domingo, 27 de septiembre de 2020

Eclipse de lunas. Capítulo I: Mensajes.

 Capítulo I: Mensajes.



05:27 p.m. Martín: bueno, cuando sepas aprox me decís y nos vemos... y te cagás de miedo... y tenés para irte pensando en el tráfico

 

05:28p.m. Dita: ok, me tomo el bondi hasta allá

 

05:28p.m. Martín: por qué? no te vas en auto? no venís a buscar un auto?

 

05:28p.m. Dita: el auto lo dejé lejos de la oficina

 

05:29 p.m. Martín: pero no es ese el motivo por el que venís a Belgrano y 9 de julio? me estás mareando pendeja...

 

05:29 p.m. Dita: con?

 

05:30 p.m. Martín: con ese orto que movés en mi imaginación mientras me montás de espaldas. basta, avisame hora y lugar

 

05:31 p.m. Dita: bueno.

 

Cerró el chat, y el resto de los programas de su computadora de trabajo. En el baño se retocó apenas el maquillaje. Regresó a su escritorio. Su compañero de trabajo con el que mantiene esporádicos encuentros íntimos se había sentado en la silla giratoria frente a la de ella; la esperaba con una sonrisa confidente. Ella lo miró simpática, se le acercó un momento para sacar un pequeño frasco de su cartera; se perfumó con su Carolina Herrera y lo volvió a guardar. Ella le extendió su muñeca izquierda para que él pudiera olerla, él se la tomó con firmeza y se la llevó a la nariz para olfatearla sonoramente. —¡Hummmmm.... Muy rico!—volvió a sonreír. Ella tomó sus celulares, guardó en el bolso el laboral y se quedó con el personal en la mano.

 

—¡Buen fin de semana!—saludó a todo el piso camino a los ascensores.

 

—Esperá que bajo con vos— le dijo su compañero mientras tomaba sus cosas de su propio puesto de trabajo.

 

—Cuando se abrió la puerta del ascensor lo esperó en el umbral para detenerlo. Salió el muchacho y ambos aguardaron a que se cerrara la puerta para besarse con frenesí durante todo el trayecto descendente hasta alcanzar la planta baja. Segundos antes de que se abriera la puerta se despegaron presurosos para evitar ser descubiertos. Saludaron con simpatía al personal de vigilancia del edificio y salieron juntos, pero separados.

 

—¿Qué hacemos? —le preguntó ya en la calle invitándola a pasar un momento juntos en el hotel que solían frecuentar.

 

—¡Hoy tenés franco! —le contestó con una sonrisa fresca— Mirá, tengo dos opciones, una está a algunas cuadras de acá y la otra en Parque Leloir. Primero voy a la cita cerca de donde dejé el auto en Belgrano y 9 de Julio, ahí veré qué hago. ¿Vos?

 

—Bueno, si ya tenés planes entonces voy al gimnasio—le contestó resignado a no ser el elegido esta vez.

 

—¡Dale! ¡Buen fin de semana y disfrutá! —lo saludó con un beso cálido en la mejilla. Cruzó la avenida y se subió al colectivo que la dejaría cerca del lugar de encuentro con Martín.

 

05:51 p.m. Martín: te fuiste?

 

En el trayecto intentaba imaginarse cómo sería aquella cita. Martín le había negado toda imagen de él, solo le había dicho que le iría a gustar. Ella insistió tanto cuánto pudo para que le enviara una foto, no importaba de cuándo fuera, pero una sola imagen para tener una idea de cómo sería aquel hombre de 42 años, de 1,85 de altura, delgado, dueño de una personalidad que la atraía poderosamente y del que desconocía prácticamente todo.

 

La inquietaba no sólo su aspecto, sino también el poder de atracción y seducción que ejercía sobre ella. Sobre ella, precisamente, justo a ella que acostumbraba generar intrigas en los demás; y ahora se hallaba presa de las intrigas de un total desconocido que la seducía desde sus palabras tan oportunas, tan infalibles. La había seducido su gran sentido del humor, la ironía les era común a ambos.

 

06:04 p.m. Martín: hola?

 

Dita bajó del colectivo y caminó una cuadra para poder llegar a la esquina y cruzar la ancha avenida. Esperó semáforos y caminó decidida hacia un encuentro con sus temores. Temía que el hombre con el que se encontraría no fuese más que un fiasco. Una caricatura de lo que él intentaba ser, más que lo que realmente era. Sentía la adrenalina en el cuerpo. Llegó a la esquina del encuentro y observó a todos los hombres con detenimiento buscando a aquel de campera de gabardina verde y pantalón gris obscuro.

 

06:13 p.m. Martín: no te la puedo creer!!!

 

Fue hasta la puerta del Banco Santander sobre Av. Belgrano. Miró a ambos lados. Ningún rastro de Martín. Esperó impaciente.

 

En la esquina había una muchacha apoyada en el borde de uno de los ventanales del Banco Galicia. Decidió imitar a la joven y también se apoyó en aquel ventanal en un intento de amortiguar la espera.

 

El celular chilló un mensaje de correo electrónico.

 


18: 15: De: Martín

 

            Para: Dita

 

Te fuiste sin avisarme para verme?

 

Mmm esperaba que de hacerlo me avisaras...

 

Una pena..

 

Beso.

 

Enseguida lo contestó:

 

18:16: De: Dita

 

            Para: Martín

 

Estoy sentada en el Galicia

 

Luego volvió a escribir:

 

18:18: De: Dita

 

            Para: Martín

 

Qué hago? Te espero o me voy?

 

Recibió enseguida:

 

18:18: De: Martín

 

            Para: Dita

 

donde estás y voy

 

Belgrano en el Santander?

 

Le llegó otro mensaje:

 

18:21 De: Martín

 

           Para Dita

 

hello? voy? a cinco min de ahí...confirmame y ya

 

 

 

Finalmente respondió:

 

18:23 De: Dita

 

           Para: Martín

 

Venite, estoy sentada en el Galicia de Av Belgrano,

 

 

 

Y la serie de correos culminó con...

 

18:23: De Martín

 

            Para: Dita

 

voy

 

Cerró el celular y lo escondió entre sus manos. Se entretuvo observando a los transeúntes ir y venir por la vereda frente suyo. Observaba con detenimiento las caras que se le cruzaban incansables, caprichosas, aleatorias.

 

De pronto lo vio cruzar la avenida directo hacia ella. Llevaba efectivamente su campera de gabardina verde y pantalones gris obscuro.

 

Lo vio y respiró aliviada.

 


 

 

¿Continuará...?

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