lunes, 12 de septiembre de 2011

CAPÍTULO 3: Lo que el tiempo nos dejó. 2° parte.


"¡Te mando un beso grande Polaco!"



Los ojos se le inundaron de recuerdos. Tantos años habían pasado de la última vez que la llamaron así. "Polaco". Solamente él la llamaba así. No había dudas. Sólo existía una única persona en el universo que la llamaría así. Sólo él y ella sabían que "Polaco" era el apodo para ella.
Releyó una y otra vez el mensaje. No podía creerlo. Después del modo en que se había roto la relación, después de tantas lágrimas, después de jurarse no volver a saber uno del otro jamás, después del daño que se habían hecho, después de tantos desplantes, después de tanto sufrimiento, después de tanto tiempo... él se contactaba. Después de diez años volvía del pasado.
"Polaco."
Una marea le trajo fragmentos de imágenes de un pasado que sintió que ya no le pertenecía. Un sofá azul marino enorme en un living,
Un ventanal de dos hojas que daba al cielo,
La vista de las copas de los árboles que le parecían tan cercanas,
Una mesa ratona cubierta por libros, revistas y diarios,
Torres de CDs custodiando el gran equipo de audio,
Incansables ensayos con el bajo.
Una biblioteca que llegaba al techo.
El verde profundo de sus ojos.
Las clases de inglés.
Las charlas.
Las anécdotas.
Suspiró sonoramente y recordó aquel primer beso.
La foto de ese beso se mantuvo un instante en la profundidad de los recuerdos.
Le había llevado mucho tiempo poder olvidar todo aquello, fue un esfuerzo grande olvidar. Y ahora emergían de la memoria esos retazos de pasado...
Las lecturas en la cama. Phillip Marlowe. Borges. Las pelis de los miércoles. Los programas grabados para verlos juntos. El gin tonic. Los "llorar de risa". Las pizzas caseras después del sexo. Los ceniceros repletos de colillas. El olor a cigarrillo y a encierro. Los diarios dominicales. El olor de ambos mezclados. Los cafés.
Sucesos de un siglo anterior.
Recordó la manera en que había empezado la historia de ambos, juntos. La fecha y la hora del inicio de esa relación que le dejó tanto y que le había quitado otro tanto.
Fue precisamente a las 12 de la noche del 31 de diciembre de 1998. Fue un beso largo, tanto que duró hasta el 1° de enero de 1999. Un beso que ninguno de los dos hubiese podido olvidar jamás.
Cerró los ojos y pudo ver aquellos fuegos artificiales que explotaron en su cuerpo.
"Polaco."
Se quedó inmutable frente al monitor de la computadora. Le pareció increíble que un aparato tan frío y distante como una PC le trajera a la cabeza tantos recuerdos y al cuerpo tanta emoción.
Y pensar que ya hacía varios años que lo había dado por muerto.

2 comentarios:

  1. No sé si soy yo, pero me da una sensación de inmortalidad... Me gusta mucho, me inquieta... Seguro que es lo que esperabas: soy bastante predecible...

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