la dejaran acompañarlos. Le causó gracia de que se acordara de eso, tan lejano ya.
Le dejó el auto y aceptó la invitación a salir.
La pasó a buscar puntualmente ya sin las manos engrasadas, ni con el sucio mameluco azul con olor a nafta. Se admiró al verlo afeitado, perfumado y muy bien vestido. Después de un par de meses de la separación esa sería la primera cita en prácticamente ocho años.
Llegaron al estacionamiento del lugar y quedo perpleja al ver la cantidad de autos exóticos y tuneados en el predio. El rugir de los motores era amortiguado por la música que salía de los baúles de algunos coches. De pronto se sintió dentro de una película.
Se sentaron en el tercer escalón de las gradas, muy cerca de la largada, y disfrutaron del espectáculo ensordecedor de los motores. Centenares de jóvenes se reunían religiosamente cada fin de semana por la noche a repetir la ceremonia de quemar caucho en el asfalto y pisar a fondo. Le gustó sentir la adrenalina de los pilotos tan de cerca. Tuvo un deseo interior de subir a uno de esos autos y ser ella en persona quien pisara a fondo el acelerador y repetir ese miedo a morir, miedo a volar en mil pedazos por el aire.
Después de terminado el show de fuegos y rugir de motores siguieron la hilera infinita de autos que salían del lugar cebados por la emoción de correr. Tomaron por la Ruta 4, subieron a la Ricchieri hasta la Gral. Paz y de ahí fueron hasta la Avenida Constituyentes. El viaje no les demandó más que unos escasos veinte minutos. Irían muy por encima de los 180 km/h y ella sintió que el vértigo le corría por el torrente sanguíneo. Cada vez le gustaba más aquella sensación fatal.
La llevó a comer a Pancho 46. Después, a puerto de Olivos a ver los barcos y botes de la costanera. La pasaron bien, ella lo pasó bien. Se rió, él quedó fascinado.
Ya a las 5 am ella le pidió que la llevara a su casa, se caía de sueño y le dijo que lo había pasado fenomenal. Él accedió a llevarla y actuó como todo un caballero.
En el camino él le confesó que siempre había querido invitarla a salir pero que se sentía poca cosa para ella, la había visto siempre como alguien inalcanzable. También le dijo que le gustaría mucho volver a salir con ella porque se dio cuenta de que resultó ser más simpática y divertida de lo que se había imaginado. Ella le respondió que saldría con él encantada otra vez. Le gustó mucho la salida fuera de lo convencional para ella.
Cuando por fin la dejó en la puerta de su casa se despidieron con un beso rápido en la mejilla y quedaron en arreglar otra salida.
Él esperó a que ella entrara a su casa para marcharse. Lo saludó desde el umbral de la puerta con la mano. Se fue a acostar, cerró los ojos y pensó que hubiese estado genial hacer todo ese mismo periplo pero con aquel que le había robado el corazón.
Luego de esa primera salida, hubo otras más. La llevó a comer pizza a Luján, a comer asado a Marcos Paz, a tomar un helado al Tigre, hasta viajaron a Pinamar a mojarse los pies en el mar. Era capaz de recorrer kms y kms solo para sorprenderla, y lo conseguía. Nunca antes nadie la había llevado tan lejos.
Al mes y medio de aquella primera salida terminaron la noche en un hotel. Fue el inicio de una relación tormentosa, otra más para el historial de ella. Mientras tanto se había entusiasmado en empezar a estudiar una carrera universitaria, sociología. El trabajo como profesora de inglés fue disminuyendo paulatinamente y quiso invertir el tiempo en conocimiento. Hizo el curso de ingreso al tiempo que se mudaba a vivir con el mecánico.
Empezó el primer año de la carrera en 2001. Todo parecía encaminado hasta que a los seis meses de convivencia sospechó, investigó y descubrió una serie de mensajes de texto en el celular de su novio con una compañera de la facultad, una rubia de unos atractivos 19 años. Entonces se enteró de que se habían conocido algún tiempo atrás y que recién cuando ella empezó a frecuentarla para estudiar y preparar trabajos prácticos en equipo ellos se reencontraron gracias a su inocente intervención.
Esa misma noche se volvió a la casa de sus padres. Cargó el auto con todas sus cosas y lo dejó para siempre. No sin antes darle un escarmiento a la ex amiga de la facultad. La fue a buscar a la casa inmediatamente después de descubrir los mensajes secretos, la obligó a subirse al auto y le dio el gran susto de su vida. Pisó a fondo el acelerador en una avenida que por la hora estaba vacía, eran las 4:30 am, y pasó todos los semáforos en rojo. Cuando la chica se puso a llorar histéricamente pidiendo que por favor parara el auto, ella lo hizo en un semáforo en verde. Los pocos autos que venían detrás tuvieron que esquivarla para no chocarla con bocinazos e insultos por medio. Cuando la joven quiso bajarse de manera suicida, había suficiente tránsito como para que un auto la llevase por delante, ella pisó a fondo el acelerador nuevamente obligándola a sentarse y cerrar la puerta de un golpe. Una vez descargada la furia la devolvió a su hogar. La chica entró a su casa temblando de pánico y con el pantalón mojado.
La ex compañera siguió cursando en la misma comisión pero al cabo del año abandonó por completo la carrera.
Otra vez instalada en la casa de los padres, con pocos alumnos de inglés y una carga importante de materias en la facultad decidió darse otra oportunidad. Empezó a mostrarse en páginas de contactos, a aceptar todo tipo de invitación de nuevas amigas y de buscar, de buscar para encontrar. Se las ingenió para salir a bailar con amigas y conocidas, ir al cine, salir a citas y estudiar tanto como pudiese.
Su intención era no pensar, aturdirse con actividades y compañías para no pensar. No pensar era lo único que hacía que evitara recluirse en el recuerdo de un pasado que aún no podía olvidar.
Al segundo año de carrera, se inscribió en un curso para participar en un viaje a los Estados Unidos para un Organismo Internacional de Estudios de Sociología. Fue elegida para la comitiva que representaría a la facultad de sociales y estuvo un mes entero en Nueva York. Con estadía, viáticos y comidas pagas por ese organismo. Pisar los Estados Unidos le abrió la cabeza. Vio, vivió, escuchó, aprendió tanto como para que su concepción de la vida tomase otra dimensión. Una tarde recorriendo sola el Central Park fantaseó que si el destino quisiera él podría aparecer entre la gente. No sería de extrañar que visitase NYC considerando su gusto de pasear y recorrer el mundo. Entró al Starbucks de la calle 33 y la 5° avenida y soñó poder compartirlo con él. Hubiese sido maravilloso poder viajar juntos alguna vez pensó mientras bebía su Big Latte y saboreaba un enorme blueberry muffin.
Volvió cambiada, más madura, más segura de sí misma, más entera.
Ya para mediados de 2004 empezó a trabajar para una Aerolínea norteamericana, otra vez tuvo que viajar a los Estados Unidos, esta vez a Dallas, Texas. Allí hizo amistad con algunas colombianas, peruanas y mexicanas. Conocer gente le resultaba cada vez más fascinante.
Estando en el mostrador del espigón internacional del aeropuerto de Buenos Aires muchas veces tuvo la fantasía de hacerle el check in a aquel dueño de unos inolvidables ojos verdes. Por fortuna, eso jamás sucedió. Hubiese sido engorroso explicar por qué tanta demora en despachar a un pasajero. Mientras tanto seguía ocupada conociendo hombres que la invitaban a salir. Tuvo citas a ciegas, tuvo citas arregladas, tuvo citas espontáneas, tuvo citas, muchas citas pero ninguno de ellos alcanzaba los requerimientos mínimos para ser el hombre elegido y formar una pareja. Aunque disfrutó mucho ese torbellino de hombres al principio, con el correr del tiempo empezó a sentir cierta revulsión a esas primeras citas. Se daba cuenta de que no conducían a nada y estaban siempre adornadas con mentiras. Pero aprendió mucho de los hombres, muchísimo y agradeció a la vida poder tener esa gran cantidad de información. Recién en 2005 conoció a un hombre que la atrajo de inmediato. Trabajador y de familia. Le gustaba mucho la literatura y el cine. Congeniaron enseguida, se fueron a vivir juntos a los pocos meses de conocerse y pronto concibieron un hijo. Por fin las cosas parecían empezar a encontrar el lugar que les correspondía. Empezaba a creer que cierta armonía podía ser alcanzada.

1 comentario:

  1. Intenso y violento, es un capítulo muy fuerte. Pude asimilarlo alejandome afectivamente con la protagonista.

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