martes, 27 de mayo de 2014

CAP 1-3: El Principio del Fin.

El día siguiente lo sorprendió agotado y deseando que aquel sueño no tuviera fin.
A ella también. Ese sábado caluroso de octubre, llegó a su casa más tarde que de costumbre. Pero no le importó. El hombre con el que convivía aún no había llegado, eso la alivió. Se recostó con una sonrisa extraña. A la mañana siguiente quiso que el tiempo transcurriera veloz para que por fin se hiciera el primer martes de clase, más precisamente, que fuera el martes, a las 19 horas. Se sucedieron los días y un par de veces la sorprendieron pensativa con una mueca difícil de descifrar. "En qué estarás pensando, vos..." se animó a exclamar Francois, en un español afrancesado, en la cocinita del instituto de idiomas para el que ambos trabajaban. Él obviamente enseñaba su francés natal, y ella, inglés. —¡En nada, Fransuá! ¡En nada!—respondió por acto reflejo mientras seguía batiendo estúpidamente el preparado que luego se convertiría en café instantáneo. Nunca antes un alumno nuevo la había inquietado tanto.
El martes llegó finalmente. Llegó puntual. Tocó el portero eléctrico y esperó impaciente a que bajara a abrirle la puerta de entrada al edificio. Esta vez no hubo testigos. Un beso fugaz en la mejilla y la incomodidad de estar juntos y solos en el ascensor podía percibirse en la atmósfera. La clase fluyó con normalidad, es decir, nadie hubiese adivinado el torbellino que los invadía por dentro. Luego de puntuales 60 minutos de clase y de frases con verbos auxiliares, afirmaciones, negaciones e interrogaciones por fin se pudieron quitar los roles de profe y alumno por un rato. —Bueno, esto es todo por hoy. Espero que puedas hacer los ejercicios que te dejo y ya sabés que cualquier consulta que tengas la podemos revisar la próxima clase.—Un silencio impertinente, incómodo, se interpuso y él atinó a decirle "Gracias." Lo miró confundida y él sólo lanzó un "gracias... te lo digo porque fuiste muy clara con la primera lección y me gusta escucharte hablar, digo, me gusta cómo me hablás, no, mejor dicho, me gusta cómo explicás las cosas que hasta hoy me parecían imposibles de entender y sin embargo ahora veo que no es tan difícil solo es cuestión de prestar un poco de atención y listo, la cosa es más clara cuando se presta atención y... eso."
Sonrió, él se sonrojó. Bajaron los siete pisos a la realidad en silencio, esquivándose las miradas. —¿Te espero el sábado a la tarde?—, preguntó él tímidamente.—Sí. Tratá de hacer los deberes, ¡eh!—, contestó. Se despidieron con un beso peligroso, y la piel les quemó.

 
Puso en marcha el auto, encendió la radio y sintió que viajaba sin moverse.

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