jueves, 6 de octubre de 2011

CAPÍTULO 6: Inmortales.

... lentamente sacó la mano y se lamió los dedos.... luego le susurró jadeante al oído: — te voy a coger.

La besó suavemente en los labios, le acarició la mejilla y sin decir una palabra ni quitarle los ojos de encima se incorporó en su butaca, puso en marcha el auto y condujo de regreso al departamento.
En tanto, ella se ordenaba la ropa, recostada aún en el asiento reclinado quedó maravillada por el espectáculo que le regalaba el cielo. Los fuegos artificiales se confundían con los relámpagos de la enorme tormenta que se avecinaba. Detrás de las luces incandescentes de la noche se escondía el infinito del espacio y sintió que esa inmensidad le colmaba el pecho.
Enderezó la butaca y lo miró, detenidamente. Él le devolvió la mirada en silencio. Volvieron la vista hacia el camino y les pareció increíble lo que se les presentaba. La calle por la que habían tomado estaba totalmente desierta de autos, pero allá adelante comenzaban a verse esparcidos, cada tanto, botellones de los que salían disparados estela fugaces de colores. Tuvieron que esquivar los improvisados morteros con bengalas por un par de cuadras atravesando el humo blanco que los enceguecía por momentos. Entre los haces de luces, las explosiones que detonaban próximas al auto y los relámpagos que liberaba el cielo ellos se sentían, por ese instante, invencibles. Nada de todo aquello podía perturbarlos. Lo que les ocurría en su interior sobrepasaba mucho más que lo que en ese momento parecía una escena caótica. En aquel momento ellos hacían esa cruzada teniéndose el uno al otro, y nada más que eso importaba.
Llegaron al edificio y subieron los siete pisos besándose apretadamente contra la pared del ascensor. No pudieron distinguir si el vértigo que los embargaba era por el rápido ascenso o por el torrente de pasión que los recorría por dentro.
En cuanto entraron él encendió el equipo de audio y el CD de Robert Miles comenzó a sonar...





Él se sentó en el centro del gran sofá azul marino esperándola y ella enseguida se le subió encima con las piernas abiertas a cada lado.
La miró fijo a los ojos:

   Antes que pase nada quiero que sepas que yo no te voy a prometer ningún compromiso, ni casamiento, ni hijos, ni convivencia... no quiero crearte falsas expectativas, me gustás, me gustás mucho, pero eso no quita que te sea absolutamente sincero. Si estás de acuerdo bárbaro, si no, lo lamento pero... no estoy dispuesto a negociar...

Ella le devolvió la misma solemnidad en el gesto y le contestó: —Bueno.

Se comenzaron a besar como si estuvieran pagando una antigua deuda, como si hubiesen acumulado besos no dados y ése fuese el momento para darlos todos juntos. Él la sostenía por la cintura mientras ella lo abrazaba con ambos brazos y le recorría los labios con la lengua, le besaba el cuello y le mordisqueaba los labios tiernamente. La música los acompañaba y les determinaba el ritmo que paulatinamente irían tomando. Ella se sacó los zapatos con un único movimiento de sus pies, y comenzó a desabotonarle la camisa sin dejar de besarlo todo. Él buscó por debajo del vestido aquella prenda inferior que antes había descubierto, intentó comenzar a sacarla pero ella le tomó las manos y se las puso en los pechos. Ahora no había más que seguir con los mandatos que la espontaneidad de la pasión les indicara. Él comenzó a recorrerle el cuello con la lengua, sintió cómo la vena de ella transportaba en su torrente sanguíneo la fuerza de un deseo irrefrenable.
Él le introdujo toda la lengua llenándole la boca por completo, ella se dejó hacer con placer, entregada a todas aquellas fantasías que había estado acumulando en ese mismo sofá azul, desde aquel inolvidable primer sábado en que se conocieron. Abrió más las piernas y él la tomó con fuerza de las caderas, en ese preciso instante un trueno hizo vibrar todo pero no se dieron cuenta hasta un momento después cuando el viento comenzó a golpear contra las hojas del ventanal del living. Ambos se sonrieron cómplices de la llegada de la esperada tormenta. Siguieron besándose apretadamente hasta que él la tomó por la cintura y se paró con ella enredada en él, sosteniéndose con las piernas en su cintura. La llevó así a su cuarto y la acostó en su cama. Se recostó encima de ella y continuó besándola apasionadamente mientras ella le sacaba la camisa y él se desabrochaba el cinturón del pantalón. Él se paró y la hizo incorporarse junto a la cama para que se quitara la ropa. En un instante ambos ya estaban desnudos acostados en la cama, devorándose mutuamente. Sintiéndose latir en toda su humanidad. Ella se colocó debajo de él y lo tomó por la cintura él tomó cierta distancia para observarla mejor, para verla como muchas veces antes se la había imaginado. Con firmeza ella lo atrajo contra su cuerpo y lo tomó por las nalgas, mientras él le llenaba la boca con su lengua caliente y empapada. Los cuerpos de ambos vibraban de la emoción de por fin tenerse así, piel con piel, sudor con sudor, vientre con vientre...
Él le tocó el sexo húmedo y le abrió los labios. Sintió que un calor tremendo le ardía en los dedos, ella gimió despacio debajo de él y abrió más las piernas. Él se colocó erecto sobre ella e intentó entrar despacio, pero era demasiada masculinidad para el cuerpo de ella. Los nervios comenzaban a ganarle una batalla interna que iba mucho más allá que su deseo de sentirlo todo dentro de sí. Una lucha interior comenzaba a desatarse, no pudo saber si era culpa, pudor o sencillamente miedo de lo que les depararía el destino de ahí en más. Aún a pesar de que su sexo opusiera resistencia ella siguió intentando colaborar para ser penetrada. Lo deseaba tanto como él, pero la lucha terminó siendo en vano, más lo intentaban más se acercaban al éxtasis de sentirse unidos. El clímax los envolvió en aquella batalla y pudieron finalmente descargarse simultáneamente el éxtasis de hallarse juntos, desnudos, piel con piel, aún sin haber conseguido que ella le abriera por completo su sexo. Extasiados, cansados, empapados continuaron abrazados por un rato largo, un momento pleno que los unió en una armonía perfecta. Se miraron a los ojos y se besaron con una ternura profunda. Ella le recorría la cara con los dedos suavemente, él la miraba a los ojos, observaba detenidamente esos ojos eslavos que desde un primer momento lo habían cautivado. Se detuvo a descifrar lo que no le contaban esos ojos de mirada profunda, aquella mirada de una intensidad que alguna vez lo había intimidado. Se sonrieron con ternura y se abrazaron. Se quedaron así, abrazados en el calor de ambos mientras afuera el cielo descargaba todo su poder para celebrar el comienzo de algo nuevo.

3 comentarios:

  1. muy bueno, buenisimo muy excitante , demasiado..

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  2. Necesario paso, el de esta entrada, para lo que vendrá. Buena descripción, como siempre, del deseo y me gustó la parte en que el dice que no promete nada, etc. Al decirlo en ese momento vuelve a mostrar la originalidad del personaje, a esta altura medio neurótico, que en ese momento se pone a pensar esas cosas. Me encantó eso. Saludos!

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  3. ¿Qué puedo decirte, Gla? Me dejaste sin palabras... Muy excitante, muchísimo, ché... Me encantó!!!

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