lunes, 20 de febrero de 2012

CAPÍTULO 17: El tiempo no espera. 2° parte.





Él la saludo: ¡Hola Polaco!

   ¡Hola! ¡Tantos años! ¿Cómo andás?

   Bien, bah, como siempre...

   ¡Feliz cumpleaños! ¿53?

   ¡Gracias! Sí, ¡53! ¿Cómo fue que pasó?

   ¿Qué?

    ¡Esto! ¡Volverse viejo! ¡Yo no puedo envejecer! ¡No debo! ¡Tengo tantas cosas para aprender todavía! ¡Tanto!

   JAJAJAJAAAA! ¡No cambiás más! Tenés todo lo que te queda de vida para aprender cosas... Eso sí, no te dejes estar, ¡eh! ¡Me hiciste reír!

   ¿Podemos hablar por teléfono? Me gustaría escucharte reír...

   ¡Sí! ¡Llamame!

   ¿EN SERIO? ¿QUÉ PASÓ EN ESTOS CINCO AÑOS? ¿TE SEPARASTE?

   Jajajaaa... ¡No! ¡Pensabas que te iba a decir que no podíamos hablar! jajajaa Dale ¡llamame!

RINNNNNNNG   RINNNNNNNG

   ¡Hola!

   ¡Hola!

   ¡Hola! ¿Cómo estás?

   ¡Hola! ¡Bien! ¿Vos?

   Qué lindo escucharte de nuevo. Extrañaba tu voz...

   No es necesario que finjas que me extrañaste... me hubieras contactado hace varios cumpleaños de ser así.

   ¿Por qué me decís eso? También vos podrías haber aparecido antes...

   No quise complicar más tu vida. Después de nuestra última ruptura pensé que lo mejor era alejarme para siempre de vos. Excepto que me buscaras...
   Y acá estamos. Retomando el contacto suspendido... Tuve mil veces ganas de saber de vos antes pero no era el momento. Fui mamá por segunda vez en agosto del 2013.

   ¡Felicitaciones! Ya alcanzaste el objetivo que te habías propuesto. No todos tenemos esa dicha. ¿Otro varón?

   No, una nena. Se llama Julia y tiene cinco años ahora.

   Julia. Hermoso nombre... Increíble cómo pasó el tiempo, somos tan fugaces.

   Sí, precisamente esta mañana arranqué septiembre del almanaque de la cocina y vi octubre y vi el año y me acordé de la fecha de cuando nos conocimos y me acordé de vos y pensé en los años que pasaron y en nuestras edades y de tu cumpleaños y acá estoy.

   ¡Gracias! Me hizo bien tu mensaje, escuchar tu voz, saber que estás bien, en fin. Me hacés bien...

   Y si tanto bien te hago ¿por qué no ibas a contactarme más? ¿O lo pensabas volver a hacer algún día?

   Todos los días que pensé en vos, tuve ganas de saber de vos pero decidí no volver a interferir en tus proyectos. Después de lo que pasó... de lo que nos pasó, me di cuenta de que te estaba complicando mucho y no tengo derecho a hacerlo. No había vuelto para eso. Tal vez aparecí en un momento inoportuno para vos. Pero claro ¿cómo saberlo?

   Sí, tal vez tengas razón. Me encontraste a mitad de camino... Pero, ya no. Quiero decir, sigo teniendo proyectos pero ahora tengo cierta libertad que antes no tenía.

   Sí, me parece que algo así es... ¿Cómo es que ahora podés hablar por teléfono a estas horas? ¿Te separaste?

   No, nada que ver. Sigo casada, bah, viviendo con el mismo hombre desde hace doce años pero me hice un estudio arriba así que me vengo a trabajar acá. Doy clases de inglés y hago traducciones. Algunas clases las doy por internet entonces necesito un espacio libre de ruidos para poder enseñar a distancia.

   ¡Siempre un paso adelante, Polaco! Te admiro. Te adaptás tan fácilmente a los tiempos que corren.

   Digamos que no me quedo quieta. Y ¿vos? ¿Seguís trabajando mucho para viajar?

   Sí. Sigo laburando para viajar. Los últimos cinco años me recorrí todo Asia.  Fui a Japón por tercera vez, a China también fui pero al interior. Un quilombo el idioma, pero un quilombo hasta para ellos. Me costó un huevo encontrar un guía que hable más de tres dialectos sumado al mandarín. Pero valió la pena el viaje. También estuve en la India que me habían quedado lugares pendientes de visitas anteriores. Este año voy a Noruega. Otra cultura radicalmente diferente.

   Qué bueno que puedas viajar tanto. Vos tendrías que escribir anécdotas de tus viajes, o hacer filmaciones, deberías dejar un registro de tus viajes. No sé qué ni cómo, pero algo. Tendrías que contar lo que vivís viajando.

   Sí, ya me lo dijiste en una de las últimas veces que nos vimos. Te dije que yo sentía que todo era "vivir para contar" y me sugeriste lo mismo. Escribir un libro, o ponerle off a los videos que grabo en los viajes. Quedará para algún momento, más adelante, tal vez necesite tu ayuda...

   ¡Me encantaría! ¡Claro! Podría ver a través de tus ojos lo que vos experimentaste en cada viaje. ¡Me gusta! ¡Me entusiasma la idea!

   Bueno, ¡empecemos ahora mismo! ¡Vení a casa! ¡Decí que te salió un trabajo urgente de último momento y te venís o te paso a buscar!

   Jajaja... ¡No cambiás más! Ya estás grande para caprichitos. ¡Tenés más de medio siglo, hombre!

   ¡Precisamente por eso! Tal vez sea mi última voluntad antes de morir... Estoy empezando a creer que no soy inmortal, tengo mis sospechas últimamente.

   No voy a contradecirte. Yo sé que no soy inmortal aunque me sienta eterna.

   Pero ¿sabés una cosa? Cuando vos y yo estamos juntos, siento que somos inmortales. Nada más existe, nada más importa, solo nosotros.

   Yo también lo sentí así hace veinte años y hace siete, cuando nos vimos por última vez. ¿Seguirá siendo así? Tengo 46 años ahora y vos 53. No somos los mismos que hace veinte ni siete años.

   ¿Te animás a probar si seguirá siendo así?

   ¿Decís de vernos?

   Sí. ¿Tenés ganas de que nos veamos?

   Sí. Me dio taquicardia. No sé si sos vos o un pre infarto...

   ¡Sí! Sos la Polaco de siempre. Siempre mandando al carajo el climax ¡con un chiste!

   Esperá que me busco el desfibrilador... jajajaaaa

   ¿Entonces? ¿Qué me dice señora Polaco? ¿Me acepta una invitación a cenar? Fuera de mi casa. La llevo a un restaurante, donde guste usted.
   ¿Lo desalojaron doctor? ¿Con tanto viaje se olvidó de pagar las expensas? Jajajaja... Bueno.

   ¿Eso es un "sí"?

   Sí. Es un sí.

   Bancá que me tomo el Alplax para bajarme la presión, ¡la debo tener en 18!

   ¿No soy yo sola la que se comió un payaso no? jajajaaaa...

   Es que vos invitás a la humorada... Bueno, ¿cuándo nos vemos? ¿Esta noche? ¿Te puedo invitar a la fiestita de mi cumple?

   ¡Cierto! Sí, voy a tu cumple y te llevo un regalo y todo.

   ¿Por dónde te paso a buscar? ¿O nos encontramos directamente en el restaurante? Como vos prefieras. Te doy toda la ventaja que quieras.

   Bueno, mandame por SMS la dire del restaurante y nos encontramos directamente allá. ¿A las 22?

   Dale. ¿A las 22? ¿Hasta qué hora te dejan salir?

   Hasta la hora que dure la fiesta. No es la primera ni la última vez que salgo de noche sola a festejar el cumpleaños de una amistad. Ya estoy grandecita para dar explicaciones.

   ¡Tuviste un amante! ¿Tenés un amante, Polaco?

   Jajajaa... Mañana te cuento todo lo que quieras saber.

   ¡Esta noche! ¡Hoy! En casi 21 horas...

   Bueno, te tengo que dejar. Me voy a acostar.

   ¡Gracias, Polaco! Que duermas bien o sino pastillas para dormir. Besos.

   Jajaja... Gracias por el consejo, que duermas bien y ¡muy feliz cumpleaños! Besos.

Cortaron el teléfono y se fueron a dormir con la misma ansiedad de siempre por volverse a ver.


viernes, 17 de febrero de 2012

CAPÍTULO 17: El tiempo no espera.




Pasó octubre, llegó noviembre, terminaba diciembre del 2012. A cinco minutos de cerrar el año recibió un mensaje de texto de un remitente desconocido.

   Feliz año nuevo.

No lo pensó ni un instante y lo respondió:

   ¡Feliz año nuevo a vos!

   Si supieras lo que dudé en escribirte este mensaje...

   Lo sé. Qué bueno que lo hayas hecho. Me quedo tranquila ahora: Ambos sobrevivimos al fin del mundo. De hace diez días...

   Sin vos, no tengo vida...

   Ni yo. Besos.

   Mil besos.

Apagó el celular y lo guardó en su cartera, se apuró en llevar la bandeja con las copas para el brindis por un nuevo año con una alegría inocultable. ¡Estaba exultante!
Feliz de empezar el 2013 con esa breve pero definitiva charla vía SMS. Por fin tenía noticias suyas, ¡por fin!
A mediados de enero confirmó que estaba embarazada de un mes y medio. La noticia la tomó por sorpresa, la conmovió y la shockeó notablemente. Esperaría a que él se contactara con ella, en caso de hacerlo nuevamente, para contárselo. Sabía que la novedad le caería como una catarata de agua fría; pero debía informárselo, para que sepa sus razones para postergar todo para adelante, para un futuro lejano y posible, tal vez. Su marido irradiaba una alegría inusitada en él; en él que nunca parecía conmoverse ni emocionarse con prácticamente nada. Pasaron los meses y mientras el tiempo se hacía notar en su vientre redondo, no tenía noticias de él. A mediados de agosto nació Julia. Una bebita hermosa de mejillas rosadas y ojos almendrados. Por algún tiempo su mente, su cuerpo, y todo su ser se dedicó a cuidar a esta pequeñita de hoyuelitos en las mejillas. Ya conformaba una familia, tal como siempre había soñado. Dejó que la vida hiciera su recorrido natural con un hijito de cuatro años y una nueva integrante en la familia. Se sentía feliz, pero era una felicidad distinta, una felicidad de completud  desconocida, una felicidad verdadera.
Pasó el 2013, festejó los cinco años de Joaquín, el primero con Julia, celebró todos los cumpleaños de la familia satisfecha con lo que había logrado al fin. Pasaron dos, tres, cuatro años, cinco años más. Joaquín ya era un chico con deberes de escuela, obligaciones y responsabilidades, que no eran más que jugar a la pelota con sus amigos de la cuadra y cumplir con la escuela. Julia terminaba el jardín y empezaría pronto la primaria. Poco de Polaco quedaba ahora en ella, muy poco. Había conseguido, por intermedio de una vieja colega, dar unas horas de clases de inglés en un instituto a minutos en auto de su casa. La nueva rutina le sentaba muy bien, la mantenía ocupada con los chicos, las clases, corregir las evaluaciones, su marido  aprendiendo a ser el padre que debía ser. Llegó octubre de 2018. Arrancó septiembre del almanaque que tenía colgado a un costado de un aparador en la cocina y se quedó absorta mirando el nuevo mes: Octubre 2018. Buscó el 24 de octubre con los ojos y lo encontró a mitad de semana. Caía miércoles. Con una fibra que pendía junto al calendario hizo un redondel rojo sobre el miércoles 24 de octubre de 2018. Ese día se cumplían veinte años de la primera vez que se vieron en sus vidas. ¡Veinte años! Los ojos se le humedecieron de emoción. Joaquín ya tenía diez años, Julia cinco, ella ya había alcanzado la edad que él tenía cuando se vieron por última vez: 46 años y él cumpliría sus 53. Volvió a mirar el almanaque intentando recordar la fecha de su cumpleaños. ¡No lo había olvidado! "¡Es mañana!", se dijo en voz alta sin oír que entraban sus hijos que volvían de la escuela.

   ¿Qué es mañana, ma?, preguntó con curiosidad Joaquín mientras arrojaba el guardapolvo sobre el sofá del living.

   ¡Tengo hambre, ma!, interrumpió Julia con el guardapolvo todavía puesto —me voy a sacar un chicle de la zapatilla, me lavo las manos y vuelvo —sentenció cerrando la puerta del baño.

   Mañana es... el cumpleaños de un amigo mío que hace mucho que no veo —le explicó con honestidad natural mientras levantaba el guardapolvo despatarrado sobre los almohadones del sofá del living.

   Ah, y ¿hace fiesta? —siguió preguntando Joaquín con toda la curiosidad que lo caracterizaba.

   No, no creo que celebre nada —le contestó intentando dar por cerrado el tema. Le sirvió su almuerzo humeante y se sentó a la mesa a comer junto a sus hijos.


Esperó hasta la última hora de aquel lunes 1° de octubre para buscar en su billetera el papelito donde tenía manuscrito el número de celular de él. Lo encontró y a la hora cero del 2 de octubre envió un SMS: "¡Feliz cumpleaños! Soy Polaco."
A los cinco minutos recibió una respuesta: "¡Gracias! Tardé en contestar, me emocionó tener noticias tuyas para mi cumpleaños... Nunca borré tu número de celular, por si volvías... Me conecto, ¿te conectás?"

   ¡Claro!,fue su respuesta.

Abrió su vieja Tablet y lo agregó al chat. Lo había borrado hacía ya seis años de su pc, pero nunca de su memoria. Lo pensó y se dio cuenta de cómo había transcurrido el tiempo sin que se hubiese dado cuenta de ello.

Él la saludo: ¡Hola Polaco!

 

jueves, 16 de febrero de 2012

CAPÍTULO 16: Silencio. 3° parte.








   ¡Polaco!, dijo él en un suspiro sonoro.

Ella no pudo más que quedar en silencio... sorprendida, ¿Qué?, respondió con los ojos bien abiertos, retrocediendo dos pasos para marcar una distancia prudencial y fría.
Ahí el mundo se le derrumbó por completo. "Disculpá, te confundí con otra persona. Perdoname. Fue un error..." él se excusó al darse cuenta de que el parecido era asombroso pero que no era ella. Avergonzado y sintiéndose humillado por la confusión se apresuró en regresar a su departamento.  La chica siguió su camino sin verlo huir de la escena, con la misma actitud con la que había estado caminando todo el tiempo. Indiferente a su entorno. Tal como lo hubiera hecho Polaco.
Mientras, él condujo el trayecto a su casa en menos tiempo de lo que le solía llevar siempre. Esquivó autos, le ganó a los semáforos antes de que le cortaran el paso, hizo tramos en contramano adelantándose a colectivos y taxis. Tenía que salir de esa locura que empezaba a perseguirlo, que le pisaba los talones con frenética furia. La mente le traía pedazos de imágenes de él con Polaco en la cama, besándose, riendo, en el pasado y en el presente, abrazados en el 98 y besándose en el 2011, los que fueron y los que son, se veía encima de ella, recorriéndola, en su departamento anterior y en el actual, se sentía confundido y abrumado por sus pensamientos. Llegó a su edificio, dejó el auto en su parcela en el estacionamiento y llamó desesperado al ascensor. Como no bajaba, decidió entonces subir por las escaleras corriendo, fue saltando los escalones de tres en tres, llegó a su casa y entró rápido, cerró la puerta con llave, se desvistió y se metió bajo la ducha de agua caliente.
Se quedó quieto bajo la lluvia que ya lo mojaba por completo, recordó las veces que se hicieron el amor bajo la lluvia de la ducha del departamento viejo, la recordó mojada, la recordó desnuda de pie enjabonándose el cuerpo y enjabonándoselo a él, haciendo espuma para acariciarlo suave pero firmemente. El miembro se puso erecto al recordar esa Polaco de antaño y sentirse aún en el cuerpo a la Polaco madura de ahora. Recordó la última vez que habían estado juntos, aquella última inolvidable vez que se sintieron como nunca antes, esa vez antes de que se rompiera todo en infinitos pedazos de cristal. Suspiró sonoramente, abrió un poco las piernas, apoyó una mano contra la pared y con la otra se tomó el miembro con firmeza. La evocó una y otra vez y se recorrió el miembro despacio, se empezó a masturbar lentamente pero con firmeza, motivado por los recuerdos de ella entre sus piernas, su boca en su miembro, sus manos en sus pechos, sus piernas abrazándolo fuertemente, su jadeo excitante, su pelo revuelto, su perfume de pasión, su gemido profundo, sus cuerpos juntos, penetrándose rítmicamente, sus uñas clavadas en la espalda, su boca en el cuello, sus lenguas juntas. Sintió que el cuerpo se le endurecía por completo, que se le acalambraban las pantorrillas, que ya no se sentía los brazos, que el corazón le latía en todo el cuerpo, que la cabeza le estallaría de un momento a otro, que no aguantaba más la presión de su mano que se movía frenéticamente con desesperación buscando paz. El agua lo recorría incansable como sus recuerdos la traían a ella para que la sintiera una vez más, una última vez más. Más la recordaba, más la deseaba, más la nombraba, más la sentía en su piel, en su boca, en la espalda, en el torso, en el abdomen, en sus brazos, en su mano, en todo él.
Se sostuvo apretadamente hasta el límite de su tolerancia, se frotó una y otra y otra y otra vez hasta que comenzó a sentirlo llegar desde el fondo, desde la profundidad de su ser, desde el pozo del pasado, desde lo más hondo y oscuro de su cuerpo y de su mente, desde los antiguos y primitivos deseos de su juventud y de su madurez, desde el comienzo de la humanidad, desde que se sabía hombre, desde que la había visto parada por primera vez en la puerta de su edificio, desde la primera vez que se miraron a los ojos, desde aquel primer sábado de sus vidas juntos, desde aquel año nuevo entre explosiones en las calles y una lluvia que se dejó liberar por fin en el momento que se fundieron y fueron uno, desde los truenos y relámpagos de su pasado hasta el más profundo de los besos y se dejó fluir libremente una y otra vez... y una y otra vez... una y otra vez.. Se fue vaciando de ella. Necesitaba sacársela de dentro de su mente, de su cuerpo, de su sangre, de sus pensamientos, de sus deseos... Apoyó la frente en la pared y pudo saborear la sal que le mojaba la cara. Supo identificar el sabor de la pena, del olvido, el triste sabor del pasado que nunca más volverá. Ahora, sabía que se había convertido finalmente en una verdadera estatua de sal.


domingo, 12 de febrero de 2012

Ángel de la guarda, dulce compañía..., de DitaStonehenge




Angel de mi guarda,
dulce compañía,
no me desampares
ni de noche ni de día
Las horas que pasan,
las horas del día,
si tú estás conmigo
serán de alegría
No me dejes solo,
sé en todo mi guía;
sin Ti soy chiquito
y me perdería
Ven siempre a mi lado,
tu mano en la mía.
¡Ángel de la guarda,
dulce compañía!

Una madrugada de verano, en mis lejanos dieciséis años, me desperté con ganas de orinar. Me levanté descalza tratando de hacer el más mínimo ruido, abrí la puerta de madera de mi cuarto despacio y cuando atravesaba la cocina, una luminosidad que provenía del comedor llamó mi atención. 
Allí la vi. 
Suspendida en el aire frente a la puerta que daba al jardín que daba a la calle que daba a la noche oscura. 
Era una hermosa mujer blanca, con sus manos extendidas hacia cada lado, con cabello oscuro y una palidez infinita y radiante. Tenía un manto luminoso que la cubría por completo pero que dejaba al descubierto un rostro calmo y feliz. No sonreía pero se la veía serena y en paz. 
En un momento, una milésima de segundo me miró fijo a los ojos, una mueca se le dibujó en la cara, y se esfumó en un torbellino enrulado que se dirigió hacia el cuarto de mi pequeña hermana de tan solo cinco años. 
En aquel inolvidable momento no sentí temor, sino paz, una profunda paz. 
Jamás olvidé esa cara armoniosa y cálida. Algunos años después le conté esta anécdota a mi hermana, ya ella siendo adolescente, y me creyó. Las dos concluimos de que se trataba de su ángel de la guarda.

jueves, 9 de febrero de 2012

CAPÍTULO 16: Silencio. 2° parte.




Desde el distanciamiento de los últimos meses con su ex, Polaco había estado cambiante en su humor. Ya no recibiría esas demostraciones de cariño, ni de afecto, ni de deseo que solía recibir del hombre que había sido su gran amor de juventud. Y su marido, el padre de su hijo, no era en absoluto demostrativo, ni cariñoso, ni apasionado tal como a ella le gustaba que fueran los hombres. Su marido jamás la besaba. Cuando comenzaron la relación, los besos apasionados eran breves, toscos y fueron cada vez menos con el paso del tiempo. Muchas veces, ella misma se había preguntado por qué lo había elegido para formar una familia, y tarde o temprano se respondía, con resignación, que lo eligió porque le había parecido el menos malo de todos los hombres con los que había salido y, como si eso fuese poco, no le quedaba mucho tiempo más para buscar al príncipe azul, al hombre perfecto, para que la convirtiera en madre.
La atrajo que fuera trabajador, como si esa virtud le hubiese podido garantizar la felicidad, la atrajo físicamente y aquel bajo perfil delineado por algo de timidez. Y no, no se sentía feliz en su pareja, pero era lo que había elegido como un futuro prometedor. Y ahora estaba Joaquín, su chiquito risueño que la llenaba de energía y alegría. Por su hijo daba su vida las veces que fueran necesarias. En algunas oportunidades, en momentos de suma concentración o de acciones mecánicas, como al cocinar o limpiar la casa, se había sorprendido por sus propios pensamientos. La mente le jugaba la macabra trampa de recordar momentos lejanos, momentos de su tierna adolescencia, de su temprana juventud y de los años previos a que el destino le cruzara el camino con su actual pareja.
Recordaba los besos mojados que intercambiaba con un chico del secundario al mediodía, apoyados en la garita de gas de una casa a pocas cuadras de la escuela, o bajo el toldo de chapa de un local abandonado en los días de lluvia. Ella había sido elegida reina de la primavera de su escuela y este muchacho era el mejor amigo del chico elegido rey por lo que  en el momento de las coronaciones se cruzaron entre ramos de flores y coronas de plástico con strass.
Por entonces, allá en el 86', algunos alumnos iban a la escuela, en una minoría notoria,  vestidos de negro; esos escuchaban a The Cure y a Soda Stereo. Se hacían peinados raros que se sostenían a base de mucho jabón blanco. Ella iba a 2° y él a 4°. Ella cursaba a la mañana, y él a la tarde. Ella 14, él 17. Ella virginal, él respetuoso. Una vez entre los dos coordinaron una rateada de día entero. Habían elegido un día en que ambos tenían que cursar desde la mañana hasta entrada la tarde, por tener educación física a contra-turno. Aquella fría mañana se tomaron un colectivo y viajaron horas hasta llegar a la casa de un conocido de un amigo de él. La propiedad estaba deshabitada y quedaba en el medio de unos terrenos loteados por el oeste. Mucho más allá de Pontevedra o Libertad, provincia de Buenos Aires. El cielo prometía lluvia pero esperó a que entraran para largarse con todo. Husmearon en todas las habitaciones hasta que encontraron una con cama matrimonial y un ventanal que les mostraba el cielo entero. Era fines de septiembre, pero el invierno se resistía a marcharse por lo que el frío del descampado se colaba por las hendijas de las puertas y ventanas de madera. Se descalzaron y se metieron entre las sábanas y frazadas, tal como estaban vestidos. Solo el ruido de la lluvia que golpeaba contra los vidrios los acompañaba en ese momento de total intimidad. Él la abrazó fuertemente por debajo del peso de las frazadas que los aprisionaba, ella se acurrucó con ternura entre esos brazos de varón. Era la primera vez que estaba en una situación semejante y, más allá de la timidez o del temor, disfrutaba el estar así con un chico, con el chico que le gustaba de la escuela. Se besaron todo el tiempo que estuvieron recostados en la cama. Les gustaba besarse y recorrerse con las lenguas. Él controló en todo momento su deseo de penetrarla, no lo creyó correcto y no quería traicionar su confianza. Se gustaban mucho, se disfrutaban mucho, se saboreaban mucho. Al caer la tarde, la lluvia se detuvo y juntos fueron hasta la parada del colectivo que los acercaba a la casa de cada uno. En el largo viaje de regreso siguieron besándose como si no lo hubiesen estado haciendo hasta entonces. La química entre ambos era fuerte, y hablaban lo justo y necesario, solo querían besarse una y otra vez más.
El silbido de la pava la trajo al presente. Se adivinó en la cara un rictus de triste nostalgia. Ya nadie la volvería a besar así, tal vez nunca más.