martes, 30 de octubre de 2012

CAPÍTULO 23: El retorno. 1° parte.


   No decir la verdad, ¿es mentir, doctor? —preguntó y miró el cielo despojado de nubes a través de la ventana frente al diván.

   ¿Qué es lo que no dice? —repreguntó el Dr. Rubinstein con las manos cruzadas sobre su escritorio frente a su Tablet iluminada. El cursor titilaba justo después de la palabra "Polaco".

   Creo que no decir no es mentir. Es sencillamente omitir —reflexionó en voz alta mientras se hacía un rulito en un mechón de su larga cabellera castaña.

   Y... ¿qué omite? —dijo el terapeuta y carraspeó sonoramente.

   ¿Sabe lo que es vivir con una persona que no habla? Es difícil. Uno nunca sabe qué es lo que piensa el que no habla...si no habla no dice. No miente ni dice la verdad. Sencillamente no habla —dijo masticando cada palabra y siguió: —yo no puedo quedarme callada pero hay cosas que ya no digo.

   ¿Qué es lo que no dice? —reiteró Rubinstein.

   Estoy convencida, y esto es de siempre —aclaró con seriedad en la cara— que cuando los sentimientos entran en juego no se puede decir con ligereza lo que no se siente.

   ¿Qué es lo que no dice? —insistió con calma el profesional.

   Extraño las tardes de domingo tirada en un sofá azul marino, con un par de brazos fuertes abrazándome a la altura de los pechos. Siento una nostalgia punzante y dolorosa en la voz por esos atardeceres de sábado cuando el sol se escondía anaranjado detrás de los edificios de la ciudad. Me duele en el cuerpo el olor a "comida nocturna afuera"... subíamos al auto, encendía el estéreo y en un silencio compartido nos hundíamos en un cardumen luminoso hacia el centro de la ciudad; el olor a cuero de los asientos del auto, el olor a cigarrillo, las noches de verano transitando por Corrientes, el estacionamiento repleto de autos de parejas amantes, los mozos simpaticones de los restaurantes porteños, las paneras con pancitos y manteca, los roces de pies debajo de la mesa, las manos acariciando zonas prohibidas debajo de los manteles, las risas compartidas, la complicidad de la pasión, esa complicidad de que algo fuerte y profundo atravesará el cuerpo de lado a lado... el regreso en auto con mi mano apoyada en un muslo varonil, torneado, latente... el ascensor ascendente al colmo de los infiernos... empezar la sesión amorosa con romanticismo y terminar en una locura desenfrenada y salvaje. Me duele el pasado...

   ¿Qué haría aplacar ese dolor?

   Usted no lo entiende.

   ¿Qué es lo que no entiendo?

   No entiende que me duele el pasado porque me tiene atrapada. Una parte de mí se quedó allí, en aquellos años y cuanto más avanza el tiempo, más me duele esa parte que se quedó prendida en el "atrás", en el "allá"... La única forma de sanarme sería volviendo a aquella época, para hacer lo que no hice.

   ¿Qué es lo que no hizo?

   No dije lo que sentía.

   ¿Qué es lo que no dijo?

   No dije cuánto lo amaba... y ahora estoy sufriendo las consecuencias... —los ojos se le humedecieron instantáneamente.

   No puede viajar en el tiempo, por lo menos no se puede de manera física... ¿le interesaría tener una sesión hipnótica?

   ¿Usted puede hipnotizarme, doctor? —giró bruscamente para mirarlo a los ojos con inesperado entusiasmo.

   Sí.

   ¿Lo puede hacer ahora mismo?

   En realidad se puede hacer en cualquier momento pero no me parece que éste sea el momento más adecuado...

   ¿Por qué? —alzó la voz.

   Porque creo que antes usted debiera resolver otras cuestiones... El tipo de hipnosis que practico no es convencional y no quisiera arriesgarme a alterarle su presente. En su caso en particular usted está obsesionada con alguien de su pasado y hacer una regresión tal vez sea correr un alto riesgo para su vida actual.

   ¿En qué medida una regresión al pasado alteraría mi presente, doctor? —preguntó Polaco excitada por la idea y siguió: — ¿Mi matrimonio y mis hijos dejarían de existir acaso? —preguntó consternada.

   No, en absoluto. Ellos no dejarían de existir pero correríamos el riesgo de que usted cambie en su mente algo del pasado y tal vez algún detalle de su presente se vea modificado.

   ¿Cómo qué, doctor?

   Por ejemplo, sus recuerdos con respecto a su familia.
Polaco se quedó un momento en silencio, miró por la ventana y vio que había comenzado a nublarse. "Tal vez se estuviera acercando una tormenta", pensó.