lunes, 21 de mayo de 2012

CAPÍTULO 19: Hacia Asia.


Observó su itinerario de viaje una vez más para asegurarse de que todo estuviese en orden con su proyectada estadía en la India.





Primer tramo-Vuelo 511-Clase Executive/BusinessLufthansa
Sale de Buenos Aires, Aeropuerto Ezeiza Ministro Pistarini (EZE) 19 jul 2016 16:40
Llega a Frankfurt, Aeropuerto Internacional Frankfurt (rhein-main) (FRA) 20 jul 2016 10:55

Conexión en Frankfurt con espera de 2h 50m
Segundo tramo-Vuelo 760-Clase Executive/BusinessLufthansa
Sale de Frankfurt, Aeropuerto Internacional Frankfurt (rhein-main) (FRA) 20 jul 2016 13:45
Llega a Delhi, Aeropuerto Indira Gandhi Intl (DEL) 21 jul 2016 00:35

Guardó la copia del ticket en uno de los bolsillos de la camisa debajo del suéter café con leche, y se acomodó tanto como pudo en su asiento en clase ejecutiva del vuelo 511 de Lufthansa, con destino a nuevas historias para contar.

El vuelo fue tranquilo, sin muchas turbulencias a pesar de la época del año en el continente asiático. Llegó a Delhi a la hora programada, recogió su equipaje y un carrito eléctrico lo llevó hasta el chárter del hotel que lo esperaba en la playa de estacionamiento del Aeropuerto Internacional.

Ya hacía un día que se había cambiado la camisa y guardado el suéter en el equipaje de mano. El calor se sentía de noche como si fuesen las tres de la tarde, pensó ahora en mangas cortas. Miró hacia el cielo nocturno y pudo ver una luna redonda, gigantesca y cremosa que se asomaba desde la profundidad del espacio. También creyó divisar el satélite de comunicaciones TG4509 recientemente puesto en órbita por una empresa china. En cuanto llegó a su habitación de hotel se dio un baño de inmersión prolongado. Un lujo que no quiso evitar.

"En la creencia del hinduismo, dentro de la religión brahmánica, las personas en el momento de la muerte experimentan lo que se entiende como el juicio al "karma" a cargo del dios lamarásh. El proceso comienza cuando los iamadutas, los mensajeros sirvientes del dios lamarásh, arrastran el alma del moribundo al juicio de su karma. En la antigüedad los actos eran sopesados contra el peso de una pluma.

La reencarnación inferior, intermedia o superior dependerá de las acciones bondadosas o malvadas de la vida del muerto. Desde estados de existencia celestiales a infernales, considerando la vida humana un estado intermedio. Este incansable proceso se llama samsara (vagabundeo), palabra proveniente del sánscrito: samsrí: "fluir junto", "deambular". En el Oriente se entiende con ese deambular (codicia, "matar el tiempo", entretenimiento, acumulación de bienes...) como una vida superficial, sin propósito ni sentido alguno. El recorrido de cada alma va desde los semidioses (devas) hasta los insectos."
Cerró el folleto del hotel y lo dejó sobre la mesita de luz dorada, junto con las indicaciones para llegar a Pushkar. Pisaría por primera vez la ciudad de los templos y anhelaba estar allí con ansiedad en el cuerpo.

Se recostó en la confortable cama king size y se quedó observando la luna que se mostraba entera en la oscuridad nocturna a través del gigantesco ventanal que daba a la ciudad. Eran  las 3:30 am del 21 de julio de 2016 en Nueva Delhi.

Mientras tanto, en Buenos Aires, el sol comenzaba a esconderse para terminar aquel frío 20 de julio... aún la redondez lunar permanecía oculta en algún sitio allí arriba en el profundo azul del cielo.

Recién comenzaba a anochecer y el invierno se había instalado firme; el calor del hogar comenzaba a empañar los vidrios de los ventanales que daban hacia la noche lunar.

Polaco colocó las tazas y platos sucios dentro del lavavajillas y se quedó sorprendida observando la luna que ahora se mostraba entera en la oscuridad nocturna a través de la ventana de la cocina. Algo invisible la conmovió por un instante... no supo descifrar la causa de su estremecimiento pero inexplicablemente se le dibujó una sonrisa en los labios.


jueves, 3 de mayo de 2012

CAPÍTULO 18: Profundidades. 3° parte.


   ¿En qué anduviste en estos años, Polaco? —le preguntó sosteniéndola abrazada en el sofá blanco. Los dos desnudos abrigados por una manta blanca, tan suave como la piel de miles de conejitos tibios.

   ¿En qué sentido me lo preguntás? —y giró la cabeza para mirarlo a los ojos y verle la cara.

   En el sentido que quieras... pero como ya veo que vas a evadirte... ¿Tuviste un amante, Polaco? —lanzó con firmeza, le miró toda la cara y le pareció que toda ella resplandecía en el medio de la noche.

   Mmm... Sí —confesó al ser descubierta.

   ¡Lo sabía! ¡Lo sabía! Contame todo, con lujo de detalles. No omitas nada, Polaco —insistió él como un chico ansioso por conocer el desenlace de su serie favorita.

   Bueno, a ver... Se llama Gaby y nos conocimos en una reunión de padres del jardín donde va Julia...

   ¿Es el papá de un compañerito de tu nena?—la interrumpió ansioso.

   No. Es una mamá. Se llama Gabriela... —dijo entrecerrando los ojos sin saber qué reacción tendría ante semejante confesión.

Él enmudeció.

   ¿Qué pasa? —le preguntó ella incorporándose para verlo de frente. — ¿Qué pensás?—deslizó en voz baja.

   Estoy tratando de imaginarme el cuadro. Vos con otra mujer. Una exquisitez... y me la perdí. —dijo él con una sonrisa cómplice.

   ¿No te sorprende lo que te acabo de contar?

   No, en absoluto. Polaco, ¡ni vos te conocés! O mejor dicho, ni vos te conocés como creo que te conozco yo. Tal vez ahora no lo recuerdes pero —se levantó y fue hacia la mesa a buscar unos platitos con panes, quesos y frutos rojos — hace muchos años me diste a entender de que sentías cierta curiosidad por estar con una mujer, y ya está. ¡Probaste! —le ofreció un platito con uvas rojas, ella aceptó— ¿Te gustó? ¿Cuántas veces lo hiciste? ¿Seguís con esa relación? ¿En qué te cambió, Polaco? —le disparó a mansalva todas las preguntas sin respiro.

   Sí, me gustó. Con Gaby tuvimos una relación por algún tiempo pero se cortó todo. La corté yo.
   ¿Por? ¿Qué pasó? —La interrumpió él, y siguió —no, no me digas nada. ¡Te aburrió! —concluyó él.

   ¡Sos increíble!—respondió ella sorprendida —Sí, me aburrió.

   ¡JA! —explotó en una carcajada. —Contame desde el  principio, no te interrumpo, promesa —la desafió sonriente.

   Bueno. Te cuento. Desde el principio. Gabriela es mamá de un nene compañerito de Julia. Nos conocimos en una reunión de padres, la segunda o tercera del año, no me acuerdo ahora. Nos sentamos juntas y tuvimos química desde el principio.

   ¿Edad de Gaby? —la cortó él.

   Por entonces yo tenía 43 así que ella... —pensó cerrando los ojos —35.

   Muy bien, seguí —dijo él acomodándose junto a ella bajo la manta de piel blanca.

   Cuando la conocí a Gaby no supuse que llegaría tan lejos todo. No se me ocurrió que ella y yo terminaríamos enganchadas en una relación, ¿entendés? Una tarde de lluvia me llamó a casa para invitarla a Julia a su casa para tomar la merienda con otros nenes de la salita. La llevé y había otras mamás también. Mientras los chicos jugaban en el living todas nosotras nos quedamos en la cocina tomando unos mates y comiendo tortas y masitas que habíamos llevado entre todas. Un par de veces cruzamos miradas en la charla y sentí que quería decirme algo. Al principio me pareció que eran fantasías mías hasta que una mañana después de dejar a nuestros hijos en el jardín me invitó a su casa a tomar unos mates. Acepté.

   Se pone caliente esto —añadió él masticando sonoramente un puñado de frutos secos —seguí.

   Como vivimos cerca, en la misma manzana calculé que llegaría a tiempo para prepararle el almuerzo a Julia. Tomamos mate en la cocina y de repente no sé en qué momento exactamente la tenía sentada encima mío en su cocina. Es una mujer muy atractiva, rubia, de ojos verdes y pelo largo y lacio. Me tomó por sorpresa pero no me molestó, curiosamente ella supo que no me molestaría. Eso nunca lo entendí, ni llegué a preguntárselo ahora que lo pienso. La cuestión es que nos fuimos desvistiendo y fuimos a su cama. Nos besamos con mucha ternura. Me atrajo su boca y su forma de besar. Gaby besa suave pero profundamente, ¿entendés?

   Sí, sé. Te besó como vos me besás a mí. Con toda la boca, con toda la lengua, ¿no? —respondió  él que ya comenzaba a sentir un cosquilleo caliente entre las piernas.

   ¡Sí! ¡Así! Tiene una boca caliente, húmeda, suave pero firme. Nos abrazamos fuertemente y eran solo besos hasta que ella me abrió las piernas y me empezó a acariciar y ahí, bueh... ¡exploté en un orgasmo inesperado! Te juro que no estaba preparada para sentir la mano de una mujer abriéndome los labios y metiéndose dentro de mí con tanta dulzura. Nunca lo imaginé así, era mejor de lo que alguna vez había fantaseado. Mucho mejor. Después de eso enloquecí. Me puse encima de ella con mi cabeza entre sus piernas y las mías abiertas entre la suya. Entramos en una sincronización perfecta. Nos entendíamos perfectamente, nos calzábamos perfectas. Éramos un ensamblaje totalmente coordinado. Con Gaby de ahí en más tuve muchas mañanas de entrega sexual a pleno... pero siempre me pasaba lo mismo. Por más que acabara genial me quedaba con ganas de un hombre. Le faltaba a todo esa cuota necesaria para el cierre ideal. Un hombre que me completara.

   ¿No daba plantearlo con el papá de otro nene del jardín? —preguntó serio.

   ¡Me estás jodiendo! Suficiente que corríamos el riesgo de ser descubiertas como para ¡meter gente en nuestra locura! —le contestó con cierto fastidio en la voz.

   Pero si ya estaban jugadas. Se iban a coger a la mañana y les hacía falta un pedazo masculino, raro que no invitaran a algún papá... con una par de buenas minas cualquier papá se hubiese prendido.

   ¡Pero no era la idea! Además, a Gaby no parecía hacerle falta nada. Creo que conmigo le alcanzaba...

   ¡No es para menos, Polaco! Sos un camión en la cama —dijo él con sinceridad.

   No sé si es tan así... pero... ¿gracias? jajajaja.... —dijo ella simpática.

   ¿Y qué pasó? ¿Por qué la cortaste si había tanta onda? ¿Cuánto duró la joda? —inquirió tomando la copa de vino del piso.

   Un año y medio. Fue difícil para mí decirle que no iba más. Nunca antes había tenido que cortar a una mujer. Con los hombres era más fácil, se es rotunda y listo, se corta en seco y ya está. El hombre valora la falta de histeria pero con una mujer era difícil. Fui a verla una mañana como siempre y le dije que sentía que si seguíamos viéndonos estábamos poniendo en riesgo a nuestros hijos. "La gente comenzaba a hablar", le mentí y me creyó. Pero me empezó a llamar a casa llorando y muchas veces atendía mi marido y yo tenía que inventar excusas. "¡Pobre Gaby! Desde que el marido la dejó por una pendeja ¡se siente muy sola!”, "Bueno, entendela, Gaby está pasando por el duelo de la pérdida de su matrimonio" y mil cosas más.

   Y tu marido siempre creyéndote, ¿no? —preguntó él.

   No sé si me cree o no le importa. ¿Qué es peor? —contestó ella.

   Peor es que esté ciego y no vea la mujer que tiene al lado, ¡lo afortunado que es! Decime una cosa, y vos con tu marido... ¿cogías?
   Por supuesto. Él aportaba la pizca que necesitaba a la mañana pero medio día después. Pero para él era un trámite. No tenía que hacer mucho para que yo estallara en placer como nunca.

   ¡JA! Claro, el trabajo fino ya te lo había hecho la tal Gaby esa... —bromeó abiertamente.

   ¡Sí!

   Polaco, me calentaste mucho contándome tus experiencias lésbicas. ¿Te puedo coger un buen rato?

   ¡Claro! Para eso vine, para que me cogieras todo lo que no me cogiste en los últimos seis años...

Y se acomodaron en el sofá quitándose de encima la manta tan suave como mil conejitos tibios.
Ella abrió las piernas y él se metió en su cuerpo... hasta sus más tiernas profundidades...