sábado, 31 de diciembre de 2011

CAPÍTULO 14: Frente a frente.



Esperó escuchar las llaves de la puerta de entrada para darse vuelta. Cuando lo hizo lo tenía frente a sí invitándola a pasar. Sí. Era él. Diez años después seguía siendo él mismo. El verde de sus ojos seguía inalterado. No pudo decir una palabra; él tampoco. Sólo se permitieron sonreír y darse un beso nervioso en la mejilla.

La condujo al ascensor y ella sólo se animó a decir que no podía hablar porque tenía un caramelo en la boca. Él se sonrió. Llegaron al segundo piso. Se abrió la puerta y ya estaban en su departamento.

Entraron en silencio y él se apresuró a subir apenas el volumen del equipo de audio. Ella se quitó la camperita de jean, dejó la cartera a un costado y se acomodó tanto como pudo en uno de los sofás. Se miraron en silencio y se rieron nerviosos de la circunstancia.



   Hola —dijo ella con una mueca de sonrisa.



   Hola...—contestó él visiblemente nervioso sentado en otro cuerpo del sofá blanco.



   ¿Y la cena? ¿Y el lomo? ¿La mesa? —preguntó simpáticamente hundida en su asiento.



   ¿Vos tenés hambre? Porque yo no pude comer nada en todo el día y tampoco tengo hambre en este momento—se confesó él, tenso.



   Ni yo... —agregó ella.

D   Ni yo... —agregó ella.



   Hola... —le dijo acercándole la cara y mirándole la boca.



   Hola —le contestó él y la abrazó fuertemente besándola con pasión. Se besaron y viajaron en el tiempo. Cerraron los ojos y se transportaron al fin de año de 1998, frente al río. Ambos sintieron los fuegos artificiales en su interior. Revivieron aquel beso apasionado de cuando llegaron al viejo departamento, sobre el sofá azul con la complicidad de Robert Miles.



De pronto se detuvieron para mirarse a los ojos.



   Tu boca —dijo él en un suspiro audible —sigue siendo como la recordaba. Estás tan hermosa como hace diez años, o no, más hermosa que entonces, ahora tenés una madurez física mucho más atractiva que antes.



Ella le agradeció el cumplido con otro beso profundo y apasionado y se le subió encima y lo abrazó con todo el cuerpo.  Sentían que el deseo los envolvía, les quemaba en la piel. Seguían siendo los mismos de antaño pero más fogosos de lo que ambos se recordaban, y eso los enloquecía aún más.

La tomó por la cintura y se puso de pie con ella encima. La llevó al dormitorio sin dejar de besarla. La dejó parada sobre la cama y la siguió besando con la altura equiparada ahora. Ella le comenzó a desabotonar la camisa y él la tomó de las nalgas fuertemente. En un momento dejó de besarla para mirarla de cuerpo entero.



   Estás muy buena Polaco.



   ¡Vos me ponés buena! —le contestó ella tirándose de espaldas en la cama y llevándoselo consigo a él abrazado por el cuello.

A partir de ese momento se dejaron llevar por las emociones, se desvistieron y se recorrieron enteros. Él le descubrió el piercing que ella llevaba en el ombligo y lo besó. Siguió bajando con la boca y llegó al sexo húmedo de ella que se entregaba por completo. Se detuvo a besarla allí donde muchas veces antes había estado. La saboreó lentamente, la abrió y se hundió en su profundidad mientras ella gemía despacio de placer. No podían dejar de tocarse, recorrerse, saborearse como hacía diez años pero ahora algo era distinto. Ahora los dos habían alcanzado una madurez sexual, emocional y mental que los llevaba a un estadio superior. La torpeza de la juventud era un recuerdo del pasado, ahora eran dos adultos experimentados que disfrutaban al máximo el cuerpo del otro y del propio.

Sorpresivamente le pidió que se masturbara para ella, él prefirió que lo hiciera ella misma tal como solía hacerlo, le sostuvo una mano con firmeza y se la llevó al miembro erecto. Ella sonrió y así lo hizo con la mano y con la boca. Él deseaba cerrar los ojos para un goce mayor pero al mismo tiempo no podía dejar de mirarla ahí, entre sus piernas, asomándole por detrás de la cabeza, un culo redondo y más allá sus hermosos pies.
Al cabo de un rato él no pudo aguantar más y repentinamente la tomó por la cintura y la acostó de espalda, le abrió las piernas y la penetró lentamente, profundamente con fuerza y con precisión. Ella gimió desde la profundidad de su cuerpo y se abrazaron fuertemente mientras se besaban con las bocas enteras. En un momento fueron uno. Los dos fusionados latiendo rítmicamente al unísono. Llegaron al clímax y acabaron en un orgasmo profundo y lento, profundo y pasional, y lento, y lleno, y cálido, e intenso. Terminaron. Ella suspiró cansada aflojando todos y cada uno de los músculos del cuerpo. Él se recostó a su lado empapado en sudor y respirando profundamente. Se quedaron así juntos, abrazados, con los ojos cerrados y besándose suavemente el cuello, los labios, el mentón, las orejas, la nariz, los ojos.
Compartían esa felicidad inexplicable que solo los amantes parecieran conocer.


3 comentarios:

  1. Mucho más pornográfico que una película XXX. La primera vez que leo este género. O desgénero jajaja. Muy bueno.

    ResponderEliminar
  2. Si querés más de este tipo de género te recomiendo que leas el Capítulo 4 3era parte. Lo vas a encontrar abajo a la izquierda en el mes de Septiembre 2011. Besos.

    ResponderEliminar