lunes, 4 de junio de 2012

CAPÍTULO 19: Hacia Asia. 2° parte.

21 de julio de 2016. Buenos Aires, Argentina.




Después de almorzar y aprovechando la siesta del marido y sus hijos, Polaco decidió salir a dar un paseo en auto. Un impulso inexplicable. Una necesidad urgente e impostergable. Debía salir por un momento y dejarse llevar por un rato. Tomar el camino que surgiera sin pensar. Conducir para andar, porque sí. La tarde era gris, el invierno seguía firmemente instalado en el asfalto, en los árboles desnudos y en la poca gente que se animaba a salir con ese frío, obligada a pisar la calle emponchada de pies a cabeza. La tarde se veía apacible y dispuesta a que le ocurriese algo. Así también estaba Polaco. Despojada de pensamientos o voluntad. Empujada por una inercia misteriosa e invisible. Cruzó la Gral. Paz e inconscientemente condujo hacia Av. Nazca por Nogoyá. Su querido y viejo trayecto hacia los recuerdos. Recorrer esas calles siempre la conmovían, se le aceleraba el pulso, se le secaba la garganta, se le empañaba la mirada. La ciudad estaba desierta, solo se podía observar la sincronía exacta e infinita de los semáforos de cada esquina que ecualizaban el ritmo de una ciudad libre de humanidad. Los árboles se veían semejantes unos a otros. Todos podados exactamente iguales y a iguales distancias entre ellos durante todo el trayecto por la ciudad. Los containers para basura reciclable se diferenciaban de los designados a la basura orgánica y de los destinados a material peligroso y potencialmente radioactivo. ¡Cuánto había avanzado la ciudad en materia científica! y al mismo tiempo ¡cuánto se extrañaba ver a chicos jugando en los parques y plazas! Hace más frío que en años anteriores, tal vez sea por eso que no se ve a nadie recorriendo las calles más que en autos o en micros.
Llegó al corazón de Villa del Parque. Estacionó sobre Cuenca y caminó directo hacia Del Parque Shopping. La fachada se parecía poco a aquella de 1998 pero conservaba sus colores verde y rojo, aunque ahora más brillantes. En el Shopping compró facturas para llevarse a casa para la hora de la merienda familiar de domingo. Antes de regresar al auto decidió pasar frente a aquel viejo edificio, albergue de tanta historia. Desde la vereda de enfrente vio la entrada desierta, gris, vacía, automatizada y polarizada. Una brisa fría la estremeció por un instante. Fijó la mirada en el vidrio de la puerta de entrada. Su actual reflejo de pelo castaño y largo, de camperón negro y guantes de cuero sosteniendo un paquete de facturas se fue fundiendo paulatinamente con aquella Polaco de antaño: aquella de jeans ajustados, plataformas altas en una calurosa tarde de sábado, a fines del verano del 99, a días de cumplir 27 años, con el pelo corto y cara angelical.
La puerta de entrada se abrió, entró y besó fugazmente a su alumno de inglés. Subieron los siete pisos besándose con ternura. Entraron al departamento, tomaron la clase de inglés con total naturalidad y al cabo de 90 minutos comenzaron el fin de semana juntos.

   ¡Feliz cumpleaños, Polaco! —le dijo al tanto que le entregaba un paquete envuelto en papel  metalizado rojo con moño de regalo plateado.

   ¡Gracias! —respondió sorprendida con la cara llena de alegría, de felicidad inesperada.
   ¿Es un regalo para mí? —preguntó quitándole el regalo de las manos.

   ¡No! ¡Era para mi mamá pero falta mucho para el día de las madres! ¡Claro que es para vos, polaquito! —largó con una carcajada sonora.

   ¡Ay! ¡Qué lindo sos! — y abrió el envoltorio intentando no romper el papel. Tomó el libro amarillo y leyó la tapa "La Conjura de los necios" de John Kennedy Toole, lo abrió y leyó: "que lo disfrutes tanto como yo los momentos en vos... Javier". Los ojos se le humedecieron y lo besó profundamente.

   ¿Dice "los momentos en vos"? — preguntó ella releyendo nuevamente pero ahora en voz alta.

   Sí. Dice "los momentos en vos", porque quiero que lo disfrutes al libro como yo disfruto estar en vos, literalmente hablando.  

   Sos hermoso — se ruborizó ella.

   Sos divina —replicó él.

La tarde continuó con abrazos, besos, sexo, risas, música, una película por cable, más besos, un poco de ensayo con el bajo, mates y una salida a cenar por el centro. Un día especial como cada día que estaban juntos, disfrutándose mutuamente. Después de la cena fueron a la costanera para ver la negrura del río abrazado a la noche profunda y estrellada. Besos apretados en el auto y un kilo de helado para comer en la cama, sobre sus cuerpos.
Él le pidió que le leyera la novela de Toole; el libro que le acababa de regalar. Ella lo complació encantada. Se detuvieron varias veces para reírse juntos, para encender cigarrillos, para recargar sus tragos, para ir juntos al baño y quedarse besándose o tocándose delante del espejo del baño, para saborearse profundamente en la desnudez de sus pieles.
Nada podía ser mejor, nadie podía superar esa perfección que lograban estando juntos, ensamblados como parte de un engranaje misterioso y audaz. Juntos eran poderosos. Juntos eran uno. Juntos eran inmortales e indestructibles... y lo sabían.
La imagen permanecía allí, en la profundidad quieta de los recuerdos de ambos. Ella ahora de regreso a su casa con facturas en el asiento del acompañante en el auto; él frente a un monje hindú Bodhidharma. Bebió una pócima transparente e insípida y pudo ver los recuerdos más felices. Recuerdos necesarios para el rito que le permitiría descubrir los recuerdos del futuro que será o que pudo haber sido. Ya comenzaba a asomar la gigantesca luna sobre Pushkar y decidió pasar aquella noche junto al resto de los monjes compartiendo los rituales de iniciación de los budistas principiantes.
No podía quitarse de la mente el fragmento de película de su pasado que acababa de ver mientras repetía los cantos de meditación. Tan real, tan vívido, tan pasado presente. Hasta creyó percibir en el aire el perfume de ella. ¿Podrá haber sido eso un viaje astral? ¿Acaso algo así era posible? Envuelto en una túnica anaranjada se recostó en el piso junto a los demás... pero no pudo dormir.

7 comentarios:

  1. Diossssss...........hhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh

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    1. Como nene con chiche nuevo....Ya ta.... prendí cigarrillo...y ya....Lindo.

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  2. Mas de frente a RÍO....ESHO LINO. Música en México?... Ma lino en China o India...

    MASSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS

    JAJAJAJAJAJA....Cucha: LOQUECIO DITA ! De a ratos ta despierta...de a ratos quiere volver al cuento... Como hacer para vivir siempre en 1990?...pm...so quero.....

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  3. temine muy rápido....y pese de vueta....Nada. Ya toy haciendo tratamiento para eso...jajajajajaja......naaaaaaaaahhhhhhhh...JAMASSSSSSSSSSSSS.....

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  4. Comencé a leer y me detuve en repeticiones de palabras y conceptos, quizá puestas exprofeso como trampas.
    En el final de la primera parte leí: "Recién comenzaba a anochecer y el invierno se había instalado firme".
    En el comienzo de la segunda veo que el "invierno seguía firmemente instalado en el asfalto, en los árboles desnudos".

    Tambien leo sobre el final de la primera parte que la sonrisa se le dibujó "inexplicablemente" y ahora "un impulso inexplicable"...
    Me distraen estas repeticiones.
    Luego, me interno en el relato y ahora me atrapa el recuerdo de La Conjura de los necios" y comienzo a reflexionar sobre las trágicas circunstancias que rodearon la única obra de John Kennedy Toole, conocida por la persistencia de la madre del escritor, el Pulitzer postmorten.
    ¿Soy yo, poco concentrado o el relato que se borronea?

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    1. Recién puedo contestarte, ¡mil disculpas! Te agradezco tanto la dedicación profunda hacia la historia, hacia los sentidos, hacia lo que no se ve que casi que me siento expuesta, desnuda ante mis lectores. Se me ruborizan las mejillas y es porque la historia empieza a desvanecerse hacia su final. Quisiera poder responder todas y cada una de las observaciones pero lamentablemente no hallo respuestas, aún. La historia cobró vida propia y ya no soy yo quien gobierna su destino. ¡Gracias!

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  5. Gracias por las aclaraciones... Pero hay que tener en cuenta que ¡los lectores queremos definiciones! :D

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