sábado, 7 de junio de 2014

CAP 2-1: Alimentando el deseo

Puso en marcha el auto, encendió la radio y sintió que viajaba sin moverse.

Aquella sensación de adrenalina se fue repitiendo sistemáticamente después de cada beso de despedida. Las clases fueron extendiéndose en tiempo y aumentando en frecuencia con total y absoluta naturalidad. Para ambos el juego había comenzado, pero tampoco les preocupaba cuál sería el desenlace, aún.

Finalizó octubre, transcurrió noviembre, comenzó a aumentar el calor externo y claro, el interno también. Llegaron sus minifaldas, las remeritas ajustadas, las sandalias altas, la piel, el pelo recogido; las camisas desabotonadas, el sudor, la sed. Comenzó a sentir que aquel juego de seducción se le estaba escapando de las manos. Que comenzaba a perder en su juego favorito.






Él decidió sumar clases durante la semana. Ahora también se veían los jueves a las 19 hrs. Y siempre cumplían con el ritual de quedarse charlando por 30 ó 40 minutos luego de finalizada la clase. Él le contaba de sus viajes por el mundo, de cuando estuvo en Londres, en París, en NYC, en El Cairo, y ella viajaba con él. Comenzaron a quedarse callados, solo para mirarse a los ojos por unos intensos instantes. Luego uno de los dos intentaba salir de la situación hablando de la hora, de lo tarde que se había hecho, de "¡que termines bien el día!", "escuchá el audio que te dejé varias veces y si te quedan dudas las vemos la próxima clase..."; "sí, no te preocupes que voy a hacer lo posible para llegar con todo lo que me dejaste de tarea..."; "buen finde!", "chau!"...

Ya en el porche un par de veces el beso de despedida fue acompañado por un roce de su mano por su cintura, o su mano en la mejilla de él. Ya nada sería como antes de aquel encuentro. Algo había comenzado a crecer en los dos, alimentado por el deseo.

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