sábado, 7 de junio de 2014

CAP 2-3: Alimentando el deseo.

Plegó su copia, se recostó en el sofá y se durmió con el papel en la mano.

Durante todo el día siguiente escuchó varias veces el casete "olvidado" por la profe. Era una tarde gris de domingo, faltaba poco para que se instalara definitivamente el calor sofocante del verano.



Cayendo la tarde, el cielo se cargó de pesadas nubes grises. Se acercó al gran ventanal que daba a la calle y vio cómo, allá arriba, en el fondo del cielo, empezaba a generarse una gran tormenta eléctrica. Serpientes delgadas resplandecían en el colchón oscuro para desaparecer rápidamente en la nada.

Los truenos sonaban lejanos pero se acercaban vertiginosamente, venían desde lo profundo del espacio. Gotas gordas y pesadas caían sobre el vidrio que tenía frente de sí. Recordó aquel viaje de la infancia, hacia la costa, en auto, un día de verano. Los sorprendió una gigantesca tormenta y descubrió el poder de la luz de los rayos. El padre había decidido no detenerse hasta llegar a las esperadas vacaciones familiares de todos los años, a la misma playa, al mismo hotel, al mismo mar, al mismo sol, a lo de siempre.

Volvió del pasado con sed. Alcanzó su vaso de gin tonic y bebió lo último que quedaba en él con lentitud. Saboreaba detenidamente la bebida mientras la tormenta le mostraba lo que era capaz de hacer. El viento golpeaba fuerte contra el ventanal de dos hojas, con ráfagas de agua que chocaban contra el vidrio una y otra vez. Las copas de los árboles se balanceaban salvajes ante la estampida del fuerte viento. Imperturbable observaba el espectáculo ahora con un cigarrillo en los labios y el humo envolviéndolo por completo. Aún conservaba la letra de la canción plegada en el bolsillo. Los truenos hicieron vibrar sonoramente las ventanas y un cosquilleo le sobrevino desde los pies. Siete pisos de concreto resistiendo con fuerza a la naturaleza.

La tormenta fugaz agonizaba ya lentamente y se alejaba dispuesta a regresar una vez más, como siempre, pidiendo revancha. Pocas cosas lo maravillaban tanto como los espectáculos que la naturaleza es capaz de dar a cambio de solo un puñado de respeto.

Los días se sucedieron, la tormenta de verano pasó pero él siguió atormentado, inquieto por lo que iría a suceder luego de esa canción. Sí, el mensaje había sido claro. La profe fue directa. Él tenía que hacer algo al respecto. No podía dejarla pasar. No quería dejarla pasar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario