martes, 1 de abril de 2014

Hoja en blanco, de DitaStonehenge

Y allí estaba él, tan plácido leyendo su libro de cuentos. Estaba como todos los días, sentado en el primer escalón de la entrada a su casa, majestuosa e imponente, como él mismo.
Yo lo he estado espiando desde que tengo memoria. Todas las tardes, de tres a cinco mi vida gira en torno a la de él. Fui testigo de su crecimiento. Aprendí a reconocer en su entrecejo sus expresiones de alegría, tristeza, angustia e incluso, desesperación...
Cada tarde mi vecino llegaba a la escalera de su casa, puntualmente, con un grueso libro bajo el brazo; y permanecía allí, leyendo ininterrumpidamente por dos horas, que para mí eran el espectáculo más sereno y sensual que pudiese hallar. Sus manos firmes tomando el tomo, abriéndolo lentamente y con el cuidado propio de los coleccionistas, cuando manipulan delicadas piezas añejas y únicas, comenzaba a leer...
Yo seguía cada movimiento con muchísima atención, ya que no podía perdérmelo. Cada vez que torneaba una nueva página, sus ojos buscaban inquietos el hilo del relato. Su cabellera al viento y esos anteojos tan ridículos le daban un aire de lunático. Pero de todos modos, siempre me resultaba tremendamente atractivo.
Esa tarde era como cualquier otra. Él llegó con su libraco, se acomodó en el escalón y buscó la posición más cómoda. Apoyó su espalda sobre una de las columnas laterales de la gran casona. Todo alrededor de él era de un verde pasto tierno y húmedo. Las sombras dibujaban figuras extrañas sobre el césped. Eran caballos alados con guirnaldas en las orejas, o una dama regando un árbol, a veces yo podía distinguir, desde mi posición plenamente estratégica, una pareja de amantes haciéndolo recostados.
Mientras yo veía esas figuras que adornaban su jardín infinito, él se hallaba totalmente absorbido en su lectura. De pronto se hicieron la cinco otra vez, mañana nos reencontraremos mi amor.
Esta tarde el sol está más brillante que nunca... me he puesto mi vestido favorito y después de una noche de calor sofocante, he decidido entrar a su jardín. No sé qué haré una vez dentro; pero no me importa. No puedo soportar más este deseo que me quema por dentro. Hace diez largos años que hacemos esta parodia y ya me cansé de amarlo sin saber cómo sabe su sudor... no aguanto más. Es esta tarde.
Él llegó como siempre a las tres en punto. Se sentó en la esquina de la escalera, apoyándose en la columna derecha del umbral. Tomó el libraco con las dos manos, miró la tapa, y lo abrió muy lentamente. Corrió el señalador y lo colocó al final. Yo me trepé por la medianera y salté a su jardín, no hice ningún ruido. Tal como me lo había imaginado. Él no se dio cuenta de que había un intruso en su morada y continuó compenetrado con su lectura. Me acomodé el vestido, me limpié las sandalias y me acomodé el cabello. Ya estaba lista para acercármele. Tal como tantas noches lo había soñado.
Fui muy cautelosa en no hacer el menor ruido, quería así poder llegar a él y tocarlo por detrás. Di la vuelta a la mansión y subí por la escalinata trasera. Él estaba en la del frente y no se imaginaba siquiera la sorpresa que le esperaba. ¡Por Dios, tantas veces lo había ensayado en sueños que no podía fallar ahora! La vida tiene la gran desventaja de no poder practicarse antes de vivirla... es como pretender probar los fuegos artificiales antes del evento... ¡un verdadero disparate! Es por esto que lo tenía todo planeado y pensado desde hacía ya años... casi diez años!
En sueños agoté todas las posibilidades...me imaginé que saldría corriendo espantado; o que se quedaría helado sin saber qué hacer; o que comenzaría a gritar pidiendo auxilio; e incluso, me imaginé que me correspondería con un beso... imaginé todas las posibilidades, así que, no me podía fallar ahora tanto tiempo de sueños.
Caminé por los pasillos que bordeaban la casa y llegué hasta el frente. Me quedé un rato mirándolo, recorriéndole el cuerpo con los ojos, muy lentamente, comiéndomelo así como estaba: distraído e inocente de su destino.
Me acerqué y me arrodillé a sus espaldas... las rocé levemente con la punta de mis dedos... y sentí el contorno de su espalda curva y fuerte. Aún no se ha dado cuenta de mi presencia... mejor! Así gano más tiempo para pensar el siguiente paso. Si ya llegué hasta aquí, tengo que saber muy bien qué es lo que sigue... pero no puedo pensar. ¡Por Dios! No puedo pensar!
¡El corazón se me va a salir!
Muy lentamente me pongo de frente a él y lo miro a los ojos. Él, en un instante, dejó caer su libro... por los escalones fue desarmándose hasta desplomarse mortalmente en el piso. Me tomó de las manos suavemente y se las colocó a ambos lados de la cara. Yo me solté con suavidad y le saqué los anteojos con ternura.
En un segundo los dos estábamos uno dentro del otro... sus ojos recorrieron mi cuerpo y me sentí desnuda y con ansia. Sin dejar de mirarlo a los ojos y en silencio, comencé a desabotonarle la camisa... él me fue ayudando lentamente. Sus manos eran tal como las había visto crecer... grandes y fuertes. Las venas se llenaban de sangre y se fueron poniendo cada vez más rosadas... mis manos también.
Poco a poco se fue desnudando, y entonces yo empecé a quitarme la ropa ahora. Debajo del vestido sólo llevaba puesto mi piel y mis deseos. Fuimos recorriéndonos con las manos muy lentamente hasta terminar acariciándonos los pies. Ambos desnudos, ahora, comenzamos a oler nuestros cuerpos agitados.
Sus manos tenían mi cabeza con firmeza y su boca buscó desesperada la mía. Nos besamos muy despacio pero profundamente... su lengua recorrió y dibujó la mía, dejándome un sabor muy dulce en los labios.
En un impulso, se puso de pie y me dio la mano para ayudarme a pararme... y así lo hice mirándolo a los ojos... casi sin pestañear... era como si estuviese tratando de grabar cada movimiento, cada suspiro, cada roce de nuestras pieles a cada segundo...
Me alzó con sus brazos como si no le pesara absolutamente nada y me llevó dentro de la casa... adentro había un enorme sofá blanco donde me puso muy suavemente... él se quedó un instante arrodillado al pie del sofá, contemplándome desnuda y acalorada... de pronto me tomó las manos y se las puso en la cabeza mientras recorría con su boca mis muslos temblorosos... yo no podía más que olvidarme de todo lo que me había imaginado... esta realidad era muchísimo mejor!
Lentamente me fue abriendo las piernas y besó mi sexo, que ya estaba absolutamente húmedo y abierto... recorrió cada centímetro de mi interior con su lengua inundada de éxtasis y deseo.
Al cabo de unos minutos era yo quien lo estaba recorriendo con mis labios... introduje todo su miembro en mi boca y lo mojé hasta que se pusiera totalmente tieso y enorme... lo besé una y otra vez hasta que con un gemido me pidió que me detuviera... y así lo hice, pero solo para continuar con más dedicación...
Cuando no podía aguantar más, me tomó por la cintura y me recostó sobre unos almohadones que se hallaban sobre la alfombra del gran living... sobre ellos me recostó y se me abalanzó sin darme tiempo a nada...
Me abrió las piernas y besándome como nunca nadie lo había hecho antes... se metió dentro de mi... entero y despacio... sus besos me quemaban pero me hacían pedirle más... y le pedí más y más y más...

Son las tres y ahí aparece con su libraco bajo el brazo. Hoy podrá leer tranquilo ... no corre mucho viento... ¿cómo se llamará?
fin

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