miércoles, 14 de noviembre de 2012

CAPÍTULO 23: El retorno. 2° parte.



De regreso a su casa, luego de la sesión con el Dr. Rubinstein, tomó por una calle equivocada. Una esquina, cuya ligustrina rebalsaba de florcitas blancas de jazmín japonés, la confundió y giró mecánicamente sin pensar.
Anduvo un par de cuadras lentamente hasta que vio estacionado un auto idéntico al que tenía él, su hombre del pasado, en 1998. Un Fiat Tipo gris oscuro. Dio una vuelta manzana, estacionó el suyo más atrás en la vereda de enfrente, en la misma cuadra y detuvo el motor. No podía dejar de observar el auto, muy bien conservado, a pesar de su antigüedad.

   ¿Qué esperás? ¡Bajá! —le pareció oír una voz salir de alguna parte. Instintivamente miró el asiento trasero. Nadie, como era de esperarse. Volvió a mirar el auto que permanecía ahí, tal como lo recordaba.

   ¿Qué pasa? ¿No pensás bajar? — otra vez la voz que le hablaba desde algún sitio.... su propia voz. Sentada aún en el asiento del conductor se miró en el espejo retrovisor, lo acomodó para verse bien la cara.

   ¿No vas a hacer nada?—dijo su imagen reflejada en el espejo. Se le erizó la piel. A pesar de que sentía que no movía los labios, su propio reflejo le mostraba que sí. Se tapó la boca y se miró de nuevo.

   ¡Hagas lo que hagas no podes callarme!—dijo su imagen que inesperadamente había tomado voluntad propia.

   ¿Quién sos?—se animó a preguntarle a su reflejo en el espejo.

   ¿Quién más voy a ser? ¡Soy vos! Polaco...—una sensación de caída al vacío la pegó contra la butaca del auto. — ¿Shockeada?—la increpó su imagen desde el otro lado, desde alguna parte invisible.

Enmudeció al ver de frente su cara hablándole como si fuese otra persona.

   ¿Cuándo me vas a liberar? Me mantuviste presa, oculta tras la fachada de mujer ama de casa, madre, aplicada... por suerte él volvió a buscarme... a buscarte... a buscarnos... Me nombró y me liberó de tu intento por matarme. Por suerte él volvió hasta que ¡la cagamos! ¿Para qué la tuve que cagar así? —miró su imagen y tenía la mirada nublada por las lágrimas. Se tocó los ojos y efectivamente eran lágrimas verdaderas. — ¿Cuánto tiempo más vas a esperar para volver a ser vos misma? ¿Cuándo te vas a convencer que no se puede sostener una mentira para siempre? ¿Cuándo me vas a dejar libre? —lloró.


1 comentario:

  1. No vengo publicando comentarios desde hace rato, pero te sigo Dita-Gladys-Stonhenge...
    Como siempre, me encantan estos capítulos de una historia de amor tan rara a mis experiencias...
    EXCELENTE, como de costumbre!!! Besos

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