domingo, 15 de septiembre de 2013

Meditacciones, de DitaStonhenge

Domingo 15 de septiembre 2013, 9:20 hrs

Terminás de tomar el último mate y te levantás decidida a limpiar el baño a fondo. Odiás hacer los quehaceres de la casa pero si no lo hacés vos, nadie más lo hará. Te arremangas, respirás hondo y con el coraje obtenido te encerrás en el baño dispuesta a que quede inmaculado, como esos baños de las revistas de sanitarios y griferías.
Mientras tu hija de cinco años juega, en la mesa de la cocina, a que sabe escribir; vos querés empezar hoy mismo, ya mismo, con la limpieza de toda la casa. "Si un día se me ocurre dejarlo, quiero dejarle la casa mejor de lo que la encontré" pensás con dignidad. Creés que de a poco tenés que comenzar a llevar a la acción eso que venís mascullando desde hace mucho tiempo, desde antes, incluso, del nacimiento de tu hija. De tu hija, porque la nena es tuya. Siempre supiste que un día lo llegarías a dejar. La primera vez que se te ocurrió dejarlo fue al año de empezar la relación, allá por el 2005 se conocieron, en el 2006 hiciste bastante para cortar la relación pero con la confirmación del embarazo en el 2007, te replanteaste si era el momento de hacerlo. "Tal vez un hijo pueda llegar a cambiarlo, a convertirlo en alguien cariñoso, hasta tal vez llegue a ser un poco simpático y todo...", te auto convenciste. 
Entonces cada vez que ibas al obstetra, sola, y el muy cínico te preguntaba siempre si ese bebé que llevabas en el vientre tenía padre, vos le respondías ofendida con un "¡doctor, claro que este bebé tiene padre! " y el obstetra evaluando la veracidad o no de esa afirmación te preguntaba "¿por qué nunca la acompaña a las consultas? ¿Están separados? ¿Lo va a reconocer?"... vos sentías que esas palabras te cortaban en dos y te dejaban rebanada y sanguinolenta... pero lo mirabas fijo y le decías con amabilidad fingida que no, que no estaban separados, que simplemente el padre tenía un negocio y que no quería dejar a los empleados solos, y que no era tan grave que el padre no estuviera presente en los controles obstétricos. Entonces el muy cínico, el muy hijo de puta, con una sonrisa te explicada en un tono condescendiente que "sí, claro, comprendo. Bueno, tal vez algún día se anime y la acompañe. Dígale que sería una picardía perderse al menos un control para escuchar el corazoncito del bebé...
Y vos salías del consultorio profundamente lastimada.
Se te llenaron los ojos de lágrimas. Te duelen esos recuerdos de una maternidad solitaria. Por fortuna tus intentos por un segundo embarazo no dieron sus frutos. A tu edad te sería insoportable pasar otra vez por esos mismos cuestionamientos, responderías al insulto con el inocultable sarcasmo que siempre te ha caracterizado.
Terminaste de limpiar el inodoro, ahora seguís por la ducha. Te metés con las zapatillas y cerrás las mamparas. Tu hija abre una de las hojas y te pregunta si te vas a bañar vestida, le respondés que sí porque tenés frío. Las dos se ríen a viva voz por el chiste. Ella te despide como si se fuera a dar un largo viaje alrededor del mundo, te tira un beso a la distancia, desde el umbral de la puerta del baño. Le decís que se cuide y que te mande postales, entonces, regresa a la pequeña oficina que se ha inventado en la mesa de la cocina.
Volvés a cerrar la mampara del baño con una sonrisa franca en los labios. ¡Cómo amás a esa nena!, lo que serías capaz de hacer por ella no tiene nombre ni conoce límites. Por ella te quedaste con su padre, con "marido", como soles llamarlo.
Cuando te preguntan del porqué le decís "marido" y no tu marido no podés evitar explicarlo risueñamente. Porque es "marido". "Mi pareja es el estereotipo de todos los maridos que han existido y existirán sobre la tierra. Si hubiese un diccionario solo con imágenes, junto a la palabra MARIDO estaría la fotografía de él", explicás jocosa. Pero la verdadera razón por la que lo llamás así es porque no te sentís en pareja, no te sentís emparejada, nunca lo sentiste con él y prácticamente no creés haberlo sentido con ningún hombre jamás. 
Sabés que el grave error que cometiste siempre fue tu complejo de autosuficiencia, en el caso de que tal complejo exista; y al mismo tiempo lo que más deseas es sentirte protegida, contenida, escuchada, querida... ¿tan difícil es? te preguntaste mil veces hasta que te diste por vencida y aceptaste empezar una relación con futuro con "marido". En el fondo, intuitivamente, sabías que no era el mejor de todos los hombres con los que te relacionaste pero era el menos malo, el mal menor... Tal vez, de haber elegido a otro, estarías peor.
Peor sería tener que limpiar un baño ajeno.


2 comentarios:

  1. Si es autorreferencial, además de aptitud para la escritura, semejante realismo exige mucha valentía.

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    1. Gracias por creer que es valentía pero sólo es catarsis, y claro que es autorreferencial, todo lo es.

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